Cuando Queremos O necesitamos algo — y en especial cuando queremos algo determinado o lo necesitamos con desesperación— ¿hay acaso una manera "más vehemente" de orar, de implorar con mayor intensidad a Dios, alguna forma más firme de "concentrarnos" que haga eficaz nuestra oración? La manera en que la Ciencia Cristiana enfoca la oración elimina la sensación de esfuerzo personal y la tensión que éste implica. Nos ayuda a confiar más en Dios al enseñarnos cómo es Dios realmente. Cuanto más comprendemos a Dios, más claro se vuelve para nosotros en qué consiste la oración eficaz y cómo funciona.
La Biblia declara que Dios creó al hombre. Cuando leemos la Biblia del principio al fin comenzamos a ver que Dios no es como un ser humano con determinadas limitaciones. Dios es totalmente bueno y no tiene ningún tipo de limitación. Nos creó buenos, a Su imagen y semejanza; somos semejantes a El. Puesto que Dios es Espíritu, somos imagen y semejanza del Espíritu, y no somos seres físicos incontrolables sin más recurso que aceptar el daño, la enfermedad y el pecado.
La Sra. Eddy percibió en la Biblia que esta verdad espiritual era la base sobre la cual Cristo Jesús sanaba. En Ciencia y Salud ella hace este razonamiento: "El bien no puede resultar en el mal. Puesto que Dios Mismo es el bien y es Espíritu, la bondad y la espiritualidad tienen que ser inmortales. Sus opuestos, el mal y la materia, son error mortal, y el error no tiene creador. Si la bondad y la espiritualidad son reales, el mal y la materialidad son irreales y no pueden ser el resultado de un Dios infinito, el bien".
Dios sabe que Su creación, que incluye a todos Sus hijos e hijas, es buena. El sabe que Su creación espiritual está bajo Su control. Podemos confiar en Su total conocimiento (omnisciencia), que no se interrumpe ni cambia. Cuando comenzamos a darnos cuenta de esta verdad, nuestras oraciones dejan de ser "desesperadas" y la seguridad del cuidado del Amor divino nos brinda calma y paz.
Un día, vi que mi hija estaba orando, sentada en el piso al lado de su gato. Había unido sus manitos en oración con tanta fuerza que estaba literalmente temblando. Sus labios estaban apretados y sus ojos fuertemente cerrados. El aspecto de su rostro hacía evidente el esfuerzo que estaba haciendo.
Su gato había estado enfermo durante dos días y no comía ni jugaba. Este animalito era su amigo querido, y ella estaba orando para que su amigo mejorara. Su hermano entró y los contempló por un minuto. Entonces tocó a su hermana en el hombro y le dijo suavemente: "No tienes que orar con tanto esfuerzo. Dios ya lo sabe todo". A los pocos minutos, la niña y el gato se acomodaron juntos y se quedaron dormidos.
Poco después, oí risas y un griterío que me era familiar: "patina y rebota" (un extraño y maravilloso juego inventado por una niña y un gato, en el que un enérgico felino se desliza por los pisos de madera y rebota a través de los pasillos y baja las escaleras tras una pelota). Esto sonaba como música a mis oídos. Se sentían alegres por la curación.
Quizás al decir: "Dios ya lo sabe todo", lo que mi hijo estaba tratando de ayudar a su hermana a recordar era que no tenía que hacer algo para captar la atención de Dios y hacerle "saber" que el gato estaba enfermo y que ella estaba preocupada por él.
Dios jamás permite que algo malo suceda con el fin de que El luego tenga que encontrar el modo de corregirlo. La oración ajusta nuestro concepto de Dios y el nuestro. Nos ayuda a saber lo que Dios ya sabe: que en verdad lo que El hace está a salvo y no puede sufrir. Dios no creó un poder opuesto, el mal, para que luchara por siempre contra El y contra la bondad. Un versículo bíblico lo expresa así: "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis" (Jeremías).
Cuando oramos podemos esperar como resultado el predominio de la bondad de Dios sobre cualquier tipo de mal que parezca preponderar. No porque hayamos logrado que Dios "cambiara Su parecer" sobre algo o porque Dios "decidiera" ayudarnos, sino porque al orar profundamente por conocer a Dios — lo que El verdaderamente es y lo que está haciendo — disipa la ignorancia espiritual, o el error, que es lo que constituye al mal.
Orar con profundidad, en vez de orar "fuertemente", nos acerca a Dios y al conocimiento de lo que Dios sabe de nosotros y de toda Su creación espiritual. Puesto que Dios, la Mente divina, nos creó, tenemos la capacidad para conocerlo. De modo que no "procuramos" simplemente conocer a Dios por medio de una capacidad humana limitada llamada cerebro. Podemos conocerlo a El profunda y verdaderamente — y a nuestra verdadera identidad — porque somos creados a imagen y semejanza de la Mente divina, que es toda inteligencia verdadera. Cuando nuestro corazón está dispuesto y nuestros pensamientos en paz, podemos conocer más aquello que Dios conoce, con tanta claridad y convicción que ningún argumento contrario será válido. Ni siquiera la apariencia física de enfermedad que pueda parecer tremendamente real. Conocer lo que Dios conoce destruye la enfermedad y anula el sufrimiento.
En nuestra experiencia diaria nos enfrentamos con situaciones difíciles y urgentes que requieren nuestro esfuerzo más concienzudo. Cristo Jesús jamás dijo que siempre sería fácil obedecer y vivir sus enseñanzas. Ser un verdadero cristiano requiere esfuerzo y lucha. Pero los mayores progresos se producen cuando comprendemos que no estamos meramente tratando de ser la semejanza perfecta de Dios; siempre lo hemos sido. Esta inspiración profundiza la oración y trae curación.
