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Superstición

Del número de abril de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quiza Nos Parezca inofensivo leer el horóscopo, evitar hospedarnos en el piso trece o tratar de no cruzarnos con gatos negros. Pero cada vez que lo hacemos, nos estamos dejando influir por la superstición. Aunque no se consideran supersticiosos, muchos continúan buscando o tratando de seguir las indicaciones obtenidas por la posición de las estrellas o planetas, la numerología, las hojas de té, las cartas y otras señales esotéricas.

¿Acaso este hábito no tiene su raíz en sentimientos de incertidumbre, temor, o impotencia frente a sucesos humanos que muchas veces parecen estar más allá de nuestro control? Sin embargo, basarnos en especulaciones no nos muestra cómo alcanzar una seguridad permanente en nuestra vida. Para lograr tener seguridad y dominio sobre nuestra "suerte" necesitamos apartarnos de esas cambiantes señales materiales y confiar en Dios, que es el bien permanente.

La superstición niega a Dios. Está basada en el temor a lo desconocido, en una creencia de que la suerte gobierna al mundo, y específicamente la vida del hombre. Tiende a limitar la actividad de Dios a lo inexplicable o sobrenatural. En nuestro sincero deseo de ser cristianos, de seguir a Cristo en la vida diaria, nos sentimos dispuestos a desprendernos de los hábitos supersticiosos y a buscar, con humildad y confianza, una comprensión del control y el gobierno de Dios.

Una seguidora devota de Cristo Jesús, la Sra. Eddy, escribe en Ciencia y Salud: "La superstición, como 'las aves del cielo', arrebata la buena semilla antes que haya brotado". La buena semilla, como Jesús lo explicó en su parábola del sembrador, es "la palabra del reino".

El intento de mezclar la superstición y la religión tiene su origen en una comprensión incorrecta de Dios, que lo percibe como una combinación de bien y de mal, o como confrontado con un poder opuesto e igual al Suyo, llamado diablo o Satanás. Dios es único y es enteramente bueno. Dios, la Verdad divina, no creó el mal ni tolera el mal. De hecho, la presencia de Dios destruye el mal.

La idea de que Dios es sólo el bien y causa sólo el bien procede del primer capítulo del libro del Génesis, en el que se repite seis veces que lo que Dios creó era bueno. El último, el séptimo pronunciamiento es el más enfático: "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera".

Tampoco hay un poder opuesto a Dios. En el original hebreo del Antiguo Testamento y en el griego del Nuevo Testamento las palabras traducidas como Satanás y diablo significan "el adversario, el que se opone, o falso acusador". Satanás, o el diablo, es la creencia en un poder opuesto a Dios; no es un poder real opuesto a Dios o creado por El. La Biblia no nos alienta a aceptar esta creencia, a preocuparnos o a temerla, sino a rechazarla. "Resistid al diablo, y huirá de vosotros", escribe Santiago.

La apariencia del mal en el mundo no se vence tratando de predecirlo, aplacarlo o frenarlo. Cristo Jesús expuso el diablo o mal como lo que era: una mentira. Debemos rechazar la superstición con tanta energía como lo hizo Jesús al reconocer que es lo opuesto a Dios y Su Cristo. Esto nos abre el camino al verdadero progreso, humana y espiritualmente.

En algunas áreas, está reapareciendo la costumbre de leer la palma de la mano. En otras nunca desapareció. Hace algunos años era muy común leer la palma de la mano en las fiestas. Parecía inofensivo, como aparentan serlo la mayoría de las creencias supersticiosas. Alguien miraba las diversas líneas en la palma de la mano de una persona y predecía cuantos hijos iba a tener, cuánto tiempo viviría, y demás. Para mí era simplemente otro juego para una fiesta, nada más. No obstante, cuando tomé instrucción en clase de Ciencia Cristiana, el maestro específicamente mencionó varias formas de superstición y la importancia de rechazar estas creencias a fin de hacer lugar al Cristo sanador. Cuando se mencionó la lectura de la palma de la mano y otros medios similares, su comentario según lo recuerdo fue: "¡No se ocupen en esas cosas!"

En ese momento reconocí que eso era precisamente lo que había estado haciendo. Aun cuando no creía en las predicciones, no estaba poniendo mi pensamiento en el lado del bien, la Mente divina que todo lo sabe, que todo lo ama. En cierto grado estaba contribuyendo a la neblina mental que parece oscurecer, a la percepción humana, el poder y la presencia infinitos de Dios. Como Ciencia y Salud claramente establece: "La superstición y la comprensión jamás pueden combinarse".

Al no ser controlada, la superstición puede comenzar socavar la capacidad del individuo para obrar con criterio correcto y con sensatez. La víctima de esta confusión mental inducida por el individuo mismo, se puede volver innecesariamente temerosa o imprudentemente confiada. Como Lönnrot en "La Muerta y la Brújula", una breve historia por el conocido autor argentino Jorge Luis Borges, puede que nos hallemos buscando el significado místico en los números o en los nombres cuando no hay ninguno, dejándonos así atrapar en una telaraña que nosotros mismos hemos elaborado.

La creencia supersticiosa no tiene en absoluto ningún poder ni influencia sin nuestro consentimiento mental. De manera que podemos rechazar la superstición en todas sus formas. Cuando reconocemos las naturalezas opuestas de la superstición y la verdad espiritual, dejamos de tratar de servir a dos señores. Nuestro entendimiento del único Dios, todo poderoso, totalmente bueno, se profundiza, y de esta manera nutrimos y regamos la buena semilla del Cristo plantada en la consciencia humana.

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