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Un Dia, Andando en bicicleta,...

Del número de agosto de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Dia, Andando en bicicleta, un auto me atropelló y fui lanzada contra el pavimento. Me llevaron a un hospital en ambulancia contra mi voluntad, porque físicamente no tenía fuerzas para resistirme. Pero mis pensamientos estaban dirigidos a la fortaleza de Dios, la Mente, Su omnipresencia, omnisciencia, y omnipotencia. Sabía que el hombre siempre está unido a Dios por ser Su hijo espiritual, protegido y seguro en Su amoroso abrazo.

Un rato antes, había estado orando mucho con este pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “La adhesión, la cohesión y la atracción son propiedades de la Mente. Pertenecen al Principio divino y sostienen el equilibrio de esa fuerza del pensamiento que lanzó a la tierra en su órbita y dijo a la ola orgullosa: ‘Hasta aquí, y no más’ ”. Y sentía profunda gratitud al comprender que nada es imposible para nuestro Padre-Madre Dios.

Los rayos X mostraron que tenía una fractura en la base del cráneo, otra en un omóplato, un brazo roto, una clavícula rota, y una vértebra lumbar lastimada. Cuando dije que deseaba irme a casa, la doctora respondió que en vista de la grave lesión en la cabeza yo no podía decidir por mí misma, y que ella estaba a cargo del caso. Me dijo que debía guardar reposo por tres semanas, y que luego sería sometida a algunas intervenciones. Agregó que no pensara en abandonar el hospital durante tres meses por lo menos. Mientras me decía esto, yo afirmé mentalmente que Dios, la Mente, es Todo-en-todo; agradecí y reconocí a Dios como mi único médico.

Mi esposo pidió a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara por medio de la oración. Aunque permanecí en el hospital bajo observación por parte del personal médico, quedó claro en mi entendimiento este hecho espiritual: “Toda función del hombre real está gobernada por la Mente divina” (Ciencia y Salud). En las noches en que el dolor me impedía dormir, vi la oportunidad de orar profundamente por toda la humanidad y de dar gracias por la devota ayuda mediante la oración que me estaban dando. Sabía que Dios, el Espíritu, verdaderamente lo gobierna todo.

Se pidió a mi familia y amigos que me vieran en mi verdadera naturaleza, como el hombre espiritual de Dios, erguida y completa. Realmente pude sentir su amor y apoyo.

Una vez más me hicieron rayos X y me llevaron ante los especialistas. Poco después informé al personal del hospital que deseaba ir a otro sanatorio. Les indiqué que no estaba tomando medicación y que sentía que no necesitaba tratamiento médico. Manifestaron gran preocupación por mi partida, pues mi herida en la cabeza era considerada de riesgo mortal. Silenciosamente rechacé este argumento reconociendo que la Vida es infinita, espiritual y nunca está expuesta al riesgo, y que Dios es mi Vida. Luego, con completa confianza de que Dios es el único poder, firmé una declaración donde reconocía que estaba abandonando el hospital bajo mi entera responsabilidad.

Me llevaron a un sanatorio para Científicos Cristianos, donde me dieron una acogedora habitación y el equipo de enfermeros me atendió con todo amor. El practicista continuó orando por mí.

Cada día podía moverme un poco, y en ocho días estaba de pie otra vez, aunque todavía sentía dolor. En las noches oraba y también escuchaba conversaciones en el programa El Heraldo de la Ciencia Cristiana por onda corta. Entonces a menudo me levantaba y daba unos pocos pasos, alabando a Dios y agradeciéndole por el progreso espiritual.

Pronto pude manejarme sola nuevamente en cosas indispensables, como tomar una ducha. Después de una semana aproximadamente, pude ir al comedor, como otros pacientes. Recibí visitas y cartas muy cariñosas de mi familia y amigos que me dieron mucho ánimo. Los enfermeros me apoyaron en todo lo que me proponía; estaban a la expectativa de una curación completa.

Después de tres semanas de estar al cuidado de amorosos enfermeros, y una semana adicional de descanso y estudio, volví a mi casa completamente sana. Las palabras simplemente no son suficientes para expresar mi gratitud por esta hermosa curación.


Es con alegría que verifico las afirmaciones del testimonio de mi esposa.

Durante mi niñez, asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y hubo muchas curaciones en mi familia.

La rápida curación de mi esposa fue para mí una prueba más de que “para Dios todo es posible” (Mateo). Por medio de la oración y el constante estudio de la Ciencia Cristiana aprendemos que el entendimiento espiritual de Dios, la Verdad, sana al enfermo, como Cristo Jesús lo probó hace dos mil años.

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