A los primeros cristianos debe de haberles parecido natural hacerse a sí mismos preguntas sobre su fe, en especial después que el Maestro y los discípulos no estuvieron más con ellos. Preguntas tales como: ¿Quién fue este hombre llamado Jesús y qué enseñaba él? ¿Qué significa realmente ser un cristiano? ¿En qué creemos los cristianos y como deberíamos actuar? ¿Qué clase de organización debería tener una iglesia?
La mayoría de los cristianos consideraban que esas preguntas podrían tener una mejor respuesta si se establecía un conjunto de escritos sagrados o Escrituras, que preservaran las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles en forma precisa y clara. Por lo tanto, durante el primero y segundo siglo d.C., muchos cristianos tomaron notas de lo que entendieron de esas enseñanzas. En muchos aspectos ellos lo hicieron de la misma manera que nuestros diarios y medios de comunicación electrónicos cubren un acontecimiento político o religioso importante, o sea, desde una variedad de puntos de vista diferentes. Así como los noticieros de hoy en día informan sobre un asunto en forma más confiable que otros, así algunos de los primeros cristianos contaron la historia de Jesús y sus seguidores en una forma más responsable que otros.
Hacia mediados del segundo siglo d.C., un torrente de literatura cristiana había inundado el mundo romano. Algunos alcanzaron la norma más elevada de la comunidad cristiana, pero muchos estuvieron más cerca de la ficción que de la realidad. Así que lenta, pero inevitablemente, los cristianos tuvieron que examinar cada parte de sus escritos santos para determinar si éstos representaban su fe en forma justa. La literatura que estuvo a la altura de las exigencias se llegó a llamar canon, una palabra griega que significa regla, norma o vara de medir. La literatura que no estuvo a la altura de las exigencias cayó en desuso poco después. La literatura cuestionable fue conocida como apócrifa, o sea, de dudoso valor o autenticidad. Con el tiempo, las escrituras canónicas cristianas se conocieron como el “Nuevo Testamento” o “Nuevo Pacto”, la contraparte cristiana del “Antiguo Pacto” de la Biblia hebrea.
EL CANON HEBREO
Es importante comprender que el Canon del Nuevo Testamento se desarrolló sobre la base del canon hebreo, el cual fue terminado durante el primer siglo d.C. Después de que los romanos saquearon Jerusalén en el año 70 de nuestra era, ellos mandaron a los judíos hasta los confines del imperio. Desesperados por preservar sus enseñanzas y tradiciones religiosas, frente a esta calamidad, los judíos se movieron con rapidez para darle una forma final a sus Escrituras.
Por supuesto que el pueblo hebreo y sus profetas habían afirmado una y otra vez la autoridad absoluta de la Tora (de Génesis a Deuteronomio) como la base de su religión y ley civil. Es probable que la primera vez que el libro de la Tora fue canonizado formalmente haya sido en el siglo séptimo a.C., cuando fue descubierto por los trabajadores que reedificaron el Templo. Josías, el rey de Israel, de inmediato pidió que se leyera el libro de Deuteronomio en voz alta al pueblo judío, que sintió tal temor reverente por su mensaje que de inmediato se unieron con el rey a la celebración de la Pascua, la que se transformó en un acto de canonización.
Otra parte del canon hebreo que fue aceptada durante siglos por la mayoría de los judíos fue el conjunto de escritos llamado los “Profetas”. Aunque no tenían la misma autoridad que la Tora, estos escritos habían estado en el corazón de los judíos durante siglos. Ellos incluían los libros históricos de Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, y 1 y 2 Reyes, así como los grandes escritos proféticos de Isaías, Jeremías, Ezequiel y de los Doce Profetas (de Oseas hasta Malaquías).
La tercera sección del canon hebreo, los “Escritos”, fue más expuesta a objeciones que la Tora o los Profetas, aunque los rabinos judíos con el tiempo decidieron incluirlos en el canon. Entre estos libros se encuentran Rut, Ester, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares de Salomón.
¿Qué escritos sacaron los judíos de su Biblia? Una serie de libros apócrifos o cuestionables en griego y en hebreo que habían estado circulando en la comunidad judía. Los primeros entre estos libros fueron los apócrifos incluidos en la Septuaginta, una traducción griega de la Biblia hebrea, terminada en Alejandría, Egipto, alrededor del año 250 a.C. Los Apócrifos y otros libros dudosos de las Escrituras también fueron descubiertos entre la inmensa biblioteca de los Papiros del Mar Muerto, descubierta en este siglo en Qumram, donde la secta Esenia había coleccionado y estudiado las Escrituras entre el siglo 2 a.C. y el 70 d.C. El propósito de la mayoría de esos libros apócrifos ha sido el de reunir la historia del pueblo hebreo y actualizarla, por lo menos hasta el siglo 2 a.C.
COMIENZOS DEL CANON CRISTIANO
Las primeras comunidades cristianos no hacían reuniones para discutir sus cánones, pero durante el siglo 1, los cristianos en general estuvieron de acuerdo en que ciertos escritos de las Escrituras eran aceptables y podrían ser leídos en voz alta en las iglesias. Ellos aceptaron las Escrituras judías como su propia herencia religiosa y vieron la misión de Jesús como el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Después de todo, el Maestro mismo había citado de la Biblia hebrea, así como lo hicieron Pablo y los otros apóstoles.
Los cristianos más antiguos también reverenciaban las enseñanzas de Jesús que circulaban en la tradición oral. Sin embargo, durante muchas décadas ninguna de ellas fue asentada como canon de estas enseñanzas. Y aun después de que fueron escritos los cuatro Evangelios, otros relatos de las palabras y obras de Jesús continuaron pasando en forma oral a través del Imperio Romano.
Los cristianos del siglo 1 pensaron que las cartas escritas por los apóstoles Pablo y Pedro, y luego en el nombre de ellos, eran otro elemento de su canon informal. Especialmente después de que los apóstoles fallecieron los cristianos escudriñaron con ahínco estas cartas en busca de inspiración, y aceptaron estas palabras apostólicas como las Sagradas Escrituras. Sin embargo, ellos no siempre estuvieron seguros de cuales eran verdaderamente las cartas que habían sido escritas por los apóstoles.
Los mandamientos de Jehová son rectos,
que alegran el corazón;
el precepto de Jehová es puro,
que alumbra los ojos.
El temor de Jehová es limpio,
que permanece para siempre;
los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
Salmo 19:8, 9