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Oremos para superar los problemas

Del número de julio de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Sorprendi Al escucharme decir a una amiga: "¡Estoy viviendo un infierno!" Mis dificultades no eran enormes, pero el desaliento y una sensación de rápida decadencia, que yo asociaba con la edad, me habían llevado a expresarme en esa forma.

Una cosa es pasar por un período de mucha tensión y superarlo, y otra muy distinta es quedarse en él. Inmediatamente después de decirle eso a mi amiga, recordé una idea del Salmo veintitrés que para mí siempre había sido muy valiosa: "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo".

En muchas oportunidades yo había compartido este pensamiento bíblico con amigos que estaban luchando por superar la pérdida de un ser querido. Al hablar del "valle de sombra de muerte", con confianza y reverencia les decía: "Anda por él; no te quedes en él". Ahora me daba cuenta de que yo necesitaba seguir mi propio consejo.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy interpreta la palabra tan familiar "infierno" desde un punto de vista cristianamente científico. Ella lo describe como "creencia mortal; error; lujuria; remordimiento; odio; venganza; pecado; enfermedad; muerte; sufrimiento y autodestrucción; agonía autoimpuesta; efectos del pecado; lo que 'hace abominación y mentira' ".

De las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, resulta claro que se supone que nosotros andemos a través y por encima de los males, y no enredados en ellos. Así que no necesitamos permanecer atados por el mal. Podemos orar para liberarnos de él. Podemos, incluso, destruirlo.

En pocas palabras, podríamos decir que infierno significa aferrarnos a las creencias falsas de que existe un poder aparte de Dios. La lujuria, por ejemplo, sugeriría que el pecado tiene más poder que Dios. La enfermedad sostiene que puede vencer a la divinidad. Para vencer estas creencias y otras, afirmamos nuestra unidad con Dios como Su linaje espiritual.

Muchas veces el pasaje de la Biblia "y los sanó" me recuerda el poder sanador de Cristo Jesús. Nuestro Maestro enfrentó la enfermedad, el pecado y la muerte. Por medio de una firme inversión de esos males y del reconocimiento de que existe un solo Dios, un solo Principio, la única Mente, liberó a aquellos que necesitaban ayuda. Los liberó de la discordia que estaban padeciendo. Los sanó.

Una mañana, una Científica Cristiana necesitaba curación espiritual porque tenía un sarpullido que era cada vez más visible. Su marido, que no era Científico Cristiano, le dio un ultimátum: "Si esto no está mejor para el lunes, realmente creo que deberías consultar con un médico". Como era una estudiante sincera de la Ciencia Cristiana, sabía que el Cristo, la Verdad, podía sanarla a ella tal como había sanado a la gente en los tiempos de Jesús. Oró para reconocer la presencia de la única Mente, el único Dios, y ningún otro. Esta oración la capacitó para obtener un sentido más puro y más calmo de su naturaleza totalmente espiritual como hija de Dios. La erupción desapareció, y el lunes la curación ya era completa. Su oración sincera para ver al único Dios, el único poder, actuando en su vida, trajo armonía.

Por medio de la oración, cada uno de nosotros puede ser liberado del temor, del desaliento, y de otros problemas. Para hacerlo, necesitamos una comprensión más profunda de nuestra espiritualidad, que está completamente exenta de materialidad. Si nos vemos desde un punto de vista material, podemos descubrir que estamos pensando: "Estoy envejeciendo". "¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?" o "¿Qué más me espera?" Tales pensamientos se pueden superar por medio de una oración consecuente que reconozca que no podemos estar separados de Dios.

Un enfoque que me ha resultado útil es amar como medio de superar las dificultades. El amor de Dios nos libera de toda clase de batallas, y a medida que nos esforzamos por expresar más de este amor basado en lo divino, comenzamos a andar por el valle de nuestros problemas en lugar de quedarnos en él.

La oración inspirada por el Amor nos capacita para sentir la presencia de Dios en nuestra vida. Por cierto que me ha ayudado a enfrentar los problemas que mencioné antes. Al recordar una estrofa de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana, que me es familiar, me regocijé en estas palabras: "El libre paso, el respirar, / del horizonte el esplendor". Me di cuenta de que yo, de ninguna manera, estaba pasando por un problema con otra persona o a causa de otra persona. Mi experiencia era algo individual, no estaba sujeta a nadie sino a Dios. Andar y orar durante esa experiencia no implicaba necesariamente llevar a otra persona conmigo. Tampoco era útil para mí inmiscuirme en la experiencia de otro. Con este razonamiento me sentí menos agobiada. Me parecía que caminaba con mayor libertad y que veía "del horizonte el esplendor". La oración es un proceso de liberación.

Al aferrarme al hecho de que el hijo de Dios nunca es realmente joven ni viejo, sino que es siempre perfectamente espiritual, me sentí elevada, libre de creer en un proceso material de envejecimiento.

Ciencia y Salud nos da una perspectiva de la importancia de elegir la espiritualidad. Nos dice: "El pecador crea su propio infierno obrando mal, y el santo su propio cielo obrando bien". Me dije a mí misma: "Tengo una elección que hacer, y voy a elegir la libertad del hombre sin edad y sin pecado".

Cada uno de nosotros puede elegir la espiritualidad, liberándose así de los desafíos de la edad, la desilusión y el desaliento. A medida que oramos comenzamos a percibir el resplandor de la Verdad y el Amor, la presencia de Dios con nosotros. La ley de Dios apoyará y gobernará nuestro progreso a medida que nos esforcemos por comprenderla y obedecerla. El Cristo nos guiará a través del valle de la materia y de las creencias mortales. Nos guiará para superar nuestros problemas por la senda de la fortaleza espiritual.

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