Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Sigamos al Cristo aquí y ahora

Del número de febrero de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristobal Colon No dejó atrás una tierra plana cuando salió en busca de una tierra redonda. Tampoco trató de cambiar una tierra plana en una redonda. Pero, como resultado de su viaje, la gente obtuvo una perspectiva más acertada de nuestro planeta y de sus continentes.

Un hombre que vivió muchos años antes de Colón, dio una perspectiva del mundo que fue mucho más radical. Cristo Jesús dedicó su vida a demostrarle a un pueblo escéptico que nuestro mundo no está estructurado como nuestros sentidos físicos quieren hacernos creer. El comprendió y demostró la realidad actual de la existencia espiritual. Jesús no trató de transformar un mundo físico en uno espiritual. Tampoco sugirió que dejáramos atrás el mundo físico actual y que vagáramos por la galaxia en busca de un mundo espiritual. El dijo claramente que “el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 4:17.

El reino de los cielos — la perfección de la existencia espiritual, la vida tal como Dios, el Espíritu, la ha creado realmente — está presente aquí y ahora para que se la descubra y demuestre cada vez más. Por lo tanto, podemos sentir sus beneficios aquí y ahora. De acuerdo con la Biblia, el hombre en el estanque de Betesda no tuvo que esperar que las aguas se agitaran para sanar. Los discípulos, cuando capeaban la tormenta en una barca, no tuvieron que esperar que el tiempo se calmara para poder encontrar seguridad y tranquilidad. En éste y otros casos, la visión espiritual y correcta que Jesús tenía de la situación predominó sobre la visión confundida y errónea que presentaban los sentidos físicos, y se manifestó la curación.

Mary Baker Eddy describe este efecto sanador en el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto, que es universal y que el hombre es puro y santo”.Ciencia y Salud, págs. 476–477. El reino de Dios jamás, se ha perdido ni ha sido dañado, jamás ha cambiado ni ha sido transgredido en ninguna manera, y Jesús demostró esta naturaleza inmutable y permanente del universo espiritual de Dios.

Quinientos años después del viaje de Colón a las Américas, la gente de todo el mundo entiende mejor la geografía de nuestro planeta. Desafortunadamente, la apreciación que tuvo Cristo Jesús de la creación espiritual no ha sido aceptada de la misma manera. El pensamiento humano tiende a reducir la existencia espiritual al nivel de un concepto mítico o intangible, alejado de nuestra experiencia actual. Aun los que creen firmemente en la posibilidad e inevitabilidad de un reino espiritual tienden a presentarlo como un reino alejado, que tal vez se pueda o no experimentar después de la muerte. El mundo parece haberse contentado con el hecho de esperar a que venga el ser espiritual: “después que me muera y vaya al cielo”; “después de que Jesús regrese”; “después de que los niños crezcan y yo tenga tiempo para orar”. Posponer las cosas de este modo es como decir: “Ahora voy a vivir en una tierra plana, y cuando tenga más tiempo me mudo a una redonda”.

Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, ahora mismo vivimos en el universo del Espíritu. El libro de los Hechos nos dice: “En él [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. En realidad, nosotros somos espirituales ahora mismo, creados a la semejanza del Espíritu. En nuestro estado actual de progreso tal vez veamos tenuemente la realidad espiritual y apenas la demostremos. Los sentidos físicos nos dicen constantemente que la vida es material y finita. Pero esto no hace que lo sea, así como la evidencia aparentemente irrefutable de que la tierra es plana no hace que su redondez disminuya. Y tampoco nos impide que discernamos y experimentemos ahora en mayor medida la armonía de la existencia espiritual. San Pablo declaró: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. 2 Cor. 6:2.

Constantemente somos tentados a retardar la salvación y a luchar con los problemas diarios de nuestra vida utilizando solamente las soluciones que están aprobadas humanamente. Somos tentados a reservar la oración para problemas más grandes que no parecen tener solución humana. Mientras tanto, puede que nos sintamos contentos con disfrutar de los aspectos aparentemente placenteros de la existencia física, y aceptar la ayuda espiritual sólo en la medida en que mejore nuestra situación física. Los beneficios inmediatos de ese planteo pueden ser bastante atractivos. Pero, como ocurre con muchos aspectos de la vida, tenemos que sacrificar los beneficios a corto plazo para obtener las recompensas a largo plazo.

