Muchas Mañanas Me despierto alegre y agradecida por los años que he pasado estudiando la Ciencia Cristiana.
Lo primero que esta religión me enseñó fue a ser una persona digna y buena, a aquietar la tentación de aceptar hábitos nocivos, antipatías personales y temores, y en cambio a envolverme en el amor de Dios. La Ciencia Cristiana me hizo tomar conciencia de que era necesario aplicar a cada fase de mi vida la comprensión espiritual de que Dios está cerca y que Su dirección es infalible. Esta guía me ha sido de gran ayuda para alcanzar la meta propuesta en Ciencia y Salud: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos”.
Hace unos cuantos años mis manos se inflamaron produciéndome mucho dolor. Difícilmente podía atender a mis necesidades. Esta condición — llamada comúnmente artritis— perduró por algún tiempo. Estudié los escritos de la Sra. Eddy y la Biblia en busca de curación.
Un sábado por la mañana el dolor era tan intenso que me vestí con mucha dificultad. Abrí Ciencia y Salud al azar y encontré estas palabras: “El paciente se siente enfermo, se pone a rumiar, y el juicio comienza”. Aquí estaba la respuesta. Yo había estado rumiando repitiéndome: “¿Por qué? ¡Oh! ¿por qué esta condición continúa sin solución?” En ese momento rechacé todo pensamiento que no fuera bueno, a imagen de Dios, y no permití que en mi consciencia hubiera nada desemejante al Cristo, la comprensión de la relación del hombre con Dios. Continué pensando así todo el día y la mayor parte de la noche.
A la mañana siguiente, a pesar del malestar, me vestí para ir a la iglesia. Para cubrir las manos deformadas me puse guantes. Me senté cerca de la puerta para poder retirarme tan pronto como el servicio terminara. Durante la Lección Sermón olvidé mis manos por completo, porque estaba absorta en las ideas que escuchaba desde el púlpito. Especialmente las palabras de la Biblia se me hicieron patentes como luces de neón, y dejé de pensar en mí misma.
Cuando terminó el servicio, fui directamente a mi automóvil y me quité los guantes, sin acordarme porqué me los había puesto. Cuando arranqué el vehículo, repentinamente me di cuenta de que mis manos estaban perfectamente normales; no había ni la más pequeña evidencia de artritis. Nunca más he vuelto a sufrir de esa condición.
Estoy muy agradecida por esta curación y por el crecimiento espiritual que he tenido como resultado. La Ciencia Cristiana ha cambiado mi vida del sufrimiento a la alegría.
Laguna Hills, California, E.U.A.
