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Cómo podemos contribuir más eficazmente al bien

Del número de febrero de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Mi Primer año de licenciatura aprendí una lección importante. En una de mis clases, los estudiantes y el profesor discutían varias teorías de diseño. En realidad, los otros las discutían y yo generalmente escuchaba; no contribuía mucho. Al finalizar el curso, entregué el último, y único, proyecto. Obtuve una nota muy alta en ese proyecto, pero en mi calificación final la nota fue más baja. Cuando le pregunté sobre la diferencia de calificación, el profesor fue muy franco. Me dijo que aunque yo comprendía el tema, no había compartido lo que sabía con la clase y, por lo tanto, no merecía la calificación más alta. El tenía razón, y yo lo sabía.

Desde ese momento he llegado a comprender la necesidad moral de compartir. La esencia del cristianismo es promover el bienestar de los demás. Hay también una necesidad espiritual de compartir, que es la base de la demanda moral. Dar de nosotros mismos es una manifestación natural del hecho de que el hombre expresa la naturaleza divina. El libro del Génesis nos dice que el hombre es creado a imagen de Dios. Por lo tanto, la compasión y la generosidad son el resultado lógico del hecho espiritual de que Dios es Amor y el hombre la imagen del Amor. La expresión de la justicia es la manifestación inevitable del hecho de que El es la Verdad. La percepción y la sabiduría derivan del hecho de que El es la Mente.

Cuando damos sobre la base de una comprensión espiritual de Dios y del hombre, nuestro dar no puede menos que ser eficaz. Cristo Jesús nos mostró lo poderoso que es el dar sobre una base espiritual, a través de sus obras, las cuales incluyen curaciones de parálisis, ceguera y lepra. En una ocasión alimentó a cinco mil personas con unos pocos panes y peces, y en otra, salvó a sus discípulos de una tormenta en el mar.

Jesús ciertamente aumentó el bienestar de aquellos a quienes conoció, pero su misión incluía mucho más. El vino para mostrarnos de qué modo podemos liberarnos del pecado, la enfermedad y la mortalidad. Ejemplificó al Cristo, la divina influencia sanadora que está siempre presente para revelarnos la salud y la armonía del ser verdadero y la totalidad de Dios.

Jesús nos ha brindado un ejemplo del dar en su sentido más elevado. Pero ¿cómo podemos seguir su ejemplo de curación? El maestro sabía que el poder que sana no es un atributo personal. Proviene de Dios, el bien, y está al alcance de todos. Y los discípulos probaron esto al continuar sanando aun después de la ascensión de Jesús.

El veía más allá de las limitaciones impuestas por el pensamiento humano. Enseñó que sólo es necesario tener un poco de fe en y comprender la Verdad divina para echar fuera demonios y enfermedades. El dijo: "... si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible". Mateo 17:20.

La Sra. Eddy alentó a sus seguidores a tener más fe en el gobierno de Dios, el bien, y en el hombre como la expresión de Dios. En Pulpit and Press, en el sermón de dedicación de su Iglesia, ella cita este poema:

"Qué ocurriría si una gota de lluvia dijera,
'Una gota tan pequeña como yo
Nunca podría refrescar una tierra marchita;
¡Me quedaré en el cielo!' "

Luego agrega: "¿No es un hombre metafísica y matemáticamente uno, una unidad, y, por lo tanto, un número completo, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios? Vosotros simplemente tenéis que preservar un concepto científico y positivo de unidad con vuestro origen divino, y demostrar esto diariamente. Entonces descubriréis que uno es un factor tan importante como millones de millones cuando se trata de ser y hacer el bien, y así demostrar el Principio deífico".Pul., pág. 4.

La Ciencia Cristiana tiene un efecto radical en nuestra manera de dar. Este efecto surge de la forma en que encara las enfermedades humanas. En lugar de partir de la supuesta realidad de estas enfermedades y de buscar un remedio para ellas en la materia, esta Ciencia comienza con la Verdad de que Dios, el bien, es absolutamente todo, y partiendo de esta base demuestra la ilegitimidad de todo lo que es desemejante a El. La comprensión de la realidad espiritual nos capacita para encontrar salud y armonía más consecuentemente en nuestra vida.

La Ciencia Cristiana hace hincapié en que un pensamiento correcto es el camino principal en el dar. Al decir "pensamiento correcto", no quiero decir simplemente pensamiento positivo, sino oración, como enseñó Cristo Jesús. La curación no es el resultado de ninguna acción de la mente humana. La curación es el resultado del sometimiento de la mente humana al gobierno de la Mente divina.

En su llamamiento a que vivamos expresando generosidad, Pablo nos da la clave para pensar correctamente: "... No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por los otros. Haya, pues, en vosotros ese sentir que hubo también en Cristo Jesús". Filip. 2:4, 5.

¿Cómo podemos obedecer ese consejo más plenamente? Como Jesús, nosotros podemos amar las ideas espirituales en lugar de amar cosas o pensamientos materiales. Podemos buscar primero el reino de Dios. Podemos escuchar y seguir mansamente la dirección de Dios en lugar de luchar por hacerlo a nuestra manera. A medida que somos más generosos, nuestros pensamientos dejan de centrarse en cómo satisfacer nuestros deseos y comienzan a esperar en Dios, el Amor, a servirle a El. El pensar correctamente es en sí mismo acción, y resulta en acción. Es acción porque un pensamiento imbuido de la verdad y el amor de Dios sana moral y físicamente.

Cuando la Sra. Eddy descubrió la Ciencia Cristiana, ella había sanado (de una lesión casi fatal causada por un accidente) mientras leía en la Biblia el relato de una de las curaciones de Jesús. Ella escribió sobre ese momento: "Cuando la puerta se abrió, yo estaba esperando y vigilando; y ¡he aquí que vino el esposo! En esa medianoche las antorchas del Espíritu iluminaron el carácter del Cristo. Mi corazón conoció a su Redentor".Ret., pág. 23.

En ese momento ella no dijo: "¡qué maravilla!", y luego dejó todo como estaba. Se sintió impulsada a comprender las leyes de Dios, la Ciencia en la que se basó su curación, y trabajó para compartir esta Ciencia con la humanidad, pues ella sabía que nada nos bendeciría más.

Aunque la meta inmediata de la Ciencia Cristiana sea la curación y redención individuales, la influencia sanadora del Cristo, la Verdad, no puede ser limitada. La Verdad inspira y eleva los asuntos del mundo. Cuando nos sanamos a nosotros mismos o a otros de un problema personal, tal como una enfermedad o mal carácter, también beneficiamos a la humanidad. Cada curación que se manifiesta a través de la práctica de la Ciencia Cristiana añade peso a la acción de la Verdad para superar las enfermedades del mundo.

La humanidad necesita esta forma más elevada de dar para vencer permanentemente las dificultades que enfrenta. El dar sobre una base material en definitiva no puede liberarnos de la esclavitud del pecado y de la enfermedad. La verdadera libertad viene de la comprensión y demostración espirituales. Así, contribuimos eficazmente al bien en el mundo que nos rodea al sanar de la manera que enseñó el Maestro. ¡No existe una forma más significativa de compartir!

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