Cuando Yo Estaba en la universidad tenía una maestra que creía en los espíritus y en el poder de la energía y fuerzas psíquicas. Creía que cuando tocaba a alguien podía, de alguna manera, transmitirle sus poderes para gobernar a esa persona. Yo simplemente desechaba esta idea, pero después noté que cada día de clase venía siempre detrás de mí y ponía sus manos sobre mis hombros. Jamás me sentí gobernada por ella, ni jamás sentí el “poder” que según ella transmitía y en el cual ella creía. Pero mis amigos suponían que estaba tratando de que yo cambiara mi opinión respecto a su perspectiva de la vida.
Al principio no hice caso de la situación. Esta instructora era una excelente música y tenía muchos conocimientos. Entonces mi mejor amiga me relató una experiencia espantosa que había tenido ella cuando estudiaba con esta instructora. Me alarmé.
Cada día de clase trataba de evadir a la instructora. No la miraba a los ojos ni le hacía preguntas. Pero esto no sirvió de nada. Finalmente, el temor aumentó tanto que recurrí a la oración.
Mediante mi estudio de la Ciencia Cristiana, aprendí que la oración nos ayuda a ver al hombre como realmente es, la semejanza de Dios, el bien. El hombre es espiritual: el reflejo perfecto, íntegro, justo y honesto de Dios.
Oré para ver que la genuina identidad de todos — incluso la de esta instructora — es creada por Dios. El hombre de Dios no podría tener el deseo de dominar o gobernar a otros.
Llamé a una amiga para que me ayudara a orar. Hablamos por un rato y después citó un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “El entendimiento divino reina, es todo, y no hay otra consciencia”.Ciencia y Salud, pág. 536.
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es bueno y es Unico. Nuestra comprensión espiritual de la relación del hombre con El, nos ayuda a escucharlo y a obedecer Sus mandamientos. El hombre, el hijo de Dios, refleja el bien espiritual que expulsa el mal y sus influencias. Cuando comprendemos esto, el mal pierde dominio sobre nosotros.
Dios es infinito, la Mente divina. El hombre, a la imagen de Dios, refleja la Mente y es gobernado por ella. Cuando recurrimos a la Mente única e infinita para que nos guíe, podemos sentir protección y confianza.
Cristo Jesús recurría a Dios en busca de dirección y guía. Escuchaba a Dios y obedecía Sus mandamientos en todo lo que hacía.
En su carta a los filipenses Pablo aconseja: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5. La oración nos capacita para dar entrada a la consciencia del Cristo, la Verdad, en nuestra vida diaria. Y cuando obedezcamos a Dios como Cristo Jesús lo hizo, estaremos libres de influencias erróneas, supersticiones y malos hábitos; de toda perversidad que pretenda que puede gobernar nuestra vida.
Cuando nos acostumbramos a recurrir a Dios y a escuchar Su dirección, para nosotros es natural rechazar todo esfuerzo ajeno por gobernarnos o influirnos. Puesto que sabemos que Dios gobierna nuestros pensamientos y experiencia, podemos obedecer con firmeza a Dios y a Su dirección inequívoca.
Fui sanada del temor de que alguien más pudiera gobernarme o que incluso quisiera o tratara de hacerlo. La instructora también dejó de poner sus manos sobre mis hombros, y pude aprender bastante en esa clase. Mis amigos también dejaron de estar temerosos.
Tenemos que buscar y comprender la presencia y el poder de Dios. A medida que aprendemos a confiar en que Dios gobierna a Su idea, el hombre, esta inteligencia divina nos da la comprensión que establece la armonía.