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Profundicemos el significado de la Navidad

Del número de diciembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


De Niño Me encantaba la Navidad, el dar y recibir regalos, cantar villancicos y deleitarme con el júbilo de toda esa temporada. Pero una Navidad aprendí una gran lección que me ayudó a comprender el significado más profundo de esta época tan especial.

Cursaba mis estudios secundarios y también tenía un pequeño empleo repartiendo flores para un florista local. Cuando no había nadie en la casa del destinatario, dejaba las frágiles flores con un vecino debido a la nieve y el frío. Para mi sorpresa, a veces había reacciones de tipo emocional cuando algunos vecinos veían que las flores no eran para ellos. Algunos parecían abrumados por la tristeza; otros por momentos se enojaban. Yo no podía soportar el hecho de que un sentido materialista de esta festividad hubiese desgastado las emociones de esta gente. Esto afectó mi alegría juvenil sobre esta fiesta. Me pregunté si valía la pena una festividad que causaba infelicidad.

Necesitaba obtener un sentido más profundo de la Navidad y, luego de mucha oración, esto es lo que comprendí: la celebración de la Navidad no debería ser definida con regalos sino con un regocijo por el poder y la presencia constante del Cristo, la Verdad, que Jesús vivió tan cabalmente. El mensaje vital del Cristo es que el hombre es el hijo de Dios y que nuestro verdadero ser por consiguiente es completo y espiritual. Esta verdad era la base del trabajo de curación de Jesús y, como la Ciencia Cristiana nos enseña, es esta misma verdad, entendida, la que hoy disuelve las nubes que ocultarían la salud y la felicidad que Dios otorgó al hombre.

La Navidad, entonces, es una ocasión para que celebremos este mensaje Bíblico del Evangelio según Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Juan 1:12, 13. Comprender la filiación del hombre con Dios puede resultar en curación, trayendo alegría a los corazones apesadumbrados, paz a vidas insatisfechas, y salud a casos de enfermedad. Por ser la creación de Dios, al hombre realmente no lo definen condiciones materiales, y esto se puede demostrar.

¡Me encantó este pensamiento! Decidí que ésta era la verdad de la unidad del hombre con su Padre-Madre — el hombre creado y cuidado por Dios— que yo traería al portal de cada casa.

Mientras hacía entrega de las flores reconocía que la presencia del Amor divino incluía a todos. ¡Qué gozo encontré al apoyarme activamente en el entendimiento de que no somos mortales que luchan, sino los bienamados hijos de Dios! Me negué a apartarme de esta verdad. Esto era una celebración del continuo advenimiento del Cristo a la experiencia humana. ¡Y las cosas cambiaron! Cada día estaba repleto de oportunidades para expresar el amor de Dios y verlo expresado en otros. No hubo más escenas de congoja en casas de vecinos. Entregar flores fue más fácil que nunca. Pero, lo que es más importante aún, sentí la gracia de Dios en cada portal, y cada encuentro era una pequeña celebración de este significado más profundo de la Navidad.

Esa temporada navideña maduré, y continúo usando esa experiencia para evaluar cómo celebro la Navidad actualmente.

Cada Navidad debería estar acompañada de un creciente aprecio del espíritu del Cristo. La Sra. Eddy una vez escribió: “Yo amo observar la Navidad en quietud, humildad, benevolencia, caridad, dejando que la buena voluntad hacia los hombres, el elocuente silencio, la oración, y la alabanza expresen mi concepción del advenimiento de la Verdad.”

“El esplendor de esta natividad del Cristo revela significados infinitos y otorga bendiciones múltiples”.The First Church of Christ, Scientist and Miscellany, pág. 262.

Cuántos de nosotros deseamos poder haber estado en ese pesebre siglos atrás para apoyar la llegada del Redentor. En un sentido profundo, la oportunidad todavía existe. Mediante la calidad pura de nuestra vida y pensamientos, de nuestro contemplar al hombre como hijo de Dios, podemos celebrar el perpetuo advenimiento del Cristo, la Verdad, a la humanidad. Las mismas cualidades que se necesitaban entonces se necesitan hoy. La primera Navidad fue proclamada por la humildad, benevolencia, quietud y alabanza expresadas por José, María y los pastores. Cuando esas cualidades son ejemplificadas hoy día, ayudan a eliminar las lágrimas, frustración y sentido de vacío que el materialismo quisiera imponer a esta sagrada festividad. En el pesebre del pensamiento en oración podemos contemplar al hijo de Dios en cada uno de nosotros. Nuestro reconocimiento consciente de que el hombre no nace de la carne ni de voluntad humana, sino que es creado y por siempre amado por su Padre-Madre Dios, bendice a los demás como ninguna otra cosa puede hacerlo.

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