La Descripcion De cada una de las muchas dolencias físicas que he visto sanar a través de la Ciencia Cristiana, y la solución de otros problemas, llenaría un libro.
Cuando tenía menos de trece años, la puerta de un autómovil se cerró en mi mano, magullando los dedos. Mi madre llamó por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. La practicista me habló por algunos minutos, pero no recuerdo exactamente sus palabras. Entonces me dijo que leyera “la declaración científica del ser”, en Ciencia y Salud. Así lo hice, varias veces, y el dolor se calmó. Pronto pude usar la mano normalmente, pero varias semanas después, uno de los dedos seguía encorvado, y no lo podía estirar como los otros. No había notado esto antes. Mi abuelo, que practicaba la Ciencia Cristiana, oró por mí. Pronto el dedo estuvo normal, y esta curación ha sido permanente.
Hace varios años, cuando mi esposa y yo nos preparábamos para hacer un viaje a Inglaterra, me puse muy nervioso. Las puntas de mis dedos y mis labios se pusieron muy sensibles, y una severa erupción apareció en todo mi cuerpo. Al principio estaba muy desalentado, pues habíamos estado esperando hacer este viaje. Pero como estaban las cosas, yo no podía ir.
Entonces un versículo de la Biblia, de una Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, me vino al pensamiento. “¿Cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata?” (Mateo 12:29). Esta parábola de Jesús me había perturbado en el pasado. ¿Por qué debía uno entrar en la casa de un hombre fuerte sin su permiso? ¿Era justo atar al hombre fuerte y despojarlo de sus bienes? La autora de Ciencia y Salud interpreta este versículo espiritualmente: “En otras palabras, ¿cómo puedo curar el cuerpo sin empezar con la llamada mente mortal, que gobierna directamente al cuerpo? Una vez que la enfermedad es destruida en esa llamada mente, desaparece el temor a la enfermedad, y, por consiguiente, la enfermedad es sanada por completo. La mente mortal es 'el hombre fuerte' que tiene que ser dominado, antes que su influencia sobre la salud y la moralidad pueda eliminarse. Una vez vencido ese error, podemos despojar 'al hombre fuerte' de sus bienes — a saber, del pecado y la enfermedad” (págs. 399—400).
Vi más claramente que la solución del problema no consistía en tratar de cambiar las condiciones del cuerpo, sino en corregir el pensamiento, comprendiendo que yo era el reflejo espiritual de Dios, hecho a Su imagen, perfecto y sin culpa. Ciencia y Salud, describe esta corrección del pensamiento y sus resultados: “La hipotética lucha entre la verdad y el error es sólo un conflicto mental entre la evidencia de los sentidos espirituales y el testimonio de los sentidos materiales, y esa lucha entre el Espíritu y la carne resolverá toda cuestión por medio de la fe en el Amor divino y la comprensión de ese Amor” (pág. 288). Entendí que la curación descansa en comprender mejor quién era yo en realidad, la idea perfecta de Dios. En otras palabras, traté de verme a mí mismo como Dios me ve.
Me levanté de la cama con la renovada confianza y convicción de que todo estaba bien. Continuamos con los preparativos para el viaje. El nerviosismo se calmó y las marcas de la erupción comenzaron a secarse y desaparecieron sin dejar rastros. No ha habido recaída de esta dificultad.
Pude hacer el viaje, el que incluyó continuas actividades diarias, y lo pasé muy bien. Cinco meses después, en perfecta salud, subí al Monte Kilimanjaro en Africa. Durante ese activo viaje de cinco semanas, pasamos parte de nuestro tiempo acampando en la selva. El siguiente pasaje de la Biblia del libro de Proverbios me ha sido de mucha ayuda durante los últimos cuarenta años: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5).
Fort Collins, Colorado, E.U.A.