En Un Mundo donde para muchos la infancia no es un recuerdo feliz, encontré que este pasaje bíblico es muy reconfortante: "Os restituiré los años que comió la... langosta". Joel 2:25 Una langosta come casi todas las plantas vivas que hacen más útil y hermosa la tierra. ¿No es esto lo que el abuso parece hacer a los niños: despojarlos de su belleza y propósito? Cuando son adultos, los niños que han sufrido abuso, puede que sientan que han perdido su infancia y que fueron forzados a crecer demasiado pronto.
Pero existe un sentido en el que la niñez no es algo que ocurre una vez en la vida, de manera feliz para unos y no tanto para otros. ¿No podríamos pensar en la infancia como en un período donde hay crecimiento espiritual y en el que abunda la inocencia que Dios confiere? De ser así, cuanto más conozcamos a Dios, más percibiremos que Dios restaura nuestra inocencia y admiración, y que no tenemos que sentirnos engañados ni abandonados. De hecho, he descubierto que, de formas sorprendentes, nuestra niñez puede ser restaurada.
Mi padre natural abusaba verbal y emocionalmente de nosotros. Crecí sintiéndome insegura, temerosa y no bien recibida en este mundo. Como resultado, no participé en muchas de las actividades en las que un niño tomaría parte normalmente, y cuando lo hacía, me sentía nerviosa y con miedo. Vivía siempre temerosa de que mi madre me abandonara como lo había hecho mi padre. Sentía mucha confusión y autocondenación.
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