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Opiniones de la madre de un hijo pródigo

Escrito para Asuntos de Familia

Del número de agosto de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En razón de la proliferación de la adicción a las drogas y de actividades amorales, las familias muchas veces deben enfrentar y resolver serios problemas y choques dolorosos ocasionados por temperamentos diferentes. Lo que un hijo o una hija quiere tener, o ser, o hacer, quizás esté en oposición a las normas de sus padres. Incluso puede tratarse de una conducta autodestructiva. La oración que nos brinda la certeza de la intención y el cuidado infalibles que tiene Dios con todos Sus hijos, puede traer soluciones.

Muchos padres podrían decir que si uno no sabe adónde se quiere llegar en la crianza de sus hijos, si no posee un sentido claro de lo que realmente quiere y de la dirección que quiere seguir, es como estar dando vueltas en círculos. Entonces, ¿cuáles fueron sus pautas para ser madre, formar una familia y trabajar con sus seis hijos? Una madre tiene objetivos para sus hijos. Fundamentalmente, que sean buenos ciudadanos y amen a Dios. Mi esposo y yo sabíamos desde el comienzo que amábamos a Dios y que como Científicos Cristianos activos queríamos criar a nuestros hijos basándonos en las enseñanzas de Cristo Jesús. Esto era muy importante para nosotros.

Uno de nuestros hijos era una verdadera delicia cuando era pequeño, pasando por las etapas tempranas de crecimiento con muy pocos problemas. Recién al comenzar la escuela, empezamos a notar una cierta sensibilidad; estaba dispuesto a pelear por cosas incorrectas y a enojarse si no podía salirse con la suya. Oramos consagradamente y la situación mejoró algo; pero con el tiempo las cosas se nos escaparon de las manos.

A medida que Chuck iba creciendo, hubo un constante vaivén entre lo que era correcto y lo que no lo era. Siempre estaba como viviendo en el límite. Cuando era bueno era muy bueno, pero cuando era malo era imposible.

¿Cómo era su comunicación con él? El venía y me exponía sus problemas en forma muy explosiva. Y una vez que se había desahogado, podíamos hablar con calma. Lo más importante que tuve que aprender fue a escuchar sin reaccionar por lo que salía de su boca. Una etapa decisiva para mí se presentó cuando comenzó la escuela secundaria. Yo había captado el concepto metafísico de que el hombre — el hombre verdadero de la creación de Dios — no es nunca un instrumento para el mal. Y sentí que toda esta situación iba a ser tanto mi curación como la de él; en realidad, sigo creyendo lo mismo. Yo debía aprender a separar “lo precioso de lo vil”, tal como la Biblia lo indica en Jeremías.

Es una situación emocional terrible para un padre, quizás en especial para una madre, que el hijo parece rechazarla tanto a ella como a su amor. Hay muchas heridas que es preciso sanar. Efectivamente, muchísimas. Sentíamos, con mucha firmeza, junto con todos los niños (Chuck es el que le sigue al mayor) que sus necesidades y períodos de crecimiento estaban relacionados, que todos en la familia estábamos juntos. No era simplemente el problema de él o el mío. Era una situación familiar, y debíamos solucionarla todos juntos. De modo que fue así como lo seguimos intentando.

¿Se volvió destructivo? Nunca fue físicamente destructivo para con los demás. Fue más que nada su propia destrucción por medio de las drogas, que comenzó durante su primer año de escuela secundaria. Nos habíamos mudado de un pueblo pequeño a una ciudad, donde la escuela secundaria tenía más de tres mil alumnos. Era fácil para un muchacho sentirse perdido en esa situación.

Cuando recién nos mudamos, Chuck parecía haber sido muy bien aceptado por sus compañeros y lo invitaban a fiestas y a participar en las actividades de la escuela. Pero muy pronto sus calificaciones empezaron a bajar y su mal genio empezó a hacerse sentir con frecuencia. Era imposible satisfacer a Chuck. Todo lo que uno le daba o hacía por él, nunca era bastante bueno.

Durante todo este tiempo siguió asistiendo a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y yo estaba muy agradecida por eso. El no se oponía a ir.

