Por Muchos Años he sido estudiante de la Ciencia Cristiana. Tuve mi primera curación cuando tenía diez años. Unos zapatos nuevos, muy estrechos, me causaron una ampolla en un calcañar, la cual se infectó, pero cuando oré profundamente a fin de comprender que sólo Dios estaba presente, y que yo en realidad era Su hija perfecta y espiritual, esa infección sanó exactamente en una noche.
Cuando cumplí doce años, tuve una enfermedad nerviosa llamada mal de San Vito, y parecía que tendría que dejar la escuela. En esa época, la hermana de mi madre estaba leyendo Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y le sugirió a mi madre que me llevara a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana. Varias veces después de la escuela fui a visitar a un practicista, quien oraba por mí y me hablaba de la totalidad de Dios y de Su amor por mí. Después de cerca de seis visitas, una noche, mientras hacía mis tareas escolares, sentí una inmensa calma y supe que había sanado. Repentinamente quedé libre de todos los síntomas de esa enfermedad y la curación ha sido permanente.
Cuando nació nuestro hijo, fue prematuro y consideraban que estaba muy débil. Se dijo que su sistema digestivo estaba bloqueado y que no podía pasar el alimento como debía hacerlo. Se llamó a un pediatra que vivía en una ciudad muy distante del hospital de nuestra localidad, el cual, al consultar con los médicos del hospital, dijo que la condición del niño era incurable. La prognosis fue que el niño era demasiado débil para resistir una operación y que sólo le quedaban unas pocas horas de vida.
Al asistir a una iglesia de la Ciencia Cristiana habíamos conocido a unos Científicos Cristianos, y al recordar mis experiencias infantiles con la Ciencia Cristiana dije a mi esposo que los llamara y les pidiera ayuda. Una enfermera de la Ciencia Cristiana que los estaba visitando fue quien contestó el teléfono. Cuando mi esposo le contó la prognosis médica, ella le aseguró que Dios es Vida y que Dios estaba en todas partes. Sus palabras fueron tan poderosamente afirmativas que le dieron valor a mi esposo, quien fue fortalecido cc tal poder espiritual que aseguró al médico: "¡Mi hijo vivirá!" Nuestro hijo sanó delante de sus ojos.
Estas son solamente tres de las innumerables curaciones que hemos tenido por medio del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana. Aprecio continuamente los beneficios diarios que sigo recibiendo. Por medio de la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana y la aplicación de las enseñanzas de la Sra. Eddy, he recibido la "perla preciosa". Por muchos años he trabajado activamente en una iglesia filial. Me siento agradecida porque puedo decir que mi familia incluye ahora cuatro generaciones de Científicos Cristianos, inclusive siete bisnietos que están registrados en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Diariamente doy gracias a nuestro Padre-Madre Dios por esta maravillosa forma de vida. La Ciencia Cristiana me está enseñando a confiar en el ejemplo de Cristo Jesús de lo que Dios es y de lo que El hace por la humanidad.
Stuart, Florida, E.U.A.
