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¿Qué es y dónde está el Espíritu?

Del número de febrero de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Mis Primeros años de estudio de la Ciencia Cristiana traté de obtener una mayor comprensión del término Espíritu con que se denomina a Dios. ¿Qué significaba? ¿Dónde se hallaba? ¿Cómo podía la comprensión del Espíritu como sustancia solucionar los problemas humanos y satisfacer las necesidades humanas?

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia... El Espíritu es lo real y eterno...” Y “El Espíritu, sinónimo de la Mente, el Alma o Dios, es la única sustancia verdadera”.Ciencia y Salud, pág. 468. Estas declaraciones se iban haciendo más claras a través del estudio y la aplicación de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, pero todavía tenía solo una vaga comprensión de lo que significaba el Espíritu como sustancia. Yo quería conocer, ver y sentir esta presencia, vivir esta comprensión de la manera que Cristo Jesús lo hizo.

Durante esa época de búsqueda, yo estudiaba música en una universidad de una gran ciudad. Aunque los estudios me mantenían ocupada, mi deseo de adquirir una mejor comprensión del Espíritu tenia prioridad en mis pensamientos. Poco antes de que comenzaran las vacaciones de verano, comencé a recibir correspondencia del Primer Lector de una Sociedad de la Ciencia Cristiana en un pequeño pueblo cerca de la cabaña de veraneo de mis padres. El Lector quería que me hiciera cargo de la música durante los meses de verano. Pero, en esa zona, los empleos escaseaban, y no parecía práctico ni sensato dejar la seguridad que me proporcionaba mi familia y un lugar donde había abundancia de empleos, para ir a una cabaña sin calefacción, sin comida, ni dinero, ni posibilidades de empleo. ¿Qué se suponía que debía hacer?

Mientras oraba en busca de guía me desperté varios días por la mañana con el pensamiento: Nada puede interferir con tu progreso espiritual ni la manifestación ordenada del bien. Poco a poco me di cuenta de que Dios me estaba indicando que aceptara el puesto de músico en la sociedad, y como esto era lo correcto, todas mis necesidades serían satisfechas. Hice mis maletas, llevé suficientes víveres para una semana y conseguí que una amiga que iba en esa dirección me llevara. Al día siguiente de mi llegada, en el primer lugar donde fui a buscar empleo, me contrataron.

Volví el verano siguiente, y si bien quería continuar tocando para la sociedad, no quería tener que buscar trabajo todos los veranos. De modo que sinceramente, renové mis esfuerzos para obtener una mayor comprensión de Dios como Espíritu.

Estaba estudiando este sinónimo en la Lección Bíblica cuando llamaron a la puerta. Era el ministro que vivía enfrente. Me preguntó si quería llevar al pueblo a un grupo de jubilados para que efectuaran sus compras en el mercado. Le contesté que con mucho gusto los llevaría al día siguiente, pero me dijo que necesitaban comprar comida para ese día. Con cierta renuencia estuve de acuerdo en llevarlos tan pronto como terminara de leer la Lección Bíblica, como aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Ciencia y Salud dice: “El bien que hacéis e incorporáis os da el único poder obtenible”.Ibid., 192. Muy pronto, al satisfacer la necesidad de esta gente iba a ver la verdad acerca de este pasaje. También encontré la respuesta a los interrogantes que había tenido desde hacía tiempo.

Terminé de leer, cerré los libros y salí de la casa para ver quién necesitaba ir al pueblo. Allí, repentinamente, sentí que la fortaleza, dignidad y poder de Dios me rodeaban. Esta presencia lo rodeaba todo. Vi que las cualidades espirituales de inteligencia, gozo, altruismo, bondad y demás eran la emanación, el producto, de la presencia de Dios, y que eran sustanciales. Había obtenido una vislumbre del Espíritu, Dios. Mi pregunta, “¿Qué es y dónde está el Espíritu?”, había encontrado respuesta. También iba a ver la manera en que esta comprensión del Espíritu como sustancia iba a resolver mi necesidad humana de empleo.

Poco después de este maravilloso acontecimiento llegamos al pueblo, y algunos miembros del grupo me pidieron si podíamos parar en el juzgado antes de continuar hacia el mercado. Cuando estaba allí, me sentí impulsada a ir a la oficina de empleo donde había presentado una solicitud pocas semanas antes. Cuando entré, el agente me miró con sorpresa y me dijo que en ese mismo momento estaba tratando de recordar mi nombre. Se necesitaba a alguien con mis calificaciones para ser director juvenil de un centro que se encontraba a unos diez minutos de mi casa. Acepté el empleo y continué desempeñando esta labor y ocupándome de la música de la Sociedad de la Ciencia Cristiana todos los veranos hasta que terminé mis estudios universitarios, y luego, por unos años más.

La necesidad de empleo fue satisfecha, pero la comprensión del Espíritu que se reveló esa brillante mañana de verano, por breves momentos, ha perdurado. Encontré un pasaje de Ciencia y Salud que parece explicar esta importante experiencia: “El Espíritu es simbolizado por la fuerza, la presencia y el poder y también por pensamientos sagrados, con alas de Amor”. Ibid., pág. 512. Percibí que la inteligencia, el gozo, la bondad y el amor desinteresado son los efectos de esta presencia sagrada que llamamos Amor o Espíritu divinos, y a medida que reflejamos o ponemos en práctica estas cualidades espirituales, nuestras necesidades, así como las de los demás, serán satisfechas.

Lo mejor de todo es comprender que “la fuerza, la presencia y el poder” no están con nosotros solamente por unos breves momentos, sino que nos rodean y mantienen siempre, satisfaciendo todas nuestras necesidades por toda la eternidad.

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