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Cuando Era Niña para mí era...

Del número de agosto de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Era Niña para mí era natural sentirme cerca de Dios, escuchar Su voz que me guiaba, y confiar de todo corazón en Su habilidad para librarme del mal. Aunque mis padres no asistían a la iglesia, tenían fe en Dios y me llevaban con mis hermanas a la Escuela Dominical de una iglesia protestante. Oraba a Dios como se me enseñaba y trataba de aplicar en mi vida diaria lo que aprendía en la Escuela Dominical. Una vez, cuando estuve enferma con rubeola, sentí la presencia de Dios, y escuché con toda claridad las siguientes palabras: “Yo soy tu Vida”. Este mensaje de Dios fue un hecho importante en mi desarrollo espiritual y me hizo más receptiva a la guía de Dios.

Durante mi primer año en la universidad, mi padre fue asesinado. Esto me hundió en un estado mental de desesperación y oscuridad. Mi mundo, tal como lo había conocido hasta ese entonces, ya no sería el mismo; y no podía encontrar consuelo en ninguna parte. Tenía preguntas que requerían respuestas espirituales. Sentía un profundo deseo de conocer mejor a Dios y de comprenderlo verdaderamente. Sabía que sólo Dios podía llenar el vacío que sentía.

Unos meses después, una amiga comenzó a compartir conmigo algunos conceptos que había leído en un libro. El libro era Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, y se lo pedí. Desde el momento en que comencé a leerlo, me di cuenta de que explicaba lo que ya había comenzado a aprender sobre Dios y mi relación con El. Me encantó la primera frase: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”. Estas palabras trajeron luz a mi ensombrecida conciencia. Leía el libro constantemente, hasta cuando iba en camino a mis clases y también durante los almuerzos; no podía dejarlo. ¡Había llegado la luz! Superé el pesar y la depresión.

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