La Dueña De una propiedad que arrendaba fue sorprendida con la repentina notificación de que el inquilino de muchos años la desocupaba. Antes de anunciarla de nuevo invirtió mucho tiempo y amor renovándola en espera del nuevo inquilino. Como todavía no había conseguido otro inquilino, los gastos amenazaban con terminar con sus ahorros.
La propietaria estudiaba la Biblia y estaba familiarizada con las extraordinarias curaciones de Jesús, tanto de enfermedades y pecados como de muchos otros problemas de la existencia humana. ¿Acaso no había mandado a su discípulo Simón Pedro a que encontrara dinero para los impuestos en la boca de un pez? ¿No había alimentado a más de cinco mil personas con unos pocos panes y peces? Estos ejemplos de cómo satisfacer las necesidades humanas no eran trucos mágicos, eran pruebas absolutas de que nuestro Padre celestial, Dios, responde a la oración de manera práctica.
Esta señora se había dirigido a Dios muchas veces antes, y sus oraciones siempre habían sido respondidas. Comprendía que en esta ocasión también podía confiar en Dios completamente. Dos versículos que leyó en la Segunda Epístola a los Corintios la sorprendieron por lo pertinentes. Destacaban el hecho de que a causa de que la oferta y la demanda son espirituales, siempre tienen que ser iguales. Pablo dice a los corintios: “.. . no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad”. 2 Cor. 8:13, 14.
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