Ami Papa le encantaba darle a su familia sorpresas agradables. Esto era especialmente evidente en la época de Navidad. En Nochebuena, después de que todos se habían acostado, papá ponía el último regalo junto al árbol de Navidad. No lo envolvía. Simplemente lo dejaba abierto para que todos lo vieran. La mañana de Navidad era casi tan divertido mirar su rostro, cuando descubríamos el obsequio, como observar las exclamaciones de alegría y sorpresa de quien recibía el obsequio. En ocasiones papá me permitía participar del secreto de antemano, y compartíamos el enorme placer de saber el secreto por anticipado durante todo el tiempo que faltaba hasta la Navidad, mientras hacíamos los preparativos para ese día.
Nada se compara con el deleite interior de saber algo especial. Lo mejor de todo es el conocimiento espiritual que obtenemos cuando escuchamos los mensajes de los ángeles que nos envía nuestro Padre celestial, Dios. ¿Pueden imaginarse cómo se debe de haber sentido María cuando el ángel Gabriel le dijo: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”? Lucas 1:35. Y ¿qué emocionante fue para los pastores cuando “se les presentó un ángel del Señor” y dijo: “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”? Lucas 2:9–11.
Cuando escuchamos a los ángeles de Dios, o intuiciones espirituales, aprendemos acerca de la verdadera identidad del hombre como Su reflejo espiritual, la idea del Amor divino. Conocer la identidad divina del hombre, ¡es saber algo muy especial! Para mí esta verdad del hombre es el verdadero significado, o “secreto”, de la Navidad. Es el motivo por el que me alegro, en lugar de entristecerme, por ejemplo, cuando pienso en mi papá, que falleció hace más de treinta años. El conocimiento de la naturaleza eterna del hombre — la suya, la mía y la de mi papá— es lo que enternece mi corazón cuando recuerdo el amor que papá sentía por su familia.
Fue una bendición incomparable para la humanidad que el Hijo de Dios, Cristo Jesús, haya nacido en el mundo, que caminó, sanó y enseñó entre nosotros y nos mostró la naturaleza triunfante del Amor divino en su capacidad para perdonar, su resurrección y ascensión. Y ahora también tenemos la Ciencia del Cristo, con la que podemos probar la presencia y el poder del Amor hoy en día. La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) enseña que el Cristo es mucho más que una forma humana, ya sea un bebé en un pesebre, un sanador compasivo y maestro, o el Salvador resucitado. El Cristo es la expresión incorpórea de Dios, el Espíritu, entera y eternamente ilimitado por las condiciones materiales.
La entrada de esta idea-Cristo del hombre a la consciencia humana individual, no sólo enternece y eleva el pensamiento; es el medio por el cual la verdadera identidad del hombre sale a relucir para que todos la vean. Cuando María escuchó el mensaje de Gabriel sobre la divina concepción de Cristo Jesús, primero la aceptó en su pensamiento; la aceptó dentro de la quietud de su reverente receptividad a la Verdad espiritual. Esto abrió el camino para que naciera el Salvador en el mundo. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, considera que es instructivo que hasta después del nacimiento de Jesús, cuando los pastores empezaron a hablar sobre el santo propósito que Dios tenía preparado para el niño: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Lucas 2:19. Me sirve para recordar que debo valorar el tesoro que Dios nos ha obsequiado, el Cristo, la Verdad, en mi pensamiento y en mi corazón para que se manifieste día tras día en la curación cristiana.
La época de Navidad a menudo puede ser un período en que se necesita especialmente la curación. Las familias pueden estar juntas, o pueden estar separadas. Pero en todo caso, hay algo en las festividades navideñas que saca a la superficie intensas emociones humanas; es una época en que realmente se precisa sentir la presencia sanadora del Cristo. Las creencias y costumbres tradicionales y el comercialismo pueden hacer de la Navidad una época de desafíos si uno desea tranquilidad para dedicarse a pensar espiritualmente. Las expectativas y desilusiones de la época, la febril actividad humana, la discordia o la separación familiar, o hasta el alborozo de pasarlo muy bien pueden ensombrecer el verdadero significado de la Navidad en nuestros pensamientos. Y para muchos, las luchas impuestas por estar atravesando tiempos difíciles, enfermedades, guerra o soledad pueden parecer tan abrumadoras que el amor de Dios para con el hombre puede parecerles, en el mejor de los casos, distante. No obstante, el amor de Dios está con nosotros. Y no es realmente un secreto; está disponible para todos, revelando la condición espiritual del hombre a la imagen de Dios. En The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, Mary Baker Eddy dice: “Para mí la Navidad encierra un secreto abierto, entendido por pocos — o por ninguno— e inexpresable a no ser por medio de la Ciencia Cristiana”.Miscellany, pág. 261.
La Ciencia Cristiana expresa el secreto de la Navidad a través de la curación.
Hace algunos años conocí a un joven — estudiante universitario— que había desarrollado considerable receptividad espiritual. Como resultado, abrazó la Ciencia Cristiana, amó su mensaje, tuvo curaciones y anhelaba que otros conocieran y sintieran sus bendiciones. Trató, por todos los medios que se le ocurrieron, de compartir con los demás lo que sabía de la Ciencia Cristiana, pero ellos nunca aceptaron su ofrecimiento. De tanto en tanto le expresaba su frustración a una Científica Cristiana de mayor experiencia. Ella le sugirió que él podía abrir su propio pensamiento para sanar a alguien, en lugar de siempre buscar maneras de abrir el pensamiento de los otros a la Ciencia Cristiana. Le atrajo la idea de ser una presencia sanadora en el ambiente universitario. Y sí sanó a alguien, alguien que, a su vez, mediante su propio trabajo sanador trajo a otros estudiantes de su universidad a estudiar y practicar la Ciencia Cristiana. De esta forma, se puso de manifiesto el “secreto” de la Ciencia Cristiana, demostrando así que la curación es la forma más elocuente de hacer sentir y conocer la idea-Cristo.
Nuestra capacidad espiritual para escuchar requiere de un nutrimento cuidadoso. ¿Qué habría sucedido si María no hubiera escuchado a los ángeles? ¿Qué habría sucedido si la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, no hubiera alimentado su deseo de conocer la verdad que estaba detrás de la obra sanadora de Jesús y no hubiera completado su descubrimiento sanando y enseñando a otros a sanar? ¿Cuántas oportunidades para sanar — a nosotros mismos y a otros— podríamos perder hoy en día si no mantuviéramos al Cristo, la Verdad, en primer lugar en nuestros pensamientos y vida, y no reflexionáramos sobre él en nuestro corazón?
Hoy, atesoremos usted y yo, calladamente la oportunidad que se nos ofrece a cada instante de escuchar a los ángeles de Dios. (¡Encontramos estos momentos cuando pensamos que es muy importante buscarlos!) Entonces no estaremos hablando de oportunidades perdidas. Ocuparemos nuestro tiempo sanándonos a nosotros mismos y a los demás. Pero, lo más importante, nuestro corazón se regocijará con el obsequio que nos da Dios, el emocionante conocimiento de la filiación divina que tiene el hombre. A medida que usted y yo valoramos como a un tesoro y nutrimos nuestra propia espiritualidad y la de otros, especialmente justo cuando y donde somos tentados a involucrarnos en las atracciones o distracciones de la creencia humana física, Dios manifestará el amor que El tiene por nosotros y los que nos rodean, de modos indescriptibles e inesperados. ¡Qué obsequio tan perfecto!
