La Validez De la curación cristiana y su influencia reformadora en el mundo, jamás ha sido verificada simplemente por la popularidad de la religión o por el número de personas que asiste a una iglesia. Si consideramos retrospectivamente el advenimiento del cristianismo, es obvio que Cristo Jesús no dependía del número de personas que estaban listas para comprometerse totalmente con sus enseñanzas a fin de confirmar de alguna manera el significado o valor verdadero de la misión que Dios le había dado. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Para el 'varón de dolores' los honorarios o la popularidad no constituían peligro. Aunque tenía derecho al homenaje del mundo y estaba acreditado por la aprobación suprema de Dios, su breve entrada triunfal en Jerusalén fue seguida por la deserción de todos, salvo unos pocos amigos que con tristeza le siguieron hasta el pie de la cruz”.Ciencia y Salud, pág. 42.
A medida que seguimos el ejemplo de Jesús, tenemos que caminar en la dirección designada por Dios, a pesar de los apremios de la popularidad, la moda y las tendencias sociales. En lugar de reaccionar a las opiniones de la gente o de buscar la aprobación humana, podemos reconocer que el progreso genuino, así como también la religión verdadera, tiene una base totalmente espiritual.
Entonces, el éxito de la Iglesia de Cristo, Científico, de ninguna manera se mide numéricamente o por popularidad. El Consolador, o la Ciencia Divina, no es cíclico, ni está limitado a épocas específicas; él presenta la verdad eterna, siempre presente para sanar y redimir mediante el poder del Cristo. A medida que reconocemos esta actividad constante e impersonal del Cristo, la Verdad, que nos transforma individualmente y también cambia al mundo, veremos que estamos anhelando descubrir lo que Dios realmente quiere que nosotros y Su Iglesia seamos, en lugar de persistir en los bajíos de la creencia personal.
Al examinar tanto el intento literal como el espíritu de la siguiente estipulación en el Artículo VIII del Manual de La Iglesia Madre, vemos que proporciona valioso consejo:
Numeración de personas. Sec. 28. Los Científicos Cristianos no deberán dar a publicidad el número de miembros de La Iglesia Madre, ni el de las iglesias filiales. De acuerdo con las Escrituras, deben desentenderse de la personalidad y de numerar personas.Man., pág. 48.
Obedeciendo la instrucción a los miembros de “desentenderse de la personalidad”, vemos lo inadecuado que es tratar de servir a la Iglesia dejando un legado personal o adulando a una persona. En lugar de eso, todos podemos esforzarnos humildemente por ser testigos del poder de Dios y trabajar abnegadamente a medida que Su ley por sí sola promueve la actividad sanadora y universal del Consolador. Este es el verdadero discipulado. Los estudiantes de la Ciencia Cristiana aprenden que ni las personas ni los personajes conocidos pueden, en realidad, originar o mantener el cristianismo, su Ciencia, o la Iglesia de Cristo, Científico. De hecho, la Ciencia Cristiana enseña que Dios es la única inteligencia. El no crea al hombre para que origine su propia inteligencia, sino que expresa Su inteligencia a través del hombre. Dios es la única causa de todo bien, la Persona única. Dios es la Persona infinita, y la expresión de Dios es claramente individual, pero no puede ser un personaje, o entidad, separado que vive aparte de la sabiduría divina, generando sus propias ideas.
Es interesante notar que en muchas de las ocasiones en que Cristo Jesús sanaba, la gente alababa a Dios; no obstante, cuando alguno de los discípulos sanaba la gente alababa a ese discípulo. Cuando alguien le dijo a Jesús: “Maestro bueno”, Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios”. Mateo 19:16, 17. La identidad de Jesús era lo que Dios quería que fuese, y por eso ocupó un lugar único y maravilloso que nadie más puede ocupar. Puesto que él dijo: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios”, sus seguidores de seguro no han de deificarlo a él como tampoco se deificarían a sí mismos o a otros. En su artículo: “Deificación de la personalidad”, la Sra. Eddy, Guía del Movimiento de la Ciencia Cristiana, escribe: “Impersonalizar científicamente el sentido material de la existencia — en vez de aferrarse a la personalidad — es la lección de hoy”. Esc. Mis., pág. 310.
Por ser Su expresión, cada uno de nosotros tiene su propio nicho individual en el universo de Dios. El hombre no le informa a Dios cuál es su nicho, sino que Dios expresa Su propósito en el hombre. No obstante, la única manera en que esto se puede demostrar en nuestra vida diaria es mediante nuestro humilde deseo de responder al impulso de Dios y así dejar que nuestra individualidad verdadera salga a la superficie. ¿No es así como los seguidores de Jesús son vistos como “la luz del mundo”? Mateo 5:14.
Cada uno de nosotros tiene una misión distinta para ayudar a la humanidad a comprender la verdad del cristianismo científico. Toda actividad que está basada en el Manual de la Iglesia puede verse como un medio del cuidado de Dios, que nutre y eleva el pensamiento, una influencia divina que ha de sentir la humanidad. Parte de la definición de Iglesia en el glosario de Ciencia y Salud dice: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583. Pero nuestro trabajo no crea ni da poder al Cristo, la Verdad. Ni depende de la personalidad humana.
Los servicios religiosos de la Iglesia y las Escuelas Dominicales; las Lecciones Bíblicas; el trabajo de los practicistas, conferenciantes y maestros de la Ciencia Cristiana; las organizaciones de la Ciencia Cristiana en las universidades; las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana; cualesquiera de las actividades mundiales del Movimiento de la Ciencia Cristiana expresa la actividad del Cristo y no la actividad de las personas. Nuestro trabajo para la Iglesia es más eficaz, entonces, a medida que perpetuamente nos sometemos a la única Persona infinita que es la fuente de todo el bien que expresamos y del poder sanador que reflejamos.
Podemos despojarnos de todo ego personal y de toda opinión humana egoísta que se nos presente, y aceptar en cambio el punto de vista más elevado y espiritual de las cosas, el punto de vista que sólo el sentido espiritual presenta, el cual incluye el bien para todos sin excepción. Combinado con un amor profundo, propio del Cristo, este punto de vista es la plataforma de una oración eficaz en bien de nuestra Iglesia y de nosotros mismos.
La práctica cristiana y la curación espiritual son decididamente revolucionarias y radicales. No obstante, hay una gran diferencia entre ser radicales exteriormente sobre una base personal y ser radical en la consciencia sobre una base espiritual. El ser diferente sólo para ser visto diferente ante los ojos del mundo, es una forma de egoísmo. Pero el sanar mediante la comprensión de la totalidad de Dios y la irrealidad de la materia y la naturaleza espiritual impecable del hombre, es ser verdaderamente radical. Esta es la obra de una Iglesia que está genuinamente fundada no en la personalidad humana, sino en Dios.