“Tengo Un Terrible dolor de espalda”, dijo la paciente a la practicista de la Ciencia Cristiana. “Puede ser porque trabajé demasiado en el jardín, o porque me siento sobrecargada con los preparativos para la boda de mi hija, que será un acontecimiento muy importante. ¡O podría ser mi hijo que ahora se peina con una cola de caballo!”
Cuando la practicista colgó el teléfono, se rió del cuadro que le vino al pensamiento. ¡Elección múltiple! Un examen que consiste en una declaración seguida de un número de respuestas posibles, de las cuales una sola es la correcta. ¡Cuántas veces había tenido ese tipo de examen cuando era estudiante! Recordaba, también, las instrucciones: “Marque una de ellas con un círculo”. Para eliminar cualquier factor de azar, algunos exámenes incluían también la respuesta: “Ninguna de ellas”.
La practicista sabía que el tratamiento en la Ciencia Cristiana, o la oración, de ninguna manera se parece a un examen en el cual se espera adivinar la supuesta “causa” de la enfermedad. De hecho, es exactamente lo opuesto. Como lo explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “La causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues, más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano”. Por lo tanto, la respuesta científica a la interesante lista de la paciente sobre las posibles causas tendría que ser: “¡Ninguna de ellas!” Porque es seguro que ninguna de las supuestas razones que se ofrecieron ni siquiera remotamente se refería a la causalidad espiritual.
La Ciencia Cristiana enseña que el Espíritu, Dios, es la única causa; por lo tanto, la causalidad siempre es espiritual. El hombre espiritual, la única identidad verdadera de cada uno de nosotros, es el resultado, la expresión perfecta, de esa única causa divina. La individualidad espiritual y verdadera del hombre por siempre es, en consecuencia, el efecto perfecto. El es el efecto espiritual, invariable e indestructible de la única causa perfecta, que es Dios.
La oración, o tratamiento, en la Ciencia Cristiana con frecuencia consiste en afirmar y negar. Es decir, a menudo implica afirmar los hechos espirituales del ser — la perfección de Dios y del hombre — y en negar todo lo que parezca ser contrario a ellos. Podría decirse que afirmar y negar es declarar, mediante la oración, aquello que es y aquello que no es verdad acerca del hombre. Específicamente, es afirmar los hechos espirituales de la verdadera identidad del hombre como el hijo íntegro, puro y perfecto de Dios; y negar lo que parece ser la evidencia de los sentidos: enfermedad, adicción, discordia, infelicidad y cualquier tipo de carencia.
Al llegar a este punto usted podría preguntarse por qué el paciente le ofreció al practicista tal variedad de supuestas “causas” si solamente hay una causa a considerar. O, si está familiarizado en alguna medida con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, podría preguntar: “¿No dice la Sra. Eddy una y otra vez que el temor es la causa básica de toda enfermedad?” Sí, lo dice. En Ciencia y Salud ella dice: “La causa promotora y base de toda enfermedad es el temor, la ignorancia o el pecado”.
Esta declaración parece contradecir la citada con anterioridad que dice que “la causalidad espiritual es la única cuestión a considerar”. Sin embargo, no la contradice cuando se comprende la distinción que hace la Sra. Eddy entre la única causa espiritual, que es Dios, y la mente mortal y sus pretendidas creencias causativas.
La mente mortal, o “mente carnal”, como se la denomina en la Biblia, es una falsificación de la Mente única, que es Dios. La mente mortal es un estado ilusorio de consciencia. Es la creencia de que hay una mente separada de Dios, una mente en la materia, que mantiene dentro de sí el origen y la causa de todo el sufrimiento en el mundo. Pero la mente mortal misma es una creencia falsa, y la causa verdadera nunca puede encontrarse en ella porque la causalidad es totalmente espiritual. Es por esa razón que si esperamos tener una curación espiritual, siempre es inútil especular sobre las pretendidas causas materiales.
Los seres humanos miran constantemente en la dirección equivocada al buscar una causa, ya sea que sus problemas parezcan ser físicos o mentales. Aunque la Ciencia Cristiana hace hincapié en la naturaleza mental de toda clase de enfermedades, esto no significa que sea similar en manera alguna al concepto de causalidad mental que sostiene la medicina material, así como la psiquiatría o las llamadas enfermedades psicosomáticas. La psiquiatría sondea la mente humana en busca de una supuesta causalidad mental. La Ciencia Cristiana deja que la omnisciencia de la Mente divina revele a la vez aquello que pretende ser la causa y su respuesta espiritual.
