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Cuando Termino La Segunda...

Del número de mayo de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Termino La Segunda Guerra Mundial, fui aceptado para ingresar a un nuevo programa de entrenamiento para oficiales en la Marina de los Estados Unidos y fui asignado a una importante universidad de la Costa Este. Yo estaba muy feliz, ya que siempre había estado interesado en el mar y de otra manera no hubiera tenido los medios necesarios para acceder a una educación universitaria.

En la primavera de mi segundo año, luego de un examen físico anual, se me informó que debía presentarme en las oficinas centrales del distrito naval. Mientras esperaba, me preguntaron si sabía porqué estaba allí, y les dije que “no”. Entonces me informaron que el resultado de mi examen físico no había sido satisfactorio, lo cual fue una sorpresa total para mí, pues no se me había dicho nada en el momento mismo del examen.

A los pocos minutos me condujeron a un consultorio, donde dos médicos de la Marina me revisaron y hablaron sobre mi condición. Dijeron que había una falla en el corazón y que habían confirmado el diagnóstico anterior. Me pidieron que regresara la semana siguiente para otro examen.

Me comuniqué con mis padres y con una practicista de la Ciencia Cristiana que había sido mi maestra en la Escuela Dominical antes que yo asistiera a la universidad. Ella comenzó a orar por mí. Hablé con ella varias veces, y calmó mis temores tanto sobre mi salud como sobre la posible pérdida de mis estudios universitarios. Puso especial énfasis en la verdad de que el hombre refleja el ser perfecto y armonioso de Dios. Me aferré a la idea espiritual de que el hombre es perfecto porque Dios es perfecto la Sra. Eddy declara en Ciencia y Salud: “El hombre es la expresión del ser de Dios” (pág. 470) y “El ser de Dios es infinitud, libertad, armonía y felicidad sin límites” (pág. 481). Yo debía expresar a Dios de una manera armoniosa.

El día que debían examinarme nuevamente, la practicista me dijo con total confianza que no tuviera miedo, que los médicos estaban buscando la verdad, y eso era justamente lo que encontrarían. Y lo que hallaron fue que no había ningún rastro del problema cardíaco. Hubo mucha discusión sobre el tema; me dijeron que debía acudir a un hospital de la Marina para que me hicieran otros exámenes. Después de un sin fin de pruebas durante los siguientes dos días, con resultados negativos, se me informó que debía regresar a mi unidad y continuar con mi programa universitario. Demás está decir, que yo estaba profundamente agradecido.

Cuando me presenté para mi examen físico para el tercer año, el médico principal estaba sorprendido de encontrar una historia clínica tan abultada con los resultados de todas las pruebas anteriores, y con cuadros, cintas, y demás cosas. Me hizo algunas preguntas y luego cuidadosamente y con mucha calma leyó todo lo que contenía el archivo completo controlando cada punto mientras yo esperaba. Luego me examinó detenidamente y después de pensar un momento, me miró y dijo: “Hijo, creo que todo esto nunca ocurrió”. Tomó todo lo que había en mi historia clínica relacionado con el problema del corazón y lo arrojó al cesto de papeles. Yo me sorprendí, pero estaba muy agradecido por todo esto, pues evitaría que en mis próximos años en la Marina hicieran la revisión periódica de gran cantidad de información sobre un problema que “nunca [le] ocurrió” al hombre de Dios.

A lo largo de los años, la Ciencia Cristiana ha sido una guía siempre accesible, siempre confiable sobre la verdad acerca de mi familia y de mí cuando nos hemos enfrentado con otros problemas, grandes o pequeños.


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