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La alineación del equipo

Del número de abril de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ricardo aguardaba con entusiasmo la práctica de la Pequeña Liga. El entrenador le había dicho que tenía un buen brazo porque podía lanzar la pelota de béisbol desde el centro del campo hasta la base meta.

Pero un día, mientras Ricardo y algunos de sus compañeros de equipo estaban haciendo ejercicios de precalentamiento, uno de los muchachos dio vuelta al bate con toda su fuerza y accidentalmente golpeó a Ricardo en el brazo.

El muchacho se disculpó, pero eso no sirvió para eliminar el dolor. Ricardo estaba enojado. No podría quedarse para la práctica y tenía miedo de no poder jugar por el resto de la temporada.

Ricardo decidió irse a casa, pero no podía arreglárselas para andar en bicicleta y llevar sus cuadernos, así que llamó a su mamá por teléfono.

Mientras esperaba que lo viniesen a buscar, Ricardo tuvo tiempo para pensar. Pensó que seguir enojado no iba a solucionar nada; y cuanto más pensaba en su brazo, más le dolía. De modo que trató de pensar en algo mejor. Recordó que en su clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana habían hablado de llenar los pensamientos sólo con lo bueno y cerrar la puerta a los pensamientos que no eran buenos. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: "Estad de portero a la puerta del pensamiento".Ciencia y Salud, pág. 392. El párrafo entero que contiene este concepto también incluye estas frases: "Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente... Los resultados de dolor o de placer tienen que provenir de la mente, y como un guardián que abandona su puesto admitimos la creencia intrusa, olvidando que con la ayuda divina podemos prohibirle la entrada". Y decidió que eso era lo que debía hacer en ese preciso instante.

Camino a casa, la mamá le habló sobre la curación por medio de la ayuda divina. "Todo lo que aparente estar mal puede sanar, Ricardo. Pensemos en el hecho de que estamos tan cerca de Dios que podemos sentir Su bondad".

Ya en su casa, Ricardo se sentó a la mesa del comedor para hacer sus deberes. Al principio no podía sostener el lápiz. El dolor y el enojo volvieron, pero sólo por un momento. Se acordó de cerrar la puerta a esos pensamientos y prestar oído a los pensamientos semejantes a Dios. Y los escuchó. "Eres el hijo de Dios. Eres amado y cuidado por El. Nunca estás separado de Dios". El había oído decir muchas veces esas palabras a sus padres y en su clase de la Escuela Dominical, y recordarlas ahora lo hacía sentir bien.

Más tarde el hermano de Ricardo regresó a casa. Como no se había enterado del accidente, le dio a Ricardo una palmada en la espalda y le dijo: "Vamos a jugar ping-pong".

Ricardo ni por un instante pensó que no podría jugar. Dio un salto y se puso su chaqueta. Mientras lo hacía, su brazo hizo un ruido seco. Al principio el ruido lo asustó, pero entonces se dio cuenta de que podía mover el brazo con total libertad. Había sanado.

Al día siguiente, Ricardo regresó a su práctica de béisbol, feliz de comenzar la temporada como estaba planeado.

Nota de la madre: Cuando Ricardo me llamó porque estaba lastimado, le aseguré que iría a buscarlo en seguida. Mi reacción inmediata fue volverme a Dios en oración para que me guiara a hacer lo correcto. Ricardo quiso ir a casa, de modo que durante el trayecto conversamos sobre el cuidado de Dios. A pesar de que en situaciones como ésta quizás podamos sentirnos indefensos, la verdad es que nunca podemos estar separados de Dios. Por cierto que Dios nunca es la causa de accidentes, temor, o dolor. La Biblia nos habla del cuidado de Dios por la gente y cómo Cristo Jesús sanó toda clase de enfermedades y de pecado sólo por medio del poder de la oración.

Ricardo había visto cómo miembros de su familia se habían sanado mediante la oración, y él también había tenido curaciones. En esta oportunidad tanto a él como a mí nos pareció natural apoyarnos en Dios, el Amor divino, para la curación.

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