Los Escuchamos Entre conocidos que se cruzan en la calle. Los leemos en notas pegadas en la puerta del refrigerador: “¡Hola! Estoy en... Volveré a la hora de la cena”. Nos llegan en cartas y en tarjetas de Navidad de muchos colores. Generalmente, hay más sentimiento que sustancia en el lenguaje de los saludos diarios. Y, sin embargo, algo dulce emana de esas notas garabateadas a toda velocidad y de la mano del amigo que se agita en ademán de saludo cordial. Nos dicen que las relaciones son cálidas, que nuestra vida está en orden.
Por supuesto, hay ocasiones en que los saludos no resultan tan fáciles ni pueden hacerse con tanta comodidad, como por ejemplo si uno concurre a una reunión social donde hay muchas caras desconocidas, o cuando recién se ingresa a una organización, o cuando uno comienza a asistir a un curso nuevo en la escuela. Esa clase de encuentros suceden a diario y pueden parecer hechos triviales si se los compara con los acontecimientos preocupantes y de tanta envergadura que ocurren en el mundo. Pero, la manera en que respondemos a situaciones incómodas o molestas que no revisten mayor importancia, puede enseñarnos la forma más adecuada de responder a problemas de gran importancia.
Si nos resistimos a encontrarnos con otras personas, si estamos luchando contra la timidez o una extremada vergüenza, lo que debemos hacer es enfrentar el temor. Si evitamos estar en contacto con los demás como medida de precaución, para no tener que vernos en situaciones incómodas, ¿no es ésta una respuesta basada en el temor?
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