Lo Mas Preciado en el mundo para mí es el cierto grado de entendimiento acerca de Dios que he ganado mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana. Sentirme más cerca de nuestro Padre-Madre Dios me ha traído muchas curaciones en mi vida.
Una de las primeras curaciones que recuerdo ocurrió durante mi edad escolar. Al quemar ramitas de pino, también me quemé un dedo. Recuerdo que me dijeron que lo pusiera debajo de agua fría para aliviar el dolor; lo hice por un rato, pero ni bien cerré el grifo me volvió a doler. Pensé que el dolor tardaría bastante tiempo en desaparecer; refuté esa inquietud pensando: “No me debo preocupar pensando que me va a doler mucho tiempo; Dios me está cuidando y el dedo puede sanar al recurrir a El, sabiendo la verdad de que soy en realidad el hijo perfecto de Dios”. Esta manera de pensar fue el resultado de haber asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Allí aprendí lo que Jesús enseñó: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
En la Escuela Dominical escuché, semana tras semana, la “declaración científica del ser”, leída del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Comencé a repetirla para mí mismo y a pensar en su significado. Empieza así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y Su manifestación infinita, porque Dios es Todo en todo” (pág. 468). Lo que decía tenía sentido para mí, y el dolor desapareció de inmediato.
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