Un Hombre A quien conozco tuvo una desavenencia con uno de sus compañeros de trabajo. Era obvio que la posición de mi amigo era la correcta. Pero había algo que no estaba bien. El estaba indignado y enojado con su colega. Tenía razón, pero tenía razón en forma incorrecta. Cuando reconoció esto, se esforzó por acercarse a su compañero con más humildad y perdón, o sea, por tener razón de manera correcta. En pocos días, la diferencia que los separaba fue resuelta de una manera justa y armoniosa.
Muchos nos hemos encontrado en circunstancias similares: del lado correcto de una situación pero procediendo con un espíritu que no es el correcto. Por ejemplo, un padre que está dando a su hijo una justa corrección, quizás se encuentre expresando impaciencia o enojo. Un miembro de una iglesia, al percibir que en una asamblea se puede adoptar un procedimiento mejor, tal vez se exprese con justificación propia u obstinación. Un conductor, al tener derecho al paso, puede avanzar con rudeza o arrogancia. Hay muchas situaciones en que es fácil tener razón en forma incorrecta.
El desafío consiste en prestar la misma atención a los "medios" que a los "fines", reconocer que la manera cómo uno alcanza su meta es tan importante como lo es el alcanzarla. Pues si dejamos de considerar el espíritu o la actitud de nuestro intento, inadvertidamente socavamos o aun trastocamos el bien que quisiéramos llevar a cabo.
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