Que Padre O Madre no ha pasado por la experiencia en que su hijo o hija parecía estar amenazado por alguna situación atemorizante? Tan solo el pensar que nuestros hijos están a la aventura en el mundo, puede que nos impulse a entrar enseguida en el aposento de la oración. Tal vez tengamos el deseo de poder protegerlos y guiarlos para siempre de alguna manera. “Necesita a su mamá” o “Si tan sólo escuchara a su papá”, pensamos. y, sin embargo, podemos ver con más claridad que, en realidad, el hijo está por siempre en presencia de su Madre celestial, sintiendo la maternidad de Dios, y que la hija nunca está apartada de su Padre divino.
Una madre que encaró una terrible amenaza contra su hijo, cuando era un bebé, fue la madre de Moisés, quien nació cuando Faraón, el gobernante de Egipto, había decretado la muerte de todo varón hebreo recién nacido. Después de tres meses de nacido, cuando ya no pudo esconderlo por más tiempo, la madre de Moisés preparó un arca — una arquilla de juncos — en la cual colocó a Moisés. Puso el arca en un carrizal a la orilla de río.
La hermana de Moisés permaneció a lo lejos para ver lo que acontecía con la arquilla. Cuando la hija de Faraón vino al río para bañarse y encontró a Moisés, la hermana de éste se ofreció para encontrar a alguien que se hiciera cargo del niño. Así Moisés volvió a su madre para que cuidase de él hasta que llegó el momento de que viviera en la corte de Faraón. Véase Ex. 1:15, 16; Ex. 2:1-10.
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