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No existen ”herencias peligrosas” de nuestro Padre divino

Del número de julio de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Una Epoca sentía con frecuencia mucho dolor, así que por la noche sólo podía recostarme confortablemente de un lado. Esos síntomas me recordaron una situación que había acabado con la vida de mi abuela, la madre de mi padre.

A medida que oraba, percibí que necesitaba comprender mejor quién era mi verdadero Padre divino. Pensé en la oración del Padre Nuestro, la cual comienza así: ”Padre Nuestro”. Vi que esto significaba que Dios no es sólo el Padre de Jesús, sino que El es nuestro Padre también.

Entonces ¿qué podemos hacer acerca de las llamadas herencias peligrosas que se supone que pasan de una generación a otra? Bueno, si Dios es nuestro Padre verdadero, nuestra herencia viene de El, y esta herencia tiene que ser buena.

Para comprender esto mejor, podemos empezar por saber que nuestro Padre sólo nos da lo que El tiene para dar, lo cual tiene que ser esencialmente bueno y no puede ser dañino para Su linaje. Dios es Espíritu, y Su linaje — nuestra identidad verdadera — es espiritual, y lo expresa a El. El pecado, la enfermedad, cualquier clase de rasgos de carácter impíos, no provienen de Dios ni poseen nada de Su ley o poder para crearlos o sustentarlos.

Este puede ser el punto de partida de nuestras oraciones a medida que avanzamos y encaramos cualquier condición — peligrosa o inocua — que de ninguna manera manifiesta el amor y poder de Dios. Cristo Jesús demostró que el hombre, en su verdadera naturaleza, es el hijo de Dios. Cualquier herencia que le venga es de Dios. Recordemos también la declaración del Apóstol Pablo donde describe a la ”mente carnal” como enemistad contra Dios. Las herencias peligrosas ciertamente encajan en esa misma categoría perniciosa. Puesto que tales herencias son enemistad contra Dios, no son nuestras amigas. No tenemos por qué hacer amistad con ellas o abrigarlas en nuestra consciencia.

Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, explica nuestra autoridad moral y espiritual para vencer las llamadas herencias peligrosas. La Sra. Eddy en su libro advierte: ”La herencia es un tema prolífico en el que la creencia mortal prende sus teorías, pero si aprendemos que nada es real sino lo bueno, no tendremos herencias peligrosas y los males de la carne desaparecerán”.

Incluso si todos creyeran que el hombre es simplemente un ser genético y material, ¿cómo podría serlo si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu? No obstante, debido a que el hombre es la expresión de Dios, las cualidades espirituales de Dios que ahora expresamos dicen mucho más de qué realmente estamos hechos. En esencia, puesto que el hombre en su verdadera identidad está hecho a imagen de Dios — a imagen del Espíritu — como declara la Biblia, nuestra vida consiste de lo que Dios hace y mantiene: Sus ideas espirituales.

Continué orando y razonando de esta manera. Empecé a reconocer y apreciar cualidades ennoblecedoras, cualidades derivadas de Dios, en todos los miembros de mi familia. Me di cuenta cada vez más de que esas cualidades mismas se originaban en el Padre que tenemos en común, Dios. Todo lo que parecía ser una herencia peligrosa, ya fuera una enfermedad o algún rasgo de carácter inapropiado, no tenía, en realidad, ningún origen verdadero. Esto es verdad para cada miembro de la familia del hombre.

Una pregunta que se me ocurrió fue ésta: ”¿Qué es lo que parece ser la causa de las herencias peligrosas? ¿Acaso es que por generaciones la gente ha aceptado la enfermedad, creyendo que no tenían ningún recurso o escape?” Con esto en el pensamiento, encontré otra declaración de Ciencia y Salud que me ayudó: ”La causa o creencia remota de la enfermedad no es peligrosa por su prioridad y por la conexión de los pensamientos mortales del pasado con los del presente. Tanto la causa predisponente como la causa ocasional son mentales”. Entonces comprendí que el único lugar donde se efectuaría mi curación era en mi innata capacidad para conocerme a mí misma como Dios me creó. Desde esta perspectiva fue fácil ver que los rasgos de carácter inaceptables son ciertamente mentales. Y que, para sanar el problema físico, yo tenía que ver que el aspecto físico de la herencia estaba tan sujeto a la ley regeneradora de Dios como estaría cualquier necesidad de reforma moral. Ya fuera que comprendiera plenamente esto o no, en ese momento sabía que podía, al menos, empezar a refrenar características indeseables sabiendo quién es nuestro Padre y viviendo de acuerdo con este conocimiento.

Ni el carácter desagradable ni el peligro vienen de nuestro verdadero Padre, el Amor divino. En consecuencia, los hijos de nuestro Padre, las ideas de la Mente, sólo heredan el bien, el cual incluye buena salud. Esto significó para mí, que yo, y todos los demás, incluimos, por reflejo, cualidades armoniosas que se manifiestan en salud.

Durante este período, se efectuó gradualmente mi curación, a medida que aprendía a identificarme como hija de Dios. La enfermedad desapareció junto con ciertos rasgos de carácter que tampoco eran buenos.

Entonces un día, mientras oraba, fue como si Dios dijera a mi pensamiento expectante: ”Sabes claramente quién es tu Padre verdadero. Tienes que saber también claramente quién es tu Madre verdadera”. Por un momento argüí mentalmente: ”¿Pero quién no iba a querer ser como mi mamá, tan desinteresada y bondadosa como es?” El mensaje persistió, y yo escuchaba. Me estremecí de emoción al reconocer más claramente que las maravillosas cualidades que me habían gustado en mi madre a través de los años, eran realmente evidencia de su unidad con Dios. Con eso, amé aún más a mi madre, pero vi con mayor claridad la importancia de reconocer que Dios es el Padre verdadero — el Padre-Madre — de todos nosotros.

¿Cuáles son los beneficios actuales de saber que Dios es nuestro verdadero Padre? Hay dos ventajas.

Primera, a pesar de la presencia o ausencia de los padres humanos mediante quienes las cualidades paternales y maternales han sido o son expresadas en nuestra vida, jamás estamos separados de la guía protectora de nuestro Padre y la benevolencia de nuestra Madre; ellas son una y las mismas que vienen de Dios. Las firmes y permanentes cualidades que Dios nos puede expresar mediante padres humanos, están presentes para que Dios las exprese directamente a través de nosotros también. Podemos ver la evidencia continua de la omnipresencia del Amor paternal de Dios y de nuestra relación permanente con nuestro verdadero y divino Padre.

Segunda, y de no menos importancia, al reconocer que Dios es nuestro Padre verdadero, podemos liberarnos de las llamadas ”herencias peligrosas”.

La enfermedad y la discordia jamás han sido parte de Dios o de Su creación espiritual, a la cual usted y yo ciertamente pertenecemos. La enfermedad jamás ha sido parte de usted o de mí, de nuestros padres, los padres de ellos, o de los padres de los padres de ellos. Pues todos nosotros tenemos el mismo Padre-Madre, de quien heredamos todo lo que se puede heredar.

No obstante, ¿qué decir si una persona siente que no ha tenido padres humanos admirables o que no ha tenido ni padre ni madre? El hecho maravilloso es que cada uno de nosotros tiene el mismo Padre-Madre como todas las demás personas.

Toda persona tiene el derecho de sentir la relación del hombre con su divino Padre-Madre. Mediante la Ciencia Cristiana podemos aprender a sentir y experimentar esta relación espiritual permanente. La verdad maravillosa es que cada uno de nosotros es conocido y está bajo el cuidado de nuestro verdadero y divino Padre.

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