Ya Sea Que haga frío o calor, que llueva o esté soleado, podemos permanecer inmunes a los resfríos. ¿Parece imposible? No lo es, si conocemos la verdadera naturaleza de Dios y el hombre, y la ley de Dios de la armonía universal.
Cristo Jesús demostró el poder de esta ley durante su misión en la tierra al sanar toda clase de enfermedades. Y cuando reconocemos que Dios es Amor, totalmente bueno, vemos que el Cristo está aún con nosotros, demostrándonos que no hay ninguna ley de Dios que nos obligue a estar enfermos.
La Biblia nos dice que en una oportunidad "vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía". Jesús sabía que no era por quebrantar una ley de Dios que la suegra de Pedro estaba enferma, por eso pudo sanarla instantáneamente.
Al hablar sobre los sistemas hechos por los hombres, la Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: "¿Hemos de creer a una autoridad que niega el mandamiento espiritual de Dios respecto a la perfección — una autoridad que Jesús probó que era falsa? El hizo la voluntad del Padre. Sanó las enfermedades, desafiando lo que se llama ley material, pero de acuerdo con la ley de Dios, la ley de la Mente".
No está de acuerdo con la ley de la Mente, Dios, que nos resfriemos por descuidarnos cuando hace mal tiempo. Pero declarar simplemente que no podemos resfriarnos no es la solución para evitar los resfríos. Es importante comprender por qué no existe una causa real para los resfríos o cualquier otra enfermedad. Para ello es preciso comprender la verdadera naturaleza del hombre, que no es material sino espiritual. Y que el hombre no está sujeto a leyes materiales injustas. En realidad, él es el hijo de Dios, el Espíritu, y este hombre es nuestra naturaleza real.
Creado por Dios a Su propia semejanza, el hombre está regido por la ley del Espíritu, la ley de la armonía. Nada puede hacerlo discordante. Nada puede perturbar la armonía del Cristo, la Verdad. En la Ciencia Cristiana aprendemos a conocer nuestra verdadera identidad como hijos espirituales de Dios. Esta comprensión nos ayuda a sanar de enfermedades por medio de la oración únicamente, en lugar de apoyarnos en las medicinas.
Una amiga mía, que había sufrido de resfríos toda su vida, sanó completamente de esta predisposición cuando comenzó a estudiar la Ciencia Cristiana. Ella contó que como estaba aprendiendo en su estudio de Ciencia Cristiana a recurrir a Dios para sanarse, en una ocasión en que estaba afectada por un fuerte resfrío, pidió a una practicista de la Ciencia Cristiana ayuda por medio de la oración. La practicista le dijo que leyera el Himno 144 del Himnario de la Ciencia Cristiana. Al comenzar a leer este himno, la primera estrofa resaltó de una manera especial:
Ambiente de divino Amor,
respira nuestro ser,
mas los sentidos en su error
no nos lo dejan ver.
"Claro", pensó. "Como una idea espiritual y perfecta de la Mente divina, existo permanentemente en la atmósfera del Amor divino, ¡y nada puede hacerme discordante!" Esta clara vislumbre de la realidad espiritual la sanó por completo. Y la curación no se limitó solamente a esta situación en especial, sino que, desde entonces, los cambios de estaciones jamás volvieron a afectarla.
También podemos vencer la creencia en el contagio cuando comprendemos que el Amor divino es omnipresente y que, en verdad, la creación entera es una manifestación del Amor. No hay nada creado por Dios que enferme al hombre. La creencia errónea de que el hombre es material, carnal, es lo que hace que un virus o una bacteria sean agentes causales de enfermedades. Pero nada que aparente ser dañino es real, pues "vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Génesis). Las ideas espirituales creadas por Dios son inofensivas y buenas; manifiestan amor — se originan en el Amor — de ahí que realmente no hay nada de lo cual se pueda contraer una enfermedad.
En una ocasión, pude comprobar por mí misma que se puede vencer la creencia en el contagio. Toda la mañana había estado en contacto con gente resfriada, y yo también me sentí resfriada. Mientras manejaba de regreso a casa, pensé que tan pronto llegara me iba a ir a la cama con una bolsa de agua caliente. En ese momento no me di cuenta de que me había resignado a estar enferma. Pero, ni bien abrí la puerta del garaje este pasaje de Ciencia y Salud me vino al pensamiento: "Lloramos porque otros lloran, bostezamos porque otros bostezan y tenemos viruela porque otros la tienen; pero la mente mortal, no la materia, lleva en sí la infección y la comunica".
"No tengo por qué resfriarme porque otros parezcan resfriarse", pensé. "No creo en el contagio, ni que el estado del tiempo pueda afectarme. ¡No hay razón para que me resfríe!" Esta comprensión me sanó instantáneamente del resfrío. ¡Qué alegría sentí al saber que Dios estaba tan cerca de mí! Percibí este pasaje de Ciencia y Salud como un mensaje del amor de Dios que había venido en mi ayuda para evitar que cayera en la tentación de aceptar la enfermedad como real. El amor de Dios está siempre presente, como el amor protector y solícito de una madre hacia todos sus hijos.
En las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana — incluso en ésta — hay testimonios de personas que han sanado de toda clase de enfermedades por medio de su comprensión del amor de Dios. Algunas personas sanan más pronto que otras. Muchas curaciones son instantáneas, pero en todos los casos las curaciones se realizan únicamente por medio de la oración y de la comprensión espiritual.
La curación en la Ciencia Cristiana no es propiedad exclusiva de unos pocos elegidos, sino que cualquier persona tiene la posibilidad de elegir y comprobar por sí misma este método científico de curación cristiana. Usted también puede desechar cualquier pretensión de que el hombre tiene que enfermarse debido a leyes materiales, pues el hombre creado por Dios está sujeto solamente a la ley de Dios. Y este hombre es nuestra verdadera identidad. En realidad, nos movemos en la atmósfera del Amor. La comprensión individual que obtenemos acerca de la armonía de la creación de Dios contribuye a eliminar del pensamiento humano la necesidad de someterse a leyes materiales injustas con respecto a la salud. Esto ayuda a toda la humanidad a liberarse de las creencias falsas y de los efectos aparentes de esas creencias.
Al comprender y reclamar la libertad que Dios nos ha dado sobre las enfermedades, podemos demostrar que no hay por qué resfriarse cuando hay cambio de estaciones.
Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu.
Porque la ley Espíritu de vida en Cristo Jesús
me ha librado de la ley del pecado y de la muerte...
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud
Para estar otra vez en temor,
sino que habéis recibido el espíritu de adopción,
por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Romanos 8:1, 2, 15
