En Un Mundo donde para muchos la infancia no es un recuerdo feliz, encontré que este pasaje bíblico es muy reconfortante: "Os restituiré los años que comió la... langosta". Joel 2:25 Una langosta come casi todas las plantas vivas que hacen más útil y hermosa la tierra. ¿No es esto lo que el abuso parece hacer a los niños: despojarlos de su belleza y propósito? Cuando son adultos, los niños que han sufrido abuso, puede que sientan que han perdido su infancia y que fueron forzados a crecer demasiado pronto.
Pero existe un sentido en el que la niñez no es algo que ocurre una vez en la vida, de manera feliz para unos y no tanto para otros. ¿No podríamos pensar en la infancia como en un período donde hay crecimiento espiritual y en el que abunda la inocencia que Dios confiere? De ser así, cuanto más conozcamos a Dios, más percibiremos que Dios restaura nuestra inocencia y admiración, y que no tenemos que sentirnos engañados ni abandonados. De hecho, he descubierto que, de formas sorprendentes, nuestra niñez puede ser restaurada.
Mi padre natural abusaba verbal y emocionalmente de nosotros. Crecí sintiéndome insegura, temerosa y no bien recibida en este mundo. Como resultado, no participé en muchas de las actividades en las que un niño tomaría parte normalmente, y cuando lo hacía, me sentía nerviosa y con miedo. Vivía siempre temerosa de que mi madre me abandonara como lo había hecho mi padre. Sentía mucha confusión y autocondenación.
No obstante, más tarde, cuando comencé a aprender acerca de Dios, mi verdadero Padre y Madre, descubrí que podía dejar mentalmente a un lado la "basura" que me habían tirado. En mi estudio de los libros de texto de la Ciencia Cristiana, la Biblia y Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy, me familiaricé con un Dios que todo lo sabe, que es todo acción, todo amor, que es solo bueno. Dios solo expresa amor y sabiduría hacia Sus hijos.
El Padre Nuestro que nos dio Cristo Jesús claramente comienza con "Padre nuestro", el Padre de todos, no solo de unos pocos. Todos somos el linaje espiritual del único Dios perfecto, y nuestra herencia está compuesta de cualidades infinitas a semejanza de Dios. Por ejemplo, la bondad, la sabiduría, el amor, la justicia, la misericordia, la inteligencia, son cualidades que poseemos por ser hijos de Dios, Su reflejo. Dios nos ve a todos perfectos y completos. Nunca podemos ser una decepción para El. El nos abraza con Su amor y cuidado. Cada uno de nosotros expresa las cualidades de Dios en forma realmente individual. Estas cualidades no se pueden oscurecer detrás de una fachada temerosa y abusiva. Podemos reconocer nuestra herencia otorgada por Dios y expresarla.
A medida que me volvía más consciente de mi herencia espiritual, comencé a participar de actividades que me permitían tener la experiencia de una nueva "niñez", con la excepción de que ahora las experiencias estaban llenas de alegría. Por ejemplo, trabajé en un campamento de verano en mi segundo año de universidad. Al principio me sentía nerviosa al hacer esto. Había ido de campamento cuando era niña, y había vivido esa experiencia con mucha dificultad y temor. Pero yo quería superar el miedo al bosque. Ahora, con mis pensamientos apoyados en Dios, me esforcé por expresar Sus cualidades, y descubrí que el tiempo que pasé en el campamento era una aventura para disfrutar. Desde ese momento, nunca más tuve miedo al bosque. Luego me uní a un grupo de jóvenes adultos donde participé con alegría en muchas actividades. También tuve oportunidad de visitar a amigos e ir a varias actividades sin temor ni timidez. Cuando di clases en un colegio secundario, y me involucré en programas navideños, salidas de campo y muchos juegos, estuve libre de cualquier tipo de temor, timidez y egocentrismo. Manteniendo a Dios constantemente ante mi pensamiento como mi Padre y Madre, pude superar cada obstáculo, incluso muchas manías de mi niñez. Como resultado de estas experiencias y otras muchas, tuve la oportunidad de cambiar los recuerdos que una vez fueron difíciles de soportar, por recuerdos felices.
Sin embargo, esto no ocurrió sin trabajo de mi parte. Tuve que contrarrestar el temor. Tuve que superar la preocupación de que no era lo suficientemente buena o linda para tener amigos y pasar buenos momentos. Fue necesario poner a Dios primero. Pero obtuve confianza al recordarme a mí misma que, como hija de Dios, expresaba todas Sus gloriosas cualidades. Hacía cada actividad pensando menos en mí y más en los otros y en sus necesidades. La Sra. Eddy escribe: "En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia".Ciencia y Salud, pág. 63. Esto significa que la alegría, la belleza y la bondad abundan en todos nosotros; nadie puede arrebatárnoslas. Dios está siempre guiándonos y cuidándonos. El Salmo ventitrés es un maravilloso recordatorio de cómo Dios nos alimenta y nos cuida. Habla de provisión, guía y amor.
A medida que progresaba espiritualmente, pude liberarme de la animosidad que sentía contra mi padre. Como Dios es mi verdadero Padre y está constantemente amándome y apoyándome, sabía que no había necesidad de sentir enojo o resentimiento; un padre humano no me había quitado el amor y el apoyo de Dios. Y, con el amor de Dios, sentí un amor cristiano por todos, incluso por mi padre.
Cuando las acciones de otros abaten nuestra fe en nosotros mismos, puede ser difícil creer que hay un Dios, menos aún una niñez que podemos atesorar. Pero cuando oramos a cada paso, nos damos cuenta de que Dios verdaderamente está con nosotros. Ciencia y Salud declara: "Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva en vida nueva y no reconoce ningún poder mortal o material capaz de destruir cosa alguna. Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas 'autoridades... que hay' ".Ibid., pág. 249. "Ningún poder mortal o material" puede destruir la herencia que Dios nos ha otorgado. No necesitamos insistir en las injusticias que experimentamos en la niñez; deberíamos rebelarnos conociendo a Dios y el hecho de que El restaura "los años que comió... la langosta".
Así, que, hermanos, nosotros, como Isaac,
somos hijos de la promesa...
De manera, hermanos,
que no somos hijos de la esclava,
sino de la libre.
Gálatas 4:28, 31