¿El sabía que usted lo amaba? Ahora él dice que sabe que lo amábamos. Pero cuando tenía diecisiete años llegó un momento en que, a pesar del amor, tuvimos que separarnos. La influencia de las drogas y de la bebida finalmente comenzó a afectar al resto de la familia.

Y cuando usted lo enfrentaba ¿qué decía él? Siempre lo negaba; siempre negaba que tuviese algo que ver con esa actividad. Entonces una noche regresó tarde, más tarde que nuestro toque de queda, que el toque de queda de la ciudad.

Yo por fin acababa de dormirme. Pero a las 2:30 sonó la alarma de su radio despertador. Cuando abrí la puerta de su dormitorio, pude oler el alcohol. El se sobresaltó al notar que yo había entrado a su habitación, y yo me reí por haber descubierto de un modo tan inesperado que él tomaba alcohol. Ninguno de nosotros había puesto la alarma. Ambos atribuimos el incidente a una respuesta a la oración. Eso nos abrió el camino para hablar sobre la situación. Yo simplemente no podía aceptar esta influencia del alcohol o de las drogas en nuestro hogar.

Como a Chuck le gusta cantar, hablamos sobre la letra de uno de sus himnos favoritos del Himnario de la Ciencia Cristiana. La autora de la letra es la Sra. Eddy: “La colina, di, Pastor. ..” Tiene una promesa que en ese momento me dio mucha esperanza: “Lo rebelde rendirás”. Yo sentí que era Dios quien haría que se rindiera esa voluntad rebelde que se estaba negando a ajustarse o a perseverar en hacer lo que era correcto.

Esa noche también hablamos acerca de otro himno cuya letra dice:

Tu herencia, ¿cuál será?
Imagen fiel de Dios.
¿Cuál es del Padre el plan,
Nacido de Su amor?

Esto me hizo sentir nuevamente que estaba realmente en condiciones de separar a mi hijo del mal, del hipnotismo, y comencé a ver que solo el bien y su influencia pura podía tener dominio.

En algunas familias se piensa que el tener un hijo que insiste en beber, consumiendo, por ejemplo, un par de cervezas y fumando un poco de marihuana, no es motivo para alarmarse o algo poco común para esta época. ¿Por qué a usted la perturbaba tan terriblemente? Cuando era niña, crecí en una familia donde había un alcohólico y no quería esa atmósfera para nuestros hijos. El alcohol y las drogas estaban dominando a Chuck. Se había vuelto muy inestable y su conducta había comenzado a controlar y a asustar a la familia. Todos andábamos en puntas de pie por temor a que cualquier cosa que pudiésemos decir provocara una explosión verbal muy violenta. Su hermanita y su hermanito menor le tenían miedo.

Así que, después de tantos años, finalmente, le tuvimos que decir: “Mira, éstas son las reglas en nuestro hogar. No queremos alcohol ni drogas de ninguna clase. Tus explosiones de ira y tu falta de control, están afectando a nuestra familia, y no podemos vivir de una manera feliz y normal”.

Llegado este punto, yo había estado pensando mucho sobre el relato del hijo pródigo en la Biblia (véase Lucas 15:11–24). Empecé a ver que el verdadero control sólo podía estar en manos de Dios. Pienso que tal vez nuestra situación era similar a la del hijo pródigo. Las acciones de Chuck estaban diciendo: “Yo no quiero que me ayuden a salir de esta situación. Estoy decidido a continuar tomando drogas y alcohol. Voy a hacer lo que yo quiero”. Yo tenía una responsabilidad hacia mis otros hijos al igual que con respecto a mi propia vida con mi esposo.

Amo muchísimo la Biblia y la manera en que la Sra. Eddy nos abre los relatos de la Biblia. Esta experiencia con Chuck realmente me hizo amar más, y comprender mejor al patriarca Abraham, que tenía dos hijos, Ismael e Isaac. El tuvo que tomar algunas decisiones muy duras sobre la vida de ellos. Confió en Dios (véase Gén., caps. 20–22). Yo había comenzado a sentir esa maravillosa confianza en el bien que tenía Abraham. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice lo siguiente acerca del significado de Abraham: “Ese patriarca ilustró el propósito del Amor de crear confianza en el bien, y demostró el poder de la comprensión espiritual para preservar la vida”.

