“Iré contigo a la iglesia sólo por esta vez”, le dijo el esposo a su esposa. Era un miércoles por la tarde, y esta pareja de recién casados ya había tenido su primer gran desacuerdo. El esposo se sentía muy mal por lo que había sucedido y quería hacer las paces con su esposa, que era estudiante de Ciencia Cristiana. Cuando se casaron, él había puesto bien en claro que no necesitaba de Dios o de religión alguna en su vida. Pero decidió que ir a la iglesia una noche no le afectaría.
En la reunión de testimonios de ese miércoles, todavía no se habían terminado de leer las selecciones de la Biblia y del libro Ciencia y Salud, escrito por la Sra. Eddy, cuando este hombre se dio cuenta de que las enseñanzas de la Ciencia Cristiana eran lo que él precisamente había estado buscando toda su vida. Sintió con profunda convicción que ésta era la respuesta a sus problemas. Pero esto no fue todo lo que le pasó esa noche. Al terminar el servicio religioso quedó completa y permanentemente sanado de su dependencia en el alcohol.
Se había dado cuenta de que el conocer a Dios proporcionaba mayor satisfacción y era más confiable que la dependencia en el alcohol. Más tarde le confió a un amigo mío: “No he vuelto a tomar un trago desde la noche de ese miércoles, y eso fue hace más de treinta años. Simplemente ya no me preocupa nada que pretenda ser un poder aparte de Dios. He encontrado a Dios y eso es suficiente”.
Un sólo servicio religioso inspirado cambió la vida de un hombre. Hoy en día esta persona es un miembro devoto de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana.
Me inspiró escuchar a mi amigo relatar esta curación. Ese testimonio, junto con un incidente relacionado con Cristo Jesús y una casa de oración — relato que encontré en la Biblia inmediatamente después de que hablamos — me hizo pensar seriamente acerca de la atmósfera sanadora de los servicios religiosos. El Evangelio según San Mateo nos habla de la ocasión en que Cristo Jesús fue al templo en Jerusalén “y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo”. Mateo 21:12–14. Y les dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Entonces “vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó”. Me pregunté ¿qué podría ver el Maestro en mi estado de pensamiento? ¿Estaban mis pensamientos acerca del servicio y durante el servicio contribuyendo a la atmósfera sanadora? La honestidad me llevó a admitir que eran necesarias la espiritualización y la consagración.
Según las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, podemos demostrar cada vez más el ideal del Cristo que caracteriza la individualidad del hombre, nuestra identidad real y espiritual como el linaje de Dios, la Mente. El pensamiento que no se asemeja a Dios nunca es nuestro pensamiento, sino una creencia impuesta. No puede invadir la Mente única, que es reflejada en la verdadera consciencia de cada uno de nosotros. Al estar alerta para extirpar estados de pensamiento destructivos y carentes de amor, sabiendo científicamente que son irreales y que no tienen poder para afectar nuestra vida, reflejamos más de la Mente divina que Jesús expresó tan perfectamente. Ver Filip. 2:5.
Nada más tiene un efecto tan purificador y liberador en nuestro pensamiento y comportamiento, como el reconocer que somos ahora mismo la semejanza de Dios mismo. Estaríamos orando desde una base no científica si pensáramos que somos mortales equivocados y separados de Dios, luchando por llegar a El. Pero cuando oramos para comprender científicamente que nuestra verdadera naturaleza refleja la Mente divina, esa Mente que está siempre consciente de su propia perfección, abrimos el camino a la regeneración que predicó el Maestro.
Hay algo en especial que nos ayudaría a hacer de nuestra iglesia una “casa de oración”, y esto es: vencer la tendencia que tenemos de encontrar fallas en nuestra iglesia y no hacer nada más. Esta actitud nos priva de la oportunidad de orar con mayor consagración y de ver con más claridad el poder del Cristo, la Verdad. Si aunque fuere un pequeño número de miembros reemplazara la crítica con la oración humilde, ¡qué diferencia habría en la atmósfera sanadora del servicio! A medida que estemos más alerta para echar nuestro peso mental del lado de la oración profunda y concienzuda para resolver los problemas que vemos, la tendencia de encontrar fallas, de difamar (en muchas ocasiones sin reflexionar), se desvanecerá. Esa crítica se convertirá en algo espiritualmente incompatible con nosotros, algo que nos negaríamos cada vez más a hacer.
El Nuevo Testamento hable de otro aspecto que podría beneficiarse de la espiritualización de nuestros pensamientos y acciones. En Santiago leemos: “La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”. Sant. 3:6.
Alguien podría decir: “Pero un chismecito sin maldad no le hace daño a nadie”. Pero todo chisme hace daño. Y sí, afectará a aquellos que no estemos lo suficientemente alerta como para mantenernos libres de ello. No vemos a un miembro de la iglesia acercarse y agredir físicamente a otro, pero el chisme es algo igualmente dañino a las personas y ciertamente es perjudicial al efecto sanador de los servicios.
Alguien podría pensar ahora: “Voy a cambiar mi actitud controlando mis pensamientos y palabras y convirtiéndome en una persona más dedicada a la iglesia. Pero, ¿hace alguna diferencia lo que una sola persona haga?” La Biblia nos asegura que hay poder salvador en la alianza de una sola persona con Dios, el bien. En el libro de Eclesiastés leemos: “Una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes; y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría”. Ecl. 9:14, 15. Usted y yo nunca podremos saber lo que nuestra fidelidad, sabiduría, afecto gentil o apoyo consecuente mediante la oración, agregarán a la atmósfera sanadora de los servicios. Podría llegar a inspirar a otra persona a profundizar su compromiso con la iglesia.
Estas son épocas de compromiso. Algunos Científicos Cristianos al ver los desafíos que enfrentan sus iglesias filiales y las iglesias en general hoy en día, podrían desalentarse y volverse apáticos. Pero otros, al ver las mismas condiciones, sentirán más amor por la actividad sanadora de los servicios. Esto es todo para bien, dado que una consagración más pura es una de las mejores contribuciones que podemos hacer ahora. Lo que nuestra Guía dijo durante el servicio dominical del 4 de julio de 1886, habla a las necesidades de hoy con vigor e inspiración. La Sra. Eddy pregunta: “¿Estamos debidamente conscientes de nuestras grandes oportunidades y responsabilidades? ¿Estamos preparados para hacerles frente y mejorarlas; para desempeñarnos con el auge de energía divina con que estamos equipados?” Entonces ella declara: “Jamás se hizo un llamado más solemne e imperioso que el que nos hace Dios a todos nosotros, aquí mismo, por una devoción ferviente y por una consagración absoluta a la más grande y más santa de todas las causas. La hora ha llegado”.Escritos Misceláneos, págs. 176–177.
Los servicios de nuestras iglesias filiales necesitan de toda la purificación propia y oración que podamos brindarles. Pensemos hacia dónde nos llevará esta mayor semejanza al Cristo: hacia la curación para la gloria de Dios y una mayor inspiración espiritual para toda la congregación.