Hace Poco Estuve sirviendo en el ejército en la zona de guerra del Golfo Pérsico. Un día, poco después de la medianoche, viajaba de regreso de una patrulla nocturna en la parte trasera de un vehículo de Infantería Bradley con otros de mi unidad. Era normal allí subir y bajar altas colinas tanto de día como de noche. Por supuesto un viaje de este tipo era más difícil por la noche, aun con los lentes de visión nocturna puestos, pues los lentes nocturnos no tienen mucha capacidad para la percepción de fondo. Y eso era lo que el teniente estaba usando cuando guiaba nuestro vehículo arriba y abajo de las colinas.
De repente, todos los que estábamos en el vehículo fuimos sacudidos como si fuéramos muñecos de trapo. Nos habíamos estrellado colina abajo. El único herido fue nuestro chofer, que estaba inconsciente. Todos los demás salimos del camión sin daño alguno. Se consideró que era un milagro que todos estuviéramos vivos; ¡habíamos sufrido un deslizamiento de dieciséis metros seguido de una caída de ocho metros! Oré, reconociendo que el hombre espiritual de Dios está por siempre bajo Su cuidado y nunca puede sufrir daño, él está siempre a salvo.
Me pidieron que me acercara al chofer y viera si estaba bien y tratara de revivirlo. Había mucho temor, pero yo meramente lo eché a un lado y oré con “la exposición científica del ser” que aparece en el libro Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. La exposición comienza así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Al pensar sobre la exposición, simplemente supe que Dios es “el gran Yo Soy” (Ciencia y Salud) y que, por lo tanto, en realidad estábamos bajo Su control y gobierno en aquel mismo momento. Me asomé a la cabina del chofer y dije algo así: “¿Cómo estás?” Y él contestó: “Estoy bien”.
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