Cuando uno reconoce por medio de la oración que Dios es la única Mente del hombre, y niega la existencia de cualquier otra mente, es frecuente que las verdades espirituales necesarias para sanar un caso específico se perciban rápidamente. Esto se debe a que Dios, la única Mente real del hombre, es infinito, omnisapiente, omnipresente, y provee las ideas espirituales necesarias para responder a toda necesidad humana.
La resolución del caso que está en discusión lo demuestra con total claridad. Cuando la practicista al orar afirmó que la causalidad espiritual era la única causa, sabía que cualquiera fuese la pretendida causa, le iba a ser revelada. De modo que cuando le vino al pensamiento una curación de la Biblia que le era familiar — la curación de la mujer que tenía un “espíritu de enfermedad”— sintió que tenía la respuesta. No era necesario corregir una condición física sino una creencia falsa, la creencia de que la paciente era una mujer mortal en lugar de la hija perfecta de Dios. El Evangelio según Lucas dice que la mujer que acudió a Jesús para sanarse “andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar”, y Jesús la sanó instantáneamente.
Cuando el principal de la sinagoga le reprochó a Jesús el haber sanado en el día de reposo, la réplica del Maestro puede ser de un significado más importante del que se comprende generalmente. Dijo: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?”
Durante muchos años, me ha parecido que esa mujer simboliza la situación en la que han vivido todas las mujeres a lo largo de los siglos. Mujeres esclavizadas, encorvadas bajo el peso de la opresión cultural y física. La practicista comprendió que había pensado en el relato bíblico del sufrimiento de esa mujer por una sola razón: por medio de la oración necesitaba afirmar las verdades espirituales de la verdadera femineidad como las revela la Ciencia Cristiana.
La Ciencia Cristiana enseña que el hombre creado por Dios refleja la naturaleza de Dios, que es nuestro Padre-Madre. Ciencia y Salud explica que debemos volvernos más conscientes de este hecho: “Que aparezcan el ‘varón y la hembra’ de la creación de Dios. Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva en vida nueva y no reconoce ningún poder mortal o material capaz de destruir cosa alguna. Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas ‘autoridades. .. que hay’ ”.
La practicista concluyó su oración por la paciente regocijándose de que sólo podía manifestarse lo que es siempre real sobre “ ‘el varón y la hembra’ de la creación de Dios”. Sabía que los hechos espirituales que había estado afirmando siempre podían destruir cualquier concepto erróneo sobre la verdadera femineidad, que pudiera parecer como la causa del dolor y el agobio.
La paciente llamó en la mañana para informarle que había sanado. Expresó gratitud por haberse liberado del dolor y el malestar. A su vez, la practicista compartió con ella algunas de las verdades espirituales que había percibido. “¡Oh!” exclamó la mujer: “Me olvidé de contarle que también tenía a mi madre viviendo conmigo; así que realmente me veía como una agobiada mujer mortal: ¡como hija, esposa y madre!”
¿Ha estado orando sinceramente por una curación que parece demorarse? No se desaliente. Puede pensar que conoce la “causa” de su problema, pero si está considerando como causa la materia o la circunstancia material, está buscando en la dirección equivocada. El mal no tiene causa ni origen. La causalidad pertenece al Espíritu y la “causalidad espiritual es la única cuestión a considerar”.
Por lo tanto, si está luchando con algún problema, he aquí algunas reglas básicas que encontrará provechosas. (1) No juegue al detective con la mente mortal. (Eso es psiquiatría.) (2) No juegue a “marque una con un círculo”. (Una puñalada en la oscuridad jamás es la solución.) (3) No busque la causa en la mente mortal. (La mente mortal no existe.)
Considere la “única cuestión” porque solo Dios le dará las respuestas que conducen a la curación. No olvide que “más que todas las otras, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano”. ¿Quién quiere resistirse a eso? Cuando la mente mortal nos presente varias opciones, respondamos: “¡Ninguna de ellas!” Dios es la única causa, y El causa solamente el bien en Su efecto perfecto, el hombre.