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La Ciencia De Dios llega a la...

Del número de diciembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia De Dios llega a la vida de cada persona de un modo único y especial. De hecho, todo el mundo puede encontrarla, en cualquier lugar y en todo momento. El aspecto más maravilloso que tiene es que no requiere que uno tenga que pertenecer a alguna casta, credo o raza en particular.

Recuerdo a mi papá instruyéndome acerca de cómo ser cristiana y vivir cristianamente. A pesar de que él ni siquiera pertenecía a una religión cristiana, de alguna manera percibió muchas de las verdades que menciona la Biblia sobre Dios, el hombre y el universo. El solía decir: “Dios es tu Padre y tu Madre”.

Ahora que han pasado casi cinco décadas y como consecuencia de mi estudio de la Ciencia Cristiana, a la que considero como la verdad absoluta, valoro en su justa medida el entendimiento de mi padre. En efecto, Dios es mi Padre y mi Madre, y la admonición de Cristo Jesús de amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es la manera correcta de vivir. Asimismo, estoy aprendiendo gradualmente que: “Domináis la situación si entendéis que la existencia mortal es un estado de autoengaño y no la verdad del ser”, como afirma Ciencia y Salud.

Mientras estudiaba en la universidad, en un país extranjero, comencé a fumar. Padecía de fuertes ataques de migraña, tenía problemas bronquiales, una profunda depresión y tenía problemas en el trabajo. Acudía al cigarrillo continuamente para calmar mis crispados nervios.

Un día, mientras caminaba por la calle, leí en una vidriera un pequeño versículo de la Biblia que parecía hecho a medida para las necesidades que tenía en ese momento. Me di cuenta de que estaba ante una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Entré y compré la Biblia y todas las obras de la Sra. Eddy que allí tenían. Lo que leí en ellas acerca de Dios y el universo tenía sentido y seguía una línea de pensamiento; yo estaba preparada para aceptar que esas declaraciones de la Ciencia Cristiana eran verdaderas. Comprendí en ese momento que Dios era un amigo amoroso y no un Dios que castiga, y también que Dios, como Espíritu, es omnipresente. Sentí que si yo lo amaba y confiaba en El sin dudar, El seguramente me ayudaría, brindándome curación, protección y provisión abundante e incesantemente. Todos somos completos; poseemos inteligencia, salud, bondad, mansedumbre, poder, fortaleza, paciencia, amor y gozo, sin limitaciones. Estas son nuestras cualidades innatas, como representantes de Dios, el Espíritu. Decidí poner a prueba estas ideas. Cada vez que en el trabajo surgía alguna discordancia o falsas acusaciones, en lugar de acudir al cigarrillo, me mantenía firme y hacía frente a este impulso. Pensaba en las palabras de Cristo Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy... No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Me negaba a sentirme derrotada o temerosa, y esta afirmación me hacía sentir protegida y cercana a Dios. Como resultado de esta forma de pensar, las situaciones se iban resolviendo y se establecía la calma. De pronto, comprobé que ya casi no fumaba y que las otras molestias también se iban disipando. El deseo de estar bien y libre de la adicción al tabaco, me ayudaron en gran manera a liberarme por completo de esta esclavitud.

Con el tiempo me hice miembro de La Iglesia Madre y después tomé instrucción en clase Primaria en la Ciencia Cristiana. Siento el deseo de dar gracias por la siguiente experiencia. Los estudiantes que han tomado instrucción en clase, concurren todos los años a la reunión de su asociación. Es un día muy importante en la agenda de cada estudiante. Yo había escuchado comentarios acerca de lo maravilloso que era ese día, y ese año por primera vez iba a comprobarlo. Tenía enormes expectativas y esperaba ansiosamente el mensaje de la asociación.

Pero la noche anterior, alrededor de las 3 de la mañana me despertó una llamada telefónica en la que me pedían que volviera a mi casa en el primer vuelo para ayudar a un familiar que se había enfermado repentinamente. Llorando, llamé a mi maestra de la Ciencia Cristiana y le informé lo que ocurría. Ella simplemente me dijo: “Estaremos pensando en ti”. Respondí que yo también tendría presente a todos, en mi pensamiento.

Me sentía aturdida, mental y físicamente. Cuando llamé para reservar mi pasaje, me informaron que no había vuelo hasta dentro de dos días. Entonces, me puse a leer la Lección Bíblica de esa semana que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Una de las citas de Ciencia y Salud me llamó poderosamente la atención. Decía: “La Mente tiene dominio sobre los sentidos corporales y puede vencer a la enfermedad, al pecado y a la muerte. Ejerced esa autoridad otorgada por Dios... Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien”. Pensé que la enfermedad de mi pariente era, sin lugar a dudas, “desemejante al bien” y que yo podía oponerle resistencia en mi propio pensamiento. ¿Saben por qué? Porque el párrafo continúa diciendo: “Dios ha hecho al hombre capaz de eso y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”. Asistí a la reunión de mi asociación.

Esa mañana, cuando comenzó el mensaje de la asociación, al principio no podía concentrarme. Pero después de un rato, me sentí muy inspirada y elevada, por lo que estaba escuchando acerca de Dios, la Mente divina. Yo sabía que estaba en mi lugar correcto y que no había circunstancia alguna en todo el mundo que pudiera despojarme de la verdad que estaba aprendiendo allí. Y me sentí muy feliz cuando a la mañana siguiente recibí una llamada telefónica informándome que mi pariente estaba bien.

Esta experiencia me enseñó que la presencia y el poder del amor de Dios operan con precisión, sin barreras de tiempo ni espacio. Acuden a mi pensamiento, las palabras que la Sra. Eddy dirigió a sus alumnos: “Nosotros, hoy, reunidos en esta aula, somos suficientes para convertir al mundo si somos de una misma Mente; pues entonces el mundo entero sentirá la influencia de esta Mente; al igual que cuando la tierra estaba sin forma, y la Mente habló y la forma apareció” (Escritos Misceláneos).


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