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Desafiemos la corrupción

Del número de febrero de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Pago De sobornos para conseguir trabajo, vivienda, protección, y hasta el servicio telefónico, desafortunadamente forma parte de la vida de millones de personas. En algunos países, la corrupción es aceptada como un privilegio o, por lo menos, como un abuso inevitable de poder.

Hay una necesidad universal de desafiar la corrupción en todas sus formas. No es solo la acción deshonesta la que necesita ser corregida; también debe corregirse el pensamiento que disculpa o pasa por alto la conducta falta de ética. Nosotros podemos contribuir a lograr este importante objetivo examinando sincera y honestamente nuestros móviles. ¿Es el dinero? ¿La posición social? ¿El poder? Todos ellos son dioses falsos que prometen seguridad y proporcionan muy poca sustancia, nada que no nos pueda quitar otra persona que tenga móviles similares. Los móviles rectos tienen a Dios como el fundamento para toda acción.

La base de la corrupción es un concepto equivocado acerca de Dios. El Amor todopoderoso puede ser representado erróneamente como caprichoso, dando respuestas humanas, como las deidades de los antiguos mayas o aztecas. Como escribió la Sra. Eddy en La unidad del bien: "Ha habido devotos, y aun los hay, que adoran no a la Deidad buena, que no les hará mal alguno, sino a la deidad mala, que trata de perjudicarlos, a quien, por lo tanto, desean sobornar con oraciones para acallarla, tal como el criminal apacigua al funcionario venal con dinero.

"¡Ciertamente que esto no puede ser culto cristiano!" Unidad, pág. 15.

Podemos desafiar la corrupción comprendiendo que la verdadera naturaleza de Dios es siempre bendecir. El punto de partida es reconocer que Dios es el Ser Supremo, la fuente de todo bien, el Principio divino e impersonal. El deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, de obedecer los Diez Mandamientos y la Regla de Oro, planta nuestros pies en la senda correcta. Por medio de la obediencia a la ley de Dios, la debilidad de la justificación propia es reemplazada por la fortaleza de la autodisciplina.

El renovar nuestra integridad moral de esta manera nos da la fortaleza para resistirnos a aceptar sobornos, o a ser tentados a sacar provecho de la desgracia de otra persona. A medida que nuestros móviles son purificados y elevados, el deseo de servir a Dios y bendecir a nuestro prójimo continúa. Esto es la manifestación del Cristo, la influencia divina siempre activa en la consciencia humana. El Cristo está presente en la tierra hoy en día como hace dos mil años, para despertar a las personas de la esclavitud del materialismo y salvarnos del pecado.

Cristo jesús desafiaba permanentemente a la inmoralidad, la hipocresía y el no hacer caso a los mandos de Dios. A través de parábolas y de su ejemplo, Jesús enseñó y demostró el poder de Dios para sanar y restablecer al pecador empedernido y pagado de sí mismo. En una ocasión, un cobrador de impuestos llamado Zaqueo cambió totalmente su actitud después de su encuentro con Jesús. Véase Lucas 19:1–10. La Biblia nos dice que Zaqueo era rico, quizás debido a que por muchos años había cobrado más de lo debido y extorsionado a las personas. Sin embargo, prometió dar de su dinero a los pobres y devolver cuatro veces más de lo que había tomado en forma indebida.

¿Cómo se produjo esta transformación? La Biblia relata que Zaqueo esperaba ansiosamente poder ver a Jesús cuando este viniera de visita a la ciudad. Y cuando Jesús manifestó su deseo de ir a su casa, Zaqueo "lo recibió gozoso", No hay nada en el relato que indique que el Señor haya utilizado la persuasión psicológica, amenazas u otros métodos materiales. Jesús confiaba en el Principio divino, el Amor, para acercarse a Zaqueo y revelarle su naturaleza espiritual como imagen de Dios. De este modo Zaqueo fue transformado únicamente por el poder del Cristo.

El método de Jesús para sanar la corrupción muestra la eficacia de la oración para bendecir no solo al pecador que se ha engañado a sí mismo, sino también a aquellos que pensaron que no podrían resistirse a ser víctimas. Por medio del Cristo, el hombre no carece de poder, sino que está lleno de poder. Esta es la verdadera naturaleza del hombre, a quien Dios le ha otorgado dominio. Este mismo Cristo, la Verdad, que regenera al pecador, capacita al inocente para que perciba la omnipotencia de Dios y la impotencia del mal.

Como la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "El Amor da a la idea espiritual más pequeña poder, inmortalidad y bondad, que brillan a través de todo, como la flor brilla a través del capullo".Ciencia y Salud, pág. 518. Este poder nos apoya y nos guía. Cada pensamiento correcto, cada acción y deseo correctos está revestido del poder de Dios.

Un amigo mío tuvo una experiencia que demuestra el poder de Dios para sanar y salvar cuando nos enfrentamos con la corrupción. Mi amigo vive en un país donde saben saben que hay muchos funcionarios policiales corruptos y violentos. Una noche, la policía hizo una redada en una fiesta indiscutiblemente desenfrenada. Todos lograron escapar excepto mi amigo, a quien la policía comenzó a golpear seriamente. