Se Ha Dicho que, si se las deja solas, un gran porcentaje de las enfermedades se irían sin utilizar medicamentos y sin atención médica. Si bien esto puede ser una declaración alentadora respecto a la actividad de recuperación natural de la mente y el cuerpo humanos, no es Ciencia Cristiana. La Ciencia Cristiana insiste en que no se debe dejar sola la enfermedad, ni siquiera una enfermedad sin importancia; hay que enfrentarla instantáneamente con la Verdad y el Amor y así sanarla.
La curación cristiana comienza desde una base distinta de la de los métodos materiales. Los métodos de la medicina consideran que la materia es tanto la causa como el efecto, y por lo tanto la cura tiene que ser necesariamente material. Los médicos generalmente tratan la enfermedad como un desorden de la materia que debe ser corregido con más materia o menos materia; y esto hace parecer a la materia más real y amenazante a la consciencia humana. La Ciencia Cristiana, por el contrario, demuestra que el Espíritu divino, la Mente, es la única causa genuina, y todo efecto es el resultado perfecto de esta causa. Esta Ciencia trata a la enfermedad como un error mental, que no es parte de la Mente divina o del hombre como expresión de la Mente. Y corrige este error con el poder sanador del Cristo, la Verdad. El resultado es que la materia y la enfermedad parecen menos sustanciales e intimidantes para la mente humana, y la enfermedad desaparece.
Si usamos la medicina material o simplemente dejamos que la enfermedad siga su curso, temporariamente podemos deshacernos del problema exterior sin quitar el error mental que es la base de la enfermedad, ya se trate de temor o algún elemento de pecado o simplemente ignorancia acerca de Dios. Si los pensamientos erróneos no son erradicados mediante el Cristo, pueden subsistir en la mente humana y después manifestarse en la misma o en otra forma de enfermedad. Por eso es prudente destruir en sus comienzos los elementos del pensamiento que tienden a fomentar el sufrimiento. Pablo bien puede haber estado aludiendo a esto cuando habló de derribar “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5. Y la Sra. Eddy declara en Ciencia y Salud: “Cuando se presenten los primeros síntomas de enfermedad, combatid el testmonio de los sentidos materiales con la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 390.
La Ciencia divina es la revelación de Dios de la realidad espiritual, de Su propia naturaleza perfecta como Amor, y del hombre como la perfecta imagen del Amor. Dios es la causa completamente buena de Su propio efecto bueno. Dios es Espíritu, Alma, y el hombre es la semejanza espiritual de su creador que manifiesta salud y santidad, ahora y por siempre. No hay mente maligna, materia, enfermedad, pecado, muerte en la única Mente divina y perfecta, y es sobre la base de esta realidad espiritual absoluta que la discordia puede ser sanada por medio del poder del Cristo en la consciencia humana.
Esta influencia divina salvadora puede destruir las pretensiones del mal de que tiene realidad, y sus efectos erróneos sobre la humanidad. Nos capacita para probar que la enfermedad y el pecado son desconocidos para Dios y Su reflejo, el hombre. El maestro cristiano, Jesús, sanó mediante el Cristo, mostrando con esto que la naturaleza fundamental de la enfermedad es el pensamiento equivocado.
La Ciencia Cristiana, la ley de la Verdad y el Amor, elimina los pensamientos fraudulentos que engendran la enfermedad y las acciones inmorales, y los sustituye con ideas verdaderas y afectuosas que fomentan la salud y la santidad. Entonces, la curación por medio del Cristo en la Ciencia Cristiana, no es simplemente otra forma de arreglar la materia. Es un medio de redención y salvación, de llegar a conocer mejor a Dios para rendirle culto correctamente, siendo la curación física el efecto natural de haberlo hecho. La curación y la regeneración indican que el pensamiento ha sido espiritualizado y que nuestra vida está de acuerdo con la realidad espiritual.
A medida que el Cristo, la Verdad, pone a la consciencia humana de acuerdo con la realidad divina, el pensamiento pecaminoso y la enfermedad física desaparecen porque son irreales. Cuando el pensamiento humano es abrazado por el Amor, imbuido de todo lo que es bueno y santo, el cuerpo responde como debe. Por medio de la Ciencia Cristiana probamos que en la verdad absoluta no hay mentalidad mortal ni razón sensual para obstruir la armonía; no hay estructura sensorial y física que pueda enfermarse.
La curación, la redención y la regeneración conducen a la salvación. En el proceso, no ignoramos el cuerpo ni tratamos de manipularlo. En cambio, observamos la admonición de Pablo: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Rom. 12:2. El hacerlo erradica las influencias mentales opresivas que dañan los Órganos y funciones corporales y restaura la acción saludable y normal.
El cuerpo se puede asemejar a una veleta. Y por eso tenemos que preguntarnos: “¿De dónde están soplando nuestros pensamientos?” A medida que vigilamos nuestro estado mental a través de la oración y de un sentido más profundo de Dios como la única Mente genuina, podemos prevenir o destruir la supuesta causa de la enfermedad. El error al que se trata de inmediato — al que no se deja solo — no tiene malas consecuencias.
Sin embargo, nada de esto significa, que debemos sentir temor por los pensamientos malos o sus supuestos efectos. Esto también sería un error. Con una comprensión creciente de Dios y de nuestra propia naturaleza verdadera, y un equilibrio entre nuestros móviles y acciones del lado del bien, se hace natural detectar y resistir los pensamientos que nos son extraños. Esos pensamientos a menudo se nulifican al vivir una vida semejante al Cristo sin hacer esfuerzos conscientes. A veces, solamente una afirmación de la verdad y una negación del error es todo lo que se necesita para continuar estando libres del mal. Sólo cuando el mal se ha atrincherado en la consciencia humana se debe emprender una vigorosa batalla para desalojarlo con una comprensión de la realidad espiritual.
Es sumamente necesario que vigilemos nuestro pensamiento para no caer en la trampa mental de creer que somos mortales pecadores que tratan de usar la psicología, la filosofía o aun la religión para conseguir lo que Dios ya nos ha dado de salud y santidad. El hombre es ahora la semejanza honorable y perfecta de Dios que incluye todo el bien. La mente humana no tiene poder para sanar, pero puede ser sanada. El Cristo, que actúa en el pensamiento humano, es lo que sana y reforma.
A menos que reconozcamos la naturaleza verdadera y espiritual del hombre, podemos pensar que nosotros y los demás somos mortales que tenemos que sobreponernos a la enfermedad corrigiendo los pensamientos de temor, ignorancia o pecado, aunque por medio del poder de Dios. El reemplazar el pensamiento erróneo con la verdad — cambiar la base de nuestro pensamiento de lo material a lo espiritual — es esencial, pero tiene éxito solamente cuando empezamos desde el punto de vista de la realidad espiritual de que el hombre es la semejanza de Dios ahora mismo. En la Ciencia del hombre no hay pensamientos equivocados de enfermedad que deben ser eliminados. La Mente que es Dios no conoce el mal; sólo conoce la armonía que ella misma crea y mantiene.
El jefe de una familia había adoptado la materialidad y evitado la espiritualidad durante años. A menudo irritaba o intimidaba a la gente. Cuando le venía una enfermedad, la ignoraba, usaba la voluntad humana para contenerla o volvía a la medicina para curarla.
Un día los médicos le dijeron que tenía cáncer y que le quedaban sólo ocho días de vida. Le pidió a una pariente que era Científica Cristiana que preparara los papeles para su muerte que se aproximaba, y así lo hizo ella. Pero cuando le entregó los papeles, también le dio el número de teléfono de una practicista de la Ciencia Cristiana y le dijo: “¡Elige!” El eligió la Ciencia Cristiana y fue sanado. Su rostro cambió. También cambió su concepto acerca de los demás, la manera en que ve a la gente, y que los otros lo ven a él; su forma de hablar a los demás. Se suavizó; se volvió más gentil, esperando siempre el bien. Sonríe y se ríe mucho más que antes. Es cordial, considerado, amable y cariñoso. Ahora va a la iglesia todas las semanas y lee todos los días la Lección Bíblica; que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, para aprender más de la gracia de Dios en la Ciencia del Cristo y así poder ser de mayor utilidad a los demás.
En su obra La curación cristiana, la Sra. Eddy hace esta declaración: “La Ciencia metafísica o divina revela el Principio y método de la perfección — cómo llegar a tener una mente que esté en armonía con Dios, en simpatía con todo lo que está bien y opuesto a todo lo que está mal, y un cuerpo gobernado por esta mente”.La curación cristiana, pág. 14. El caso de la curación que acabo de relatar es una prueba maravillosa de este hecho.
Por lo tanto, cuando un error aparece en el pensamiento o en el cuerpo, ¡no lo dejemos solo! Al aplicar nuestra comprensión del “Principio y método de la perfección”, podemos ser testigos del poder sanador de Dios. Esta es la forma cristiana de sanar, y brinda salud y santidad duraderas.