Suponga que usted es un cartógrafo español en 1493. Su jefe anda detrás suyo para que le dé un juego de mapas del mundo, que usted ya debía haberle entregado. Usted está trabajando arduamente en los mapas, las puertas se abren y entra su amigo Cristóbal Colón, quien empieza a contarle de sus descubrimientos. Usted mira nerviosamente el reloj, y finalmente se levanta con desesperación y le contesta: “Cristóbal, me encantaría que me contaras tus descubrimientos, pero mañana se me vence la entrega de un juego completo de mapas y tengo que seguir trabajando. Te hablo cuando tenga más tiempo”.

Usted termina los mapas y su jefe se queda contento. Pero a los pocos meses, otro cartógrafo que se tomó el tiempo para interiorizarse sobre los descubrimientos de Colón, ha elaborado un nuevo juego de mapas que muestran la geografía correcta del mundo. Y de pronto, los mapas que usted hizo quedan pasados de moda y sin valor.

A menudo, nos vemos inclinados a reaccionar como el primer cartógrafo. Dios nos habla constantemente recordándonos que somos el linaje del Espíritu y que “el reino de los cielos se ha acercado”. Como la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos dice en Ciencia y Salud: “El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana”.Ciencia y Salud, pág. 332. Pero, por lo común, estamos tan ansiosos de seguir con nuestra rutina diaria que no escuchamos. En vez, andamos a los tropiezos, delineando nuestra vida de acuerdo con una visión física y errónea del mundo y del hombre.

Hace unos años tuve una pequeña experiencia que me mostró la importancia de escuchar al Cristo. Me pidieron que asistiera a una reunión en el trabajo para que llevara ideas sobre un problema con el cual estaba familiarizado. Resultó que la mayor parte de la reunión trató sobre cuestiones que para mí no tenían ninguna importancia, y tuve que hacer un verdadero esfuerzo para mantenerme despierto. Durante su transcurso, me vino un pensamiento que estaba bastante lejos de ser misericordioso: “De seguro que si hay misericordia en el cielo esta reunión va a terminar pronto”.

Aunque fue un pensamiento petulante y falto de inspiración, fue suficiente para despertarme. Pensé: “¿Dónde está el cielo? ¿Acaso no está ‘cerca’, como prometió Jesús?” El gozo, la energía y la libertad no me estaban esperando fuera de la sala de reuniones. Estaban allí mismo conmigo.

Miré alrededor de la mesa y oré para ver a cada persona bajo una luz espiritual y verdadera. Y pensé cómo podría contribuir a la reunión expresando mejor mi naturaleza espiritual y genuina como reflejo de Dios. De pronto, me di cuenta de que tenía cierto conocimiento de lo que se estaba tratando, aunque no era el tema para el que me habían invitado a la reunión. Tomé parte activa de la discusión, y llegamos a una solución. Todos salieron complacidos.

Obviamente este fue un pequeño incidente, pero me enseñó una gran lección. Siempre que me siento tentado a pensar que la felicidad y la armonía existen fuera de mi experiencia actual, me acuerdo de esa reunión y me recuerdo a mí mismo que no es necesario esperar una experiencia determinada para poder sentir la vitalidad y el gozo espirituales. Puedo expresar esas cualidades dondequiera que esté.

Cuando salimos a navegar, no sentimos miedo alguno de que el barco se vaya a caer del borde de la tierra. ¿Por qué no? Porque a pesar de la evidencia de los sentidos físicos sabemos que la tierra es redonda. Cuando salimos en nuestra travesía espiritual, tratando de expresar nuestra verdadera identidad como la imagen de Dios, deberíamos tener la misma confianza. Jesús nos el enseñó el camino de la salvación. Testimonios de miles de seguidores del Mostrador del Camino, presentes y pasados, han dado testimonio sobre lo cabal de su dirección. El mapa que podemos usar para seguirlo está en la Biblia y en Ciencia y Salud, y está a disposición de todos. ¡Usémoslo hoy mismo!

En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
y acrisolada la palabra de Jehová;
escudo es a todos los que en él esperan.
Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios es el que me ciñe de poder,
y quien hace perfecto mi camino.

Salmo 18:30–32

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 1994

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.