En una sociedad en la que el crimen y la violencia parecen ir en aumento, la seguridad se convierte en una preocupación creciente. Aun cuando tengamos relativa seguridad personal, vivimos en un mundo en el que la hostilidad entre las naciones ha ido acumulando una tremenda colección de armas destructivas.
¿Dónde podemos buscar una mayor medida de seguridad y liberación del temor? Muchas personas han encontrado que la Biblia es un buen lugar para comenzar. Nos da ejemplos de personas que han recurrido a Dios y fueron protegidas en situaciones amenazadoras, no sólo de desasosiegos sino de peligros inminentes. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, leemos la historia del profeta Elías, quien, cuando la reina Jezabel lo amenazaba con quitarle la vida, huyó al desierto y fue sustentado allí durante cuarenta días. Ver 1 Reyes 19:1–8. El Nuevo Testamento nos dice que cuando el apóstol Pablo fue apedreado por una multitud encolerizada que lo abandonó pensando que estaba muerto, los discípulos lo rodearon hasta que pudo levantarse, totalmente recuperado, y volvió con ellos a la ciudad. Ver Hechos 14:19, 20.
Dios es siempre una fuerza en la que podemos confiar en momentos difíciles. The New English Bible afirma: “El Señor tu Dios está en medio de ti, como un guerrero para mantenerte a salvo; se regocijará en ti y estará contento; te mostrará su amor una vez más; exultará por tu causa con cántico de alegría”. Sof. 3:17. La versión Reina-Valera de la Biblia dice: “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría... se regocijará sobre ti con cánticos”.
Esta promesa del poder de Dios y Su amor para con Su pueblo se cumplió en la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús. Dondequiera que iba, el Maestro sacaba a luz la verdad de la presencia salvadora de Dios. Dio a sus seguidores una nueva definición de lo que significa estar a salvo y seguro. No se refería a una seguridad basada en la circunstancia fortuita de no tener enemigos ni en la cercanía de fuerzas superiores para subyugar cualquier amenaza. Era la seguridad que surgía de vivir en conformidad con Dios, el Principio divino.
Jesús no pretendió tener un yo separado de Dios; él sabía, de hecho, que no podía lograr nada por sí mismo sin su Padre. Ver Juan 5:19. Era su comprensión de su identidad espiritual como Hijo de Dios y su confianza absoluta en su Padre lo que le dio valor y paz en las circunstancias más desalentadoras. Esta no era la paz de la resignación, sino el poder para vencer la malicia, la duplicidad y, finalmente, la muerte.
En los términos más sencillos y prácticos puede decirse que Jesús se conoce como el Salvador porque mostró muy claramente la capacidad de su Padre para salvar y proteger. Por medio de su impecabilidad pudo liberar a hombres y mujeres de sus temores y de la esclavitud de creer en una mente carnal y mortal que le fuera propia y estuviera separada de Dios, la única Mente. Sus seguidores comenzaron a captar una vislumbre de una gran realidad: su propia naturaleza inmaculada y espiritual como hijos de Dios. El Maestro los ayudó a conocer la realidad de la vida en Dios, el Espíritu, y podemos ver en los relatos del Nuevo Testamento la verdadera seguridad que esto trae.
Cristo, la divina idea de Dios, que Jesús expresó tan completamente, aún está aquí para liberarnos de los temores y ansiedades que acompañan a un sentido material de la existencia. A medida que respondemos al toque del Cristo, despertamos para reconocer más del hecho de que nuestra identidad es espiritual y de nuestra unión con Dios.
Durante miles de años, las personas han usado un sello para marcar sus cartas y documentos con el objeto de confirmar su identidad. Antes que se popularizara la escritura, se usaba un sello o emblema de identificación en lugar de una firma en papeles importantes; era, en efecto, la marca registrada de una persona. Como hijos de Dios, cada uno de nosotros tiene una identidad espiritual única, que Dios ratifica con Su sello de aprobación. Todos somos de gran estima a la vista de Dios, y Su sello afirma nuestra verdadera identidad a Su imagen y nos da poder para resistir y superar el mal.
Pablo explica en su carta a la joven iglesia cristiana en Corinto: “El que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”. 2 Cor. 1:21, 22. Los cristianos debieran sentir que el espíritu de Dios se ha grabado firmemente en sus corazones; que éste no sólo los rodea con el amor de Dios, sino que también los impulsa a expresar este amor hacia los demás como lo hizo Jesús.
Por ser una cristiana devota, la Sra. Eddy sintió la presencia protectora de Dios en su propia vida. Ella anhelaba sanar a otros y brindar consuelo a la humanidad sufriente. Cuando ella sanó al tornarse a su Biblia después de haber tenido un grave accidente, obtuvo una vislumbre de la verdad espiritual: “La vida en el Espíritu y del Espíritu”.Escritos Misceláneos, pág. 24. Esto le dio una nueva comprensión de su identidad espiritual a la semejanza de Dios. Luego, después de haber escudriñado las Escrituras en profundidad para encontrar la razón por la que fue sanada, empezó a escribir las leyes de la Ciencia del ser en las que se basaba la curación espiritual que practicó Jesús. Fundó la Iglesia de Cristo, Científico, en esta roca de la curación por medio del Cristo.
La Sra. Eddy escribe: “Cuando se aprenda que es el sentido espiritual, y no los sentidos materiales, quien transmite todas las impresiones la hombre, éste naturalmente buscará la Ciencia de su naturaleza espiritual, y encontrándola, será dotado por Dios para ser discípulo”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 188.
La Ciencia Cristiana nos demuestra que todos tenemos sentido espiritual y podemos ponerlo en práctica. Me ha resultado útil preguntarme frecuentemente: “¿Qué es lo que me está impresionando? ¿Es el criterio mundano de dominación personal, prestigio y poder? O ¿es la estatura del hombre en Cristo — su firme relación con Dios — lo que se está haciendo más evidente para mí?” El tratar sinceramente de reconocer la verdadera naturaleza espiritual de cada persona como la semejanza de Dios y el vivir, día a día, las cualidades de Cristo tales como la humildad, la obediencia y la compasión, nos equipa para traer a nuestras familias y a la comunidad consoladoras promesas del amor de Dios.
A medida que nos esforzamos por sobreponernos al pecado en nosotros mismos, disciplinando el pensamiento y viviendo estrictamente de acuerdo con la ética cristiana, encontramos que tenemos mucho menos temor a las pretensiones del mal de dominar el mundo. Nos damos cuenta de que la bondad y el poder de Dios son la realidad grande y única, y empezamos a presenciar más de este bien en nuestras vidas. Esta espiritualización gradual del pensamiento deja entrar la luz del Cristo, o la verdad, y experimentamos una seguridad muy real y la libertad de la vida en Dios, el Espíritu.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy observa: “En la Ciencia divina, la cual es el sello de la Deidad y lleva la señal del cielo, Dios es revelado como luz infinita”.Ciencia y Salud, pág. 511. Se establecerá la verdadera seguridad en el mundo a medida que la humanidad aprenda cada vez más a desechar el oscuro sentido de la vida material y empiece a confiar en Dios, el Amor divino.