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Por Medio De este testimonio...

Del número de diciembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por Medio De este testimonio quiero expresar mi gratitud por todas las bendiciones que mi familia y yo hemos recibido desde que empezamos a estudiar la Ciencia Cristiana.

Hace varios años mi esposo y yo decidimos vivir en otro país. Hacía poco que yo estudiaba la Ciencia Cristiana y había orado todos los días durante meses para que Dios nos revelara cuál era nuestro lugar correcto. Cerré mis oídos y ojos a las opiniones humanas, esperando que Dios expresara Su voluntad, y fuimos testigos de una maravillosa indicación del amor y cuidado de Dios.

Cuando llegamos al otro país con un hijo de dos años, sin trabajo ni beca de estudios, nos dijeron que iba a ser muy difícil encontrar un trabajo, un lugar bueno y barato donde vivir, un automóvil usado confiable, y así por el estilo. Mi esposo y yo no reaccionamos a estas predicciones y confiamos solamente en Dios, sabiendo que el viaje había sido el resultado de la oración y que podíamos confiar en la guía divina. Al estar gobernados por Dios, nada nos podía faltar. Cinco días después de nuestra llegada, yo ya estaba trabajando en un trabajo de tiempo completo. Nadie lo podía creer; desde un punto de vista estrictamente humano, eso era imposible. Pero nosotros teníamos fe que “todas las cosas son posibles para Dios” (Mateo). No dudamos ni por un momento de que Dios ya había preparado todo para nosotros.

Para mí, la primera estrofa del Himno N.° 148 del Himnario de la Ciencia Cristiana, fue muy iluminadora:

No teme cambios mi alma
si mora en santo amor;
segura es tal confianza,
no hay cambios para Dios.

Si ruge la tormenta o
sufre el corazón,
mi pecho no se arredra,
pues cerca está el Señor.

También me dio mucho consuelo esta frase de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que aparece en las paredes de muchas iglesias de la Ciencia Cristiana: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.

A partir de entonces mi familia y yo hemos recibido muchas bendiciones al confiar absolutamente en la provisión de Dios. Pero lo que más agradezco de toda esta experiencia es que pudimos ver con más claridad la limitación del razonamiento humano, y la omnipotencia de Dios. Nos impulsó a estudiar la Ciencia Cristiana con mucha más dedicación y con un creciente amor por Dios y el hombre.

Yo también estoy muy agradecida por una curación que tuve varios años después con la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana. Estaba haciendo estudios de postgrado que entrañaban frecuentes salidas de campo. En una ocasión fuimos a una selva subtropical. Cuando regresamos del viaje, una de las compañeras del grupo estaba muy enferma, tenía mucha fiebre y náuseas. Unos días después el profesor me contó que esta joven estaba recibiendo atención médica y que le habían diagnosticado fiebre tifoidea. El profesor me preguntó si yo tenía algunos de los síntomas y empezó a enumerarlos. Le contesté que yo me sentía muy bien. Pero tres días después, un viernes, comencé a sentirme muy enferma con todos los síntomas. Cuando llegué a casa esa noche tenía mucha fiebre. Me acosté en la cama y comencé a leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud.

Los estudiantes de la Ciencia Cristiana sabemos que leer el libro de texto nunca nos deja donde nos encontró. Siempre podemos recibir iluminación. A la mañana siguiente, aunque no me sentía mejor físicamente, recordé mi conversación con el profesor y me di cuenta de lo que estaba pasando. En ese momento me sentí en paz y feliz. Me sentí triunfante. Yo sabía cuál era el problema: yo creía que podía ser susceptible a la transmisión de enfermedades. También supe que Dios, la Verdad, destruye las creencias erróneas. De inmediato llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que me ayudara a comprender que la enfermedad no provenía de Dios y que, por lo tanto, no tenía ningún poder ni en mi pensamiento ni en mi vida. La enfermedad no es una realidad de Dios. Ella estuvo de acuerdo en orar conmigo. Esa misma tarde la fiebre desapareció. Al día siguiente pude comer sin sentir náuseas, y el martes fui a trabajar como siempre. El tratamiento y la oración en la Ciencia Cristiana se basaron especialmente en el reconocimiento de la totalidad de Dios, el bien, y la nada del mal, en la comprensión de que el hombre es la idea espiritual de Dios, sin ningún error, por siempre perfecto.

La Ciencia Cristiana llegó a mi familia después de que varios médicos diagnosticaron que mi abuela tenía cáncer terminal. Ella sanó completamente mediante la oración y se transformó en una estudiante leal de esta Ciencia. Mi abuela nunca empujó al resto de la familia para que estudiara la Ciencia Cristiana, sino que compartió con nosotros algunas ideas adecuadas e importantes declaraciones de la verdad. Con el tiempo, varios miembros de la familia, cada uno en su momento, se transformaron en sinceros estudiantes de la Ciencia Cristiana; algunos han llegado a ser practicistas.

Estoy profundamente agradecida a Dios; a Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, a Mary Baker Eddy, nuestra amada Guía, y a mi abuela por su callada oración.


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