Si Es Cierto que no es fácil nadar contra la corriente, también es cierto que siempre es correcto hacer el esfuerzo por mantenernos por encima de las olas. Esto nos hace progresar.
A fin de hacer el trabajo de curación espiritual — sanarnos a nosotros mismos y sanar a otros — debemos aprender a volvernos a Dios en oración, a escuchar a la Mente divina, que nos gobierna. También debemos desafiar maneras de pensar que están muy bien aceptadas y hasta apoyadas por el mundo, creencias que suponen que el poder de Dios no puede sanar, mientras afirman agresivamente que la materia puede sanar y que la humanidad debe buscar ayuda en la materia.
A veces, enfrentar y superar estas creencias puede ser difícil. Pero nosotros hemos tomado este camino de la curación cristiana por algo, y ese algo es Dios, la Verdad infinita.
Los israelitas de los tiempos antiguos fueron guiados por la Mente, Dios, a través del Mar Rojo, y posteriormente a través del desierto. A veces, también nosotros tenemos que cruzar las aguas turbulentas de las suposiciones mortales, confiando en la Mente divina, o caminar a través del desierto, a través de dudas y temores, para encontrar el monte de Dios, la revelación del Amor divino, Su omnipresencia.
Sí, puede haber persecución en este viaje. Pero benditos somos, como dice nuestro Maestro Cristo Jesús en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
Recuerdo que antes de encontrar la Ciencia Cristiana busqué la verdad en la literatura, en los clásicos, en la filosofía. No me contentaba con la fantasía, pero obtuve alguna luz al leer los escritos de aquellos que estaban en los peldaños espirituales. Sin embargo, yo buscaba toda la verdad. Los pensamientos metafísicos genuinos tienen su base en el cristianismo. Yo deseaba comprender el cristianismo, la Ciencia de las enseñanzas de Cristo.
En el país donde vivía entonces, el gobierno era antidemocrático y anticristiano. Después de la Segunda Guerra Mundial, decidí dejar este país con el propósito de ir a un país libre. Dios, en Su bondad, me preparó el camino.
Mediante la oración, pronto conocí a un hombre que también estaba orando en busca de la guía de Dios. Al tiempo nos casamos. Confiando en la oración también tuve tres saludables hijos, lo cual, de acuerdo con un diagnóstico médico, no debería haber sido posible.
Un día, encontré una Biblia bajo el techo de mi casa. Este fue el comienzo de mi libertad espiritual. Tomé muy en serio las palabras de Cristo Jesús, las cuales me dieron consuelo y fortaleza espiritual para mis tareas diarias, especialmente la educación de mis hijos. Pero me di cuenta de que yo necesitaba comprensión espiritual. Con sinceridad, pedí a Dios que me diera algo que me explicara el sentido espiritual de la Palabra y también a alguien que pudiera instruirme. Pronto encontré esta Ciencia y, mediante ella, la totalidad de Dios, el bien.
Al visitar un barco alemán que había llegado a un puerto cercano, conocimos a una persona de una cultura extraordinaria. Habían solicitado su capacidad profesional para reorganizar varias industrias. Lo invitamos a nuestra casa, y cuando vio mi biblioteca me dijo que me faltaba un libro: Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Le dije que yo estaba buscando la verdad absoluta de Dios. En su próxima visita me trajo el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, y posteriormente todas las obras de la Sra. Eddy; también me regaló una suscripción al Heraldo. Mi gratitud era inmensa. Había encontrado lo que durante tanto tiempo había buscado.
No ocurrió lo mismo con mi familia. Su indiferencia, hasta el punto de que a veces se burlaban de mí, me producía mucha tristeza. En un momento dado, esta tristeza fue tan intensa que sufrí dolores. Sin embargo, mi confianza en la verdad que estaba aprendiendo era grande y, más que nada, yo quería demostrar la Ciencia. Esa noche pensé acerca de Jesús y la cruz. Escuché para oír esa voz interior, “la voz callada y suave” de la Verdad. Entonces sentí estas palabras de gran valor, que me permitieron continuar en el camino espiritual: “Jesús ya lo probó para tí y para todos. Tú tienes la corona de regocijo”. Sané. El dolor desapareció. Recordé que Cristo Jesús dijo a sus discípulos sobre sus enseñanzas: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”.
A partir de entonces, el amor hacia mi familia fue más inteligente, más espiritual, más a la manera del Cristo. Si bien no todos ellos aceptaron la verdad científica que declaran las obras de la Sra. Eddy, hubo numerosas curaciones. Mi madre sanó del hábito de fumar y de cálculos en la vesícula cuando oré por ella. Mi cuñada comenzó a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud después de sanar de tuberculosis y de una enfermedad del corazón mediante la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Y mi esposo sanó de una seria hemorragia.
Años más tarde, me enfrenté con una época de serios desafíos. Después de la muerte de mi esposo, los parientes me culparon a mí y a la Ciencia Cristiana, aunque mi esposo había estado recibiendo tratamiento médico en ese momento y durante años antes de eso. Yo conocía los hechos, así que al principio no me afectó. Pero cuando comenzaron a hostigar a mis hijos y surgieron asuntos legales, me volví a la Palabra de Dios en la Biblia, a la justicia divina. El estudio concienzudo de la Ciencia Cristiana y el apoyo mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana nos ayudaron mucho en esa situación. Yo confiaba en lo que dice la Biblia de Dios en Isaías: “Tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos”.
Con el tiempo nos exoneraron y pudimos pagar todas nuestras deudas. Esto sigue llenándome de gratitud a Dios. De esta experiencia aprendí la gran lección de confiar completamente en Dios, la Mente divina, la fuente de toda piedad así como de justicia, que bendice a todos.
Si en nuestro camino encontramos oposición o resistencia a la Ciencia divina y aún no podemos explicar la verdad metafísica, es mejor quedarse callado. La Verdad sólo es comprensible cuando el Amor nos inspira a decir lo que es necesario. Como la Sra. Eddy explica en su libro Escritos Misceláneos: “Cuando habla el corazón, por sencillas que sean las palabras, su lenguaje es siempre aceptable para quienes tienen corazón”.
Sabemos que, una vez que lo comprendemos, todo parece fácil, inevitable y correcto. A medida que conocemos mejor la ley divina, cuya fuente es el Amor perfecto, y aplicamos esta ley correctamente en nuestras tareas diarias, el camino se vuelve más claro y brillante, y el mundo a nuestro alrededor deja de parecer un enemigo. Esto significa comprender verdaderamente el mensaje de Cristo, y el gozo que viene con él.