El día en que sentí que yo había llegado al final del camino con Chuck, empecé a pensar en el relato de Ismael, el hijo de Abraham, y cómo Abraham los envió a él y a su madre Agar al desierto. Se había terminado el agua y aparentemente no tenían ninguna clase de ayuda.

Ese día, mientras leía el relato, vi que la madre tuvo que confiar en Dios y no tener miedo por la suerte del niño. Precisamente el relato dice que el ángel habló a Agar y le dijo: “No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está”. Realmente, fue como si me hubiesen quitado una tremenda carga de encima.

La Biblia también dice que Agar se apartó porque no quería ver la muerte de Ismael. Pensé: “Muy bien, si Agar no quería ver la muerte, ¿qué es lo que quería ver?” La respuesta fue “vida”, y que mi responsabilidad era ver a mi hijo como el hijo de Dios en la Vida y la perfección, no en esa terrible y tumultuosa situación.

Esto fue de gran inspiración y me apoyé en ello durante los siguientes encuentros que tuve con Chuck. Por último, pude decirle sin rastros de emoción y en forma calmada y racional: “Chuck, lo que estás haciendo no es bueno ni para mí ni para nuestra familia, y es obvio que lo que yo espero y por lo cual estoy orando no es lo que tú quieres hacer. Así que vamos a tener que poner cierta distancia entre tú y nosotros”.

Chuck abandonó el hogar, pero nos mantuvimos en comunicación. Al cumplir diecisiete años, y con nuestra autorización, decidió alistarse en la Fuerza Aérea. Era muy obvio que aún tenía el problema de las drogas. Su razonamiento para alistarse fue: “Mamá, sé que necesito la disciplina, sé que necesito tener un ingreso para mis gastos y sé también que no deseo volver a casa”.

Mientras Chuck estaba alistado ¿escuchó Dios “la voz del muchacho” desde donde estaba? Oh, sí, ¡y de tantas maneras! Esa parte es su curación, y algún día él dará testimonio de ella. Puedo decirle que hubo desarrollo y regeneración. Pero yo estuve hablando sobre el punto de vista y la curación de la madre: la manera en que es posible que los padres se apoyen en la intuición espiritual y en su fe en Dios. Chuck me dijo que cuando él realmente tocó fondo “las cosas que tú y papá me enseñaron con tanta claridad — lo que es Dios y cómo elegir entre lo bueno y lo malo — fueron las cosas a las que me aferré y que me permitieron salir del pozo”.

Fue una sorpresa maravillosa cuando al cumplir los veintiún años obtuvo el Premio al Aviador del Año, con una mención por autodisciplina. O sea, muchas de las cosas que habíamos deseado para Chuck y para nosotros acerca de “tu herencia ¿cuál será?”, y tantas cosas que queríamos que aprendiera y que habíamos tratado de vivir en nuestra vida, estaban dando fruto.

En nuestro país y en otros países, se ha hecho un llamado para tener una sociedad libre de drogas y eso es bueno. La respuesta a este llamado debe venir de las personas individualmente y de las familias. Actuar de acuerdo con la frase “Simplemente digan ‘No’ a las drogas” exige valor y fortaleza. Estas cualidades derivan de la disposición a decir “Sí” al bien. “Sí” a todo lo que es bueno en nosotros y en los demás. En su libro Retrospección e Introspección, la Sra. Eddy se refiere con claridad a este tema. “Dios es bueno, de ahí que la bondad es algo, porque representa a Dios, la Vida del hombre. Su contrario, la nada, llamada el mal, es solamente una conspiración en contra de la Vida y la bondad del hombre”. Más adelante ella dice: “Es científico morar en armonía consciente. .. Para hacer esto, los mortales deben primero abrir los ojos a todas las formas ilusivas del error, sus métodos y su sutileza, a fin de que la ilusión, el error, pueda ser destruida; si esto no se hace, los mortales serán víctimas del error”.

Así que, como ve, estoy convencida de que los padres pueden confiar plenamente en el poder del bien y, por medio de la oración y el Amor divino, desenmascarar la destrucción producida por la adicción a las drogas. Las familias y las personas individualmente no tienen porqué ser víctimas, porque Dios es, en realidad, la Vida de cada uno de Sus hijos.

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