Su Familia Parecia encontrarse atrapada en una maraña de problemas. ”El caso es que no sólo la situación es terrible, sino que no puedo ver ninguna posibilidad de cambio en el horizonte; eso es lo que me deprime tanto”, le confesó ella a su amiga.
Cuando su amiga compartió con ella algunas ideas que había aprendido sobre la oración a través del estudio de la Ciencia Cristiana, ella escuchó y se interesó tanto que decidió estudiarla también. A partir de ese momento su experiencia cambió de tal forma que al describir su vida ”anterior” la describía como ”una historia mal escrita que finalmente se había comenzado a revisar”.
La situación familiar mejoró notablemente de una manera que ella jamás hubiera podido imaginar. Problemas de salud y una crisis financiera fueron resueltos, y las oportunidades se presentaron allí mismo donde las puertas se habían cerrado. Esta mujer se sintió renovada, llena de esperanza y propósito. No sucedió de la noche a la mañana. Pero desde el instante en que comenzó a orar con más entendimiento, se hizo evidente un cambio lento pero seguro en el curso de los acontecimientos.
Antes de esto, ella consideraba que la oración era una especie de ”actividad meditativa” que, como mucho, podía calmar a uno. Pensar que traería curación era esperar demasiado. Pero la Ciencia Cristiana le demostró que podía esperar que hubiera curación.
Al reflexionar sobre el ministerio de Cristo Jesús se hace evidente que él comprendió que la enfermedad, la confusión moral y la persecución no son la voluntad de Dios y no están sostenidas por Su ley. Es sobre esta base que la curación y el progreso pueden tener lugar mediante la oración. La injusticia y el sufrimiento jamás podían ser la voluntad de Dios Todopoderoso y, por lo tanto, no podían ser absolutos.
Lo absoluto jamás puede cambiar. Dios es absoluto, la Verdad eterna. Su creación expresa Su naturaleza invariable, Su bondad y perfección. Puesto que Dios creó al hombre a Su semejanza espiritual, somos, en realidad — en nuestra verdadera identidad — absolutamente buenos y perfectos, y no podemos cambiar de ese estado perfecto. Aunque nos sintamos muy lejos de este ideal, el razonar partiendo de estas verdades espirituales tiene un efecto sanador. A medida que lo absoluto del bien se hace más claro para nosotros, nuestra experiencia humana a menudo evidencia marcados progresos.
Cristo Jesús anunció su misión salvadora, y las condiciones para su aceptación, cuando dijo: ”Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. La palabra arrepentíos está traducida de una palabra griega que significa ”cambiar nuestro punto de vista” o ”revisar toda nuestra manera de pensar”.
En vez de creer que tenemos que esperar a que otras personas cambien (o que esas personas se aparten de nuestro camino), podemos arrepentirnos (renunciar) de creer en la mentira que dice que el hombre es material, que está separado de Dios y sujeto a un inevitable sufrimiento.
La reforma cristiana es literalmente re-formar la manera en que pensamos y actuamos. Si podemos reformar nuestros pensamientos de una base material falsa a una base más espiritual, entonces podemos re-formar cualquier aspecto de nuestra experiencia que lo necesite. La Sra. Eddy descubrió que la oración basada en el entendimiento de que el Espíritu es absoluto puede reformar completamente a una persona, hasta lograr la transformación del cuerpo físico y sanarlo. Ciencia y Salud es el libro que explica su descubrimiento de que las verdades espirituales constituyen la verdad del ser, o la verdadera Ciencia del ser. Dado que Dios es absoluto, razonó, El debe de gobernar Su creación por medio de una ley divina, absoluta. La oración reforma nuestro pensamiento poniéndolo de acuerdo con la ley de Dios. Y a medida que reconocemos que cada aspecto de la creación de Dios se ajusta a Su ley de verdad, encontramos que la insubordinación — inclusive la insubordinación del cuerpo — cede, y la armonía aparece en nuestra experiencia humana. La Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud: ”La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero sí tiende a ponernos en armonía con ella”.
Al principio, quizás parezca sorprendente que vivir en armonía más íntima con Dios pueda realmente resultar en cambios significativos en la escena humana. Sin embargo, quizás muchos hayan sentido los efectos de la oración sin reconocerlo en su totalidad. En tanto que millones de personas han quedado perplejos ante los cambios de progreso que han tenido lugar en Europa Oriental durante los meses pasados, quizás se haya subestimado la función de la oración en la desintegración de gobiernos. Con los cambios adicionales tan necesarios hoy en día a fin de que se establezcan mejores gobiernos y economías más sólidas, no se debería ignorar la oración como elemento clave para llevar a cabo lo que, de otro modo, podría parecer una tarea formidable.
Si realmente valoramos la función que la oración puede desempeñar para cambiar nuestra vida, no nos engañaremos sustituyendo la oración consagrada con un éxtasis ensoñador, ni con meras "visualizaciones" mentales de lo que deseamos que suceda. Estar cada vez más en armonía con Dios y con los hechos verdaderos del ser requiere un compromiso mayor. Requiere que sintamos un deseo tan puro — y una consagración tan profunda a las enseñanzas de Cristo — que tenga un efecto poderoso. Las formas del mal que pueden haber parecido muy "absolutas" y "reales" comienzan a ceder su dominio. Pierden su poder y sus características amenazantes.
Una cosa es declarar la verdad silenciosamente con las mejores intenciones. Sin embargo, lo crucial es vivir nuestra oración, especialmente a través de esos largos días y noches en que nos sobreviene la tentación de pensar que es demasiado difícil o que ningún bien resultaría de ella. Cuando logramos reemplazar todo lo que no represente la semejanza de Cristo en nuestros pensamientos y acciones con lo que en realidad la representa, estamos poniendo nuestra vida (en lugar de meras palabras y buenas intenciones) en armonía con Dios. Esta reforma, aunque a menudo se obtiene con dificultad, trae curación.
Entonces vemos que nuestra oración nos ha puesto en armonía con el Principio divino. Esto trae una convicción tan inquebrantable de la totalidad absoluta de la Verdad que simplemente no se puede superar.
