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Eva y la verdadera femineidad: las consecuencias en el liderazgo

Del número de agosto de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Poco Oi comentar a un periodista que se ha hablado y escrito tanto sobre el movimiento de liberación femenina y sobre la mujer, que resulta particularmente difícil escribir sobre ese tema sin caer en clichés ni ser repetitivo.

Se ha dicho mucho al respecto, pero comprender la Ciencia Cristiana ofrece una importante perspectiva para enfocar el tema. El movimiento de la Ciencia Cristiana fue fundado por una mujer en una época en que los líderes teológicos y mundiales eran, por lo general y casi exclusivamente, hombres. Por estar sustentada por la mansedumbre y el valor espiritual de Mary Baker Eddy, la luz que la Ciencia Cristiana arroja sobre el tema representa, para los hombres y mujeres de fines del siglo veinte, un singular desafío.

Por ejemplo, consideremos el discernimiento espiritual que la Sra. Eddy incluye en Ciencia y Salud con respecto a la alegoría bíblica de Adán y Eva. Después que la pareja come del fruto prohibido, Jehová Dios le pregunta a Adán si ha comido lo que él le había ordenado que no comiera. Adán le responde: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Cuando Dios le pregunta a Eva, ella contesta: “La serpiente me engañó y comí”. La interpretación tradicional de estas dos respuestas ha estereotipado a la mujer como una tentadora que atrae al hombre a pecar, y el hombre ha sido, en cierto modo, justificado en sus acciones.

Sin embargo, Ciencia y Salud ofrece una perspectiva espiritualmente iluminada de este relato y una percepción más clara de la verdadera femineidad. Dice así: “La Verdad interrogando al hombre en cuanto a su conocimiento del error, encuentra que la mujer es la primera en confesar su falta. Ella dice: ‘La serpiente me engañó, y comí’, como si en humilde penitencia dijera: ‘Ni el hombre ni Dios han de cargar con mi culpa’ ”.

Para un mundo embelesado con los ganadores agresivos y poderosos, la aceptación de culpabilidad por parte de Eva puede no parecer atractiva Ella no justificó sus acciones de la manera que algunos podrían haber esperado. Sus palabras reconocen, mansamente, que ha sido engañada.

El mundo no siempre ama la mansedumbre. Para algunos la mansedumbre significa debilidad; especialmente cuando se trata de una mujer. Es asociada con sumisión y vulnerabilidad. Pero la verdadera mansedumbre nos permite ver el error que hemos cometido. Esta actitud lleva en sí la fuerza de la humildad y la obediencia a la voluntad de Dios.

Es de especial importancia comprender la diferencia que existe entre someterse a otra persona y entregarse a Dios, si queremos protegernos de la dominación o de que nos hagan víctimas. Porque aunque la mansedumbre, considerada como obediencia a Dios, no utiliza armas materiales o fuerza física para defender su posición, tiene poder y autoridad divinos. El entendimiento de la verdadera mansedumbre ayuda a explicar la declaración de Pablo a los Corintios: “Cuando soy débil, entonces estoy fuerte” y la de Jesús: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”.

También debemos entender que la mansedumbre, aunque ilustrada en este caso por Eva, no es una característica especial de la mujer. Es una cualidad que deriva de Dios, no del género masculino o femenino; cualidad que tanto hombres como mujeres pueden expresar.

La mansedumbre auténtica sacrifica el sentido humano o material de nosotros mismos, el sentido que quiere ser justificado y defendido, por el sentido espiritual, sostenido por Dios y derivado de El. Esta mansedumbre nos permite sacrificar el poder y la influencia personales por el privilegio de volvernos seguidores, seguidores de Cristo. Este privilegio implica un rechazo diario de la ambición personal, del amor propio y de la justificación propia. Requiere respetar constantemente las palabras de Jesús: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.

La Sra. Eddy dice más sobre la historia de Eva: “Ella ya ha aprendido que el sentido corporal es la serpiente. Por lo tanto, es la primera en abandonar la creencia en el origen material del hombre y en percibir la creación espiritual. Eso más tarde habilitó a la mujer para ser la madre de Jesús y para ver junto al sepulcro al Salvador resucitado, que pronto habría de manifestar al hombre inmortal creado por Dios. Eso habilitó también a la mujer para ser la primera en interpretar las Escrituras en su sentido verdadero, que revela el origen espiritual del hombre” (Ciencia y Salud).

Vista bajo esta luz, la historia de Adán y Eva nos ayuda a entender por qué las cualidades femeninas son una parte necesaria del verdadero liderazgo. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana nos muestran que este relato ofrece una lección espiritual y no política. Esta lección no preconiza una sociedad dirigida sólo por mujeres, sino que muestra el liderazgo de las cualidades de la verdadera femineidad; cualidades dadas por Dios, reflejadas libremente por todos Sus hijos. Que seamos humanamente hombres o mujeres, no nos niega acceso — ni nos da el acceso privilegiado — a cualquiera de las cualidades de Dios. Puesto que Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen, todos Sus hijos son en realidad Su expresión espiritual completa.

El liderazgo de la verdadera femineidad no es una amenaza para la verdadera masculinidad. Espiritualmente, la femineidad no es lo opuesto de la masculinidad. No hay conflicto entre ambas. La femineidad y la masculinidad derivan de la maternidad y paternidad de Dios, y comprenden las cualidades expresadas por todos Sus hijos.

De modo que tanto hombres como mujeres pueden aprender de Eva. Al enfrentarnos con la evidencia de las creencias del mundo en el poder físico — las armas, las ambiciones, las enfermedades y los deseos de la materia — no necesitamos acusar, encubrir, mentir, ocultar o justificarnos. En cambio podemos identificar quién es en realidad el mentiroso — como lo hizo Eva — y aceptar nuestra responsabilidad de rechazar y no dar crédito a esa percepción material del mundo.

El enfoque de Eva es fundamental para la curación cristiana. Incluye un arrepentimiento práctico que abandona todo lo que sea desemejante a Dios, el Espíritu, y una mansedumbre práctica que reconoce y acepta el poder de Dios.

Puede no ser fácil ver la irrealidad de la materia y comprender la totalidad del Espíritu, Dios. Puede significar oponerse a las actitudes convencionales que dominan el pensamiento del público, y que parecen tener un poder formidable. Pero la verdadera femineidad no es tímida. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “En este período revolucionario, como el joven pastor con su honda, la mujer se adelanta para luchar contra Goliat”. En la historia bíblica de David y Goliat, David (el joven pastor) vence. Y lo hace sin la armadura ni la espada del rey, y sin ningún sentido de haberlo logrado personalmente o de haber realizado una proeza. El le dice a Goliat: “Sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”.

Por más que la tradición trate de negarlo, las necesidades de nuestra época requieren que tanto hombres como mujeres expresen el liderazgo de la verdadera femineidad. Para poder reconocer la falsedad de la atración o la agresión de la vida material, para poder entender el poder sanador del Amor divino, el mundo necesita la contribución de la femineidad, la mansedumbre, la inmolación propia, el valor y la fortaleza perdurable.

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente
a la de las piedras preciosas. ..
Abre su boca con sabiduría,
y la ley de clemencia está en su lengua. ..
Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
Dadle del fruto de sus manos,
y alábenla en las puertas sus hechos.

Proverbios 31:10, 26, 30, 31

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