Sara podía oír la lluvia que golpeaba contra la ventana de su habitación. Rápidamente saltó de su camita caliente. Había que prepararse para otro día de escuela. Sacó del ropero su único par de zapatos. Las suelas estaban tan delgaditas que consistían en pedazos de cartón muy gastados, sostenidos por lo que quedaba de cuero.
Su mamá la llamó para que bajara a tomar el desayuno. Sara sabía que su mamá estaba preocupada porque ella no tenía zapatos buenos que mantuvieran sus pies calentitos y secos. Pero por ahora no había dinero para comprar zapatos. “Con esta lluvia estaré descalza antes de que llegue a la escuela”, pensó mientras se sentaba a la mesa. Pero inmediatamente recapacitó y se dijo a sí misma: “Este es el momento apropiado para usar algunas de las verdades de las que mi maestra habla en la Escuela Dominical a toda la clase. Realmente quiero ir a la escuela hoy. ¡Siempre pasan tantas cosas divertidas!”
Sara asistía con regularidad a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que había en su vecindario, y recordaba que su maestra decía que se podían aplicar las verdades sanadoras sobre Dios y el hombre a cualquier problema, de la manera que se aplican las leyes de las matemáticas para solucionar problemas de multiplicación. También recordó algo que dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “¿Quién se pondría ante una pizarra rogando al principio de las matemáticas que resuelva el problema? La regla ya está establecida, y es nuestra tarea hallar la solución”.Ciencia y Salud, pág. 3.
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