LA REFORMA DESAFIA A LOS LIBROS APOCRIFOS
Con la llegada del Renacimiento y el renacer de los estudios griegos en el siglo XV, eruditos y líderes de la iglesia comenzaron otra vez a cuestionar la confiabilidad de los libros apócrifos. Esto fue muy evidente después de la caída de Constantinopla, cuando los eruditos griegos huyeron de aquella ciudad hacia Europa Occidental con sus antiguos manuscritos de la Biblia. Estos textos inspiraron traducciones nuevas y más exactas de la Biblia a los idiomas que eran más comunes en esa época, y obligó a que se hiciera una nueva evaluación de los libros apócrifos.
El reformador Martín Lutero concluyó su traducción al alemán de toda la Biblia — incluso los libros apócrifos — en 1534. Pero conmocionó a las autoridades de la iglesia al declarar en su prefacio que los libros apócrifos no debían ser considerados Sagradas Escrituras, aun cuando fueran instructivos. Cuando otras publicaciones protestantes de la Biblia siguieron el ejemplo de Lutero al suprimir los libros apócrifos del resto de los textos de las Escrituras, la Iglesia Católica Romana, en el Concilio de Trento en 1546, respondió con la tajante declaración de que todo aquel que publicara una Biblia sin los libros apócrifos sería considerado anatema.
Entonces, en 1599, algunos impresores de la Biblia Ginebra, una Biblia inglesa traducida por protestantes radicales en Suiza, omitieron por completo los libros apócrifos de algunas ediciones de esta Biblia. Pero las primeras ediciones de la Biblia King James, publicada en 1611, incluyeron los escritos apócrifos del Antiguo Testamento, aunque estaban separados de las escrituras canónicas e intercalados entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Sin embargo, a principios de 1616, algunos impresores radicales comenzaron a sacarlos de los textos de la King James, a pesar de que el arzobispo de Canterbury amenazó con la prisión a todo aquel que publicara la Biblia sin los libros apócrifos.
A través de los siglos el número de versiones de la Biblia King James que omitieron los libros apócrifos excedió las que los incluían, hasta que prácticamente ninguna de esas ediciones los incluyeron. Finalmente, en 1826, la Sociedad Bíblica Británica y Foránea decidió dejar de publicar los libros apócrifos en todas las ediciones de sus Biblias.
SIGNIFICADO E INFLUENCIA DE LOS LIBROS APOCRIFOS
Los libros apócrifos del Antiguo Testamento son interesantes porque ofrecen un puente histórico entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ellos abarcan un período de quinientos años (cerca del 500 a.C. hasta el nacimiento de Jesús) que no estaba cubierto por el Antiguo Testamento. Aunque algunos de los relatos de los libros apócrifos son novelescos, dicen mucho sobre este período que, de otro modo, los historiadores no podrían haber descubierto. Algunos de los libros apócrifos del Antiguo Testamento ofrecen un cuadro preciso de los heroicos esfuerzos del pueblo judío por mantener su fe ante la opresión política, militar y religiosa, bajo el dominio extranjero. Vistos como un documento histórico multifacético, estos escritos ofrecen una base valiosa para el estudio del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Además, los libros apócrifos han influido muchas obras religiosas, literarias y artísticas. Por ejemplo, las obras de Shakespeare contienen en términos generales ochenta referencias de los libros apócrifos. Handel basó sus oratorios Susana y Judas Macabeo en los libros apócrifos. Y en el siglo XIX el pianista y compositor ruso, Anton Rubinstein, centró su ópera Los Macabeos en la historia de los libros apócrifos.
LOS PRIMEROS LIBROS APOCRIFOS: NARRACIONES Y CARTAS
Probablemente el más antiguo de los libros apócrifos sea el libro de Tobías. Está basado sobre conocimientos fragmentarios del antiguo folklore judío que se juntaron en una sola historia en el siglo III a.C. Este libro es una historia romántica de corazones destrozados, noviazgos, matrimonio, recompensas, y en la curación de Tobías y de toda su familia, quienes vivieron una vida justa y temerosa de Dios durante su exilio en Asiria en el siglo VIII a.C. La historia tiene un final feliz, pero lento en llegar, tal como — da a entender el autor — va a ocurrir para que llegue el momento en que Israel se libere de la opresión. El libro de Tobías envía un fuerte mensaje a los judíos del siglo III que vivían bajo la opresión extranjera: No se desalienten. Dios los salvará y sanará si ustedes sencillamente confían en El y permanecen fieles a la ley hebrea.
Compuesta alrededor de la misma época, o quizá a más tardar en el siglo II a.C, la Carta de Jeremías fue escrita como si fuera un mensaje del profeta del Antiguo Testamento a los exiliados en Babilonia a fines del siglo VII o principios del VI a.C. La carta es un fuerte ataque verbal contra los ídolos de Babilonia — semejante al libro de Jeremías en el Antiguo Testamento — que declara que esos dioses son objetos materiales, sin vida propia, ni poder, o identidad real. “Como un espantapájaros en un lecho de pepinos, que no protege nada”, escribe el autor, “así son vuestros dioses de madera, cubiertos con oro y plata” (Carta de Jeremías 6:70). Al igual que el libro de Tobías, la Carta de Jeremías es en realidad un mensaje del autor a sus contemporáneos, advirtiéndoles que no adoren a otros dioses.
De acuerdo con la tradición, el autor del libro de Baruc es el secretario de Jeremías, quien escribe desde el exilio en Babilonia a los judíos de Jerusalén. El libro es una recopilación de plegarias y poemas obtenidos y parafraseados del Antiguo Testamento de los libros de Daniel, Job e Isaías. Estos libros se continúan el uno al otro en cuatro secciones principales: una introducción instando a los judíos a ser generosos y a orar por el emperador de Babilonia, una oración de confesión y una súplica por la liberación, un himno dedicado a la Sabiduría personificada, y una hermosa plegaria con declaraciones llenas de confianza como ésta: “Ten ánimo, oh Jerusalén, porque aquel que te nombró te consolará.. . Los bosques y cada árbol fragante han dado resguardo a Israel al mandato de Dios” (Baruc 4:30; 5:8).
El breve relato de Susana es considerado con frecuencia como una de las más encantadoras historias de la literatura judía. Escrito en el siglo III o II a.C. y luego unido al libro de Daniel de la versión Septuaginta, Susana describe cómo una joven esposa, virtuosa y bella, cuando vivía en Babilonia durante el Exilio — a través de su simple inocencia e incuestionable confianza en Dios — logra triunfar sobre dos jueces astutos y corruptos que tratan de hacerle un chantaje, para que les conceda favores sexuales. Así como José rechaza las proposiciones de la mujer de Potifar en el Antiguo Testamento, así Susana permanece firme contra los ancianos jueces, aun cuando ellos tratan de destruir su reputación, acusándola de cometer adulterio con otro hombre.
Obligada a presentarse ante la corte en un juicio que pone en peligro su vida, Susana desesperada ora a Dios, quien envía a Daniel en su rescate. Durante el juicio, Daniel interroga a los jueces por separado, prueba que ellos mienten y reivindica a Susana. Los jueces son condenados a muerte, mientras los familiares de Susana se regocijan y alaban a Dios. Y en las palabras del autor: “Desde aquel día, Daniel fue tenido en gran estima” (Susana 1:64). Como la mayoría de los otros primeros escritos apócrifos del Antiguo Testamento, la historia de Susana demuestra a sus lectores la necesidad de obedecer la ley hebrea, aun ante una presión extrema, aun frente a la corrupción y a la opresión religiosa.
(En la tercera parte aparecerá lo que resta de los libros apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento).