La Historia Del nacimiento de Cristo Jesús se ha contado en muchas naciones y lenguas. Cuando sus padres no pudieron encontrar habitación en Belén, pasaron la noche en un establo, donde nació Jesús. Los pastores y los reyes celebraron el nacimiento del Maestro, y la Biblia nos dice que los angeles se regocijaron de su venida.
Si este acontecimiento hubiera sido el nacimiento de un hombre extremadamente bueno que dejó un buen ejemplo para que todos siguiéramos, habría sido algo significativo, por supuesto. Pero la importancia e impacto espiritual de la vida de Jesús llegó mucho más allá de una simple figura histórica.
Jesús dio el ejemplo; no hay duda acerca de esto. Pero el propósito fue representar más que la bondad humana. Estaba en realidad mostrándonos el Cristo, la idea espiritual de Dios, y la verdadera identidad del hombre. Entonces, cuando celebramos la Navidad, no estamos conmemorando sólo el nacimiento de Jesús, sino todo lo que su vida significó: su prueba de la unidad del hombre con Dios, el poder sanador del Amor divino y la presencia de Dios en nuestra vida diaria.
A veces las exigencias familiares y los compromisos sociales nos pueden hacer sentir que no hemos recibido la paz y el gozo inherentes al mensaje navideño. Sin embargo, mediante la oración podemos refrescarnos y recobrar la inspiración que viene de un conocimiento profundo del amor que Dios tiene por nosotros. Además, alcanzamos nuestra meta más fácilmente si podemos ver la base espiritual de la Navidad.
Mary Baker Eddy escribió varios artículos sobre la Navidad. Algunos se publicaron en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany. En uno de estos artículos ella dice: “La base de la Navidad es la roca, Cristo Jesús; sus frutos son la inspiración y el entendimiento espiritual de alegría y regocijo, no por tradición, uso o placeres corporales, sino por la verdad fundamental y demostrable, por el cielo que hay dentro de nosotros”.Miscellany, pág. 260.
Frecuentemente cuando nos sentimos abrumados o presionados, es difícil sentir la energía y luminosidad de corazón que provienen de la alegría. Esta aparente imposibilidad de estar alegres se deriva de la creencia errónea de que necesitamos un objeto o circunstancia externa para ser felices. En realidad, la alegría viene de adentro, y podemos encontrarla allí porque, como Jesús enseñó, el reino de los cielos está dentro de nosotros. Por consiguiente, las cualidades espirituales de ese reino — como el amor, la paz, la bondad, la inteligencia, la pureza y la alegría— están presentes para que las aceptemos y vivamos de acuerdo con ellas.
Aun cuando las condiciones humanas representen un desafío y sea difícil sentir alegría, podemos ganar gran fortaleza de la Biblia. La Biblia nos dice por ejemplo, que simplemente estando agradecidos a Dios es una manera de expresar alegría. En su carta a los Filipenses, Pablo escribe: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos...! Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesus”. Filip. 4:4, 7.
El celebrar la Navidad en nuestro corazón y esforzarnos por alcanzar una mayor espiritualidad, es la manera de poner todos los elementos de esa temporada en equilibrio. Nos capacita para obtener una renovada percepción sobre lo que realmente necesitamos hacer, a cambio de lo que nosotros (u otros) piensan que necesitamos hacer. Con frecuencia el considerar la Navidad mediante la oración también nos muestra cómo ayudar mejor a los demás.
Nuestras oraciones nos ayudan a permanecer concentrados en el verdadero mensaje navideño, un mensaje que habla a todos sin importar su religión. Este mensaje es la promesa del amor y presencia de Dios para cada uno de nosotros, Sus hijos.
A medida que continuamos orando para obtener una mayor comprensión de nuestra verdadera naturaleza espiritual y nos esforzamos por regocijarnos en el amor de Dios — como lo demostró la vida de Cristo Jesús— celebramos la Navidad no sólo en diciembre sino todos los días del año.
.. . Jesús les habló, diciendo:
Yo soy la luz del mundo;
el que me sigue,
no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8:12
    