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Cuando atravesamos un desierto es bueno tener un caballo

Del número de agosto de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas Personas les gusta mucho la organización. Su vida está virtualmente envuelta en reuniones constantes, teléfonos ocupados, agendas llenas. Sin embargo, otros tienen una perspectiva bastante diferente acerca de la organización, de cómo y si deberían acomodarla dentro de su vida. Tienden a poner de relieve una actitud independiente y sentir cierta intromisión o usurpación cuando están comprometidos con una organización.

Ambos puntos de vista requieren que se piense en ellos con mucha honestidad cuando se trata de la organización de la iglesia. La persona cuya vida depende de como se relaciona con los demás, puede que necesite dar un paso atrás y aprender un poco más acerca del valor que tiene la independencia. Para la persona que es reacia a aceptar las responsabilidades y obligaciones de una organización, puede que quiera pensar un poco más sobre lo que significa ser más generoso y sobre cómo puede ayudar a sus semejantes de una manera más eficaz al unir esfuerzos para resolver los problemas.

La iglesia bendice a las personas de muchas maneras. Una de estas maneras es que las actividades de la iglesia pueden promover cierto orden y estructura en la vida de una persona. El orden es un ingrediente muy importante. Especialmente cuando se trata de demostrar las cualidades espirituales en un mundo que parece ser bastante inestable.

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Sra. Eddy define el concepto puramente espiritual de “Iglesia”: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”. Ella está hablando aquí de la naturaleza verdadera y perfecta de Iglesia, la idea divina que Dios estableció y perpetuó. Esta idea divina incluye el concepto de estructura. Vemos la evidencia de ese concepto de maneras muy prácticas. La idea divina se puede manifestar cuando contemplamos nuestras actividades de una manera disciplinada, cuando estudiamos en una forma ordenada, o cuando nos sentimos libres de los pensamientos y acciones irregulares y caóticos, que no tienen orden ni concierto.

Todo lo que tenga una utilidad y propósito genuinos en la experiencia humana, lleva implícito un factor espiritual. La idea divina, la Iglesia, es la base del orden y la estructura de estas actividades.

Pero hay momentos en que el amor que sienten las personas por la independencia y el deseo de no estar comprometidas en otras obligaciones, pueden privarlas de valiosos medios por los cuales la organización humana puede apoyar su progreso.

Suponga que usted está en medio de un desierto y tiene solamente una cosa, un caballo que usted todavía no sabe montar. Puede ser que haya hecho algún intento de montarlo, y en cada ocasión ha sido lanzado contra los arbustos. Después de un tiempo puede que renuncie al caballo y decida que va a caminar solo por el sendero.

Si ha terminado en una pila de polvo repetidas veces, es comprensible que la frustración y aun la hostilidad hacia el intratable animal, podría hacer que decidiera irse solo. Pero hay una mejor manera. Usted y el caballo tienen que llegar a un acuerdo. No puede permitir que el caballo tenga dominio sobre usted. El está allí para servirlo. Si se toma el tiempo para entenderlo, para trabajar con él y reconocer su fortaleza, el caballo puede probar que es más que simplemente útil. El puede ser de incalculable valor al transportarlo durante un viaje duro y largo.

No hay nada como un buen caballo cuando alguien está cruzando un gran desierto. De alguna manera, la organización humana de la iglesia es simplemente un caballo de diferente color. Sí, puede haber momentos en que el caballo nos ha arrojado al suelo. Y sí, a veces se necesita verdadero valor y fortaleza para montar de nuevo. Pero cuando dominamos la organización humana — o sea cuando llegamos a respetar y a amar el propósito que la organización tiene en la iglesia — y cuando hacemos de la organización un verdadero servidor, ésta puede ser de gran ayuda.

El profeta brindó una vívida imagen cuando habló de que el pueblo busca la presencia divina que en el pasado los había ayudado en el desierto; ahora el pueblo estaba preguntando dónde estaba Dios, dónde estaba El que había guiado a Su pueblo “como un caballo por el desierto, sin que tropezaran” (Isaías). Las organización de la iglesia también representa la presencia de Dios con nosotros; puede librarnos de algunos tropiezos a través del desierto de la existencia mortal. Puede ser una influencia segura, un apoyo invaluable a medida que dejamos atrás las creencias de la mortalidad.

Por más activo (o inactivo) que usted sea al apoyar la organización de la iglesia, ahora podría ser un buen momento para estar más agradecido por ello, para ver cómo puede ayudarlo a medida que descubre que la verdadera iglesia de Dios es totalmente espiritual y que el hombre, por ser el hijo puro de Dios, mora con seguridad en ella.

¡Cuán amables son tus moradas,
oh Jehová de los ejércitos!. ..
Porque sol y escudo es Jehová Dios;
gracia y gloria dará Jehová.
No quitará el bien
a los que andan en integridad.
Jehová de los ejércitos,
dichoso el hombre que en ti confía.

Salmo 84:1, 11, 12

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