Los Niños De cuatro años se caracterizan por su deseo de hacer preguntas. “¿Por qué es el cielo azul? ¿Cómo funciona una llave de agua? ¿Por qué estás haciendo eso?” Es parte integral de su crecimiento. ¿No sería también esencial hacer preguntas para nuestro crecimiento espiritual?
Las preguntas pueden traer inspiración a nuestras acostumbradas maneras de pensar. Pueden concentrar el pensamiento y ayudarnos a indagar más profundamente. Pueden poner de relieve aplicaciones más amplias de lo que ya sabemos. Y el buscar las respuestas puede ser emocionante y provechoso.
Por supuesto, algunas preguntas sólo sirven para examinarnos a nosotros mismos; otras pueden llevarnos a diccionarios y concordancias o a otras ayudas de estudio. Y otras pueden exigir que investiguemos profundas verdades espirituales; pueden enseñarnos a escuchar con sentido espiritual las respuestas de Dios. En esta búsqueda empezamos a conocernos como somos en verdad, los hijos de la Mente divina, Dios, inseparables de El. También estamos más dispuestos a abandonar la creencia de que tenemos una mente finita, separada de la Mente divina única, a la cual, esperamos, que Dios ilumine de alguna manera. En cambio, aprendemos que, en realidad, la Mente divina es la única Mente y que nosotros somos su expresión totalmente espiritual. A medida que nos identificamos con esta Mente, las respuestas que estamos buscando se desarrollan gradualmente.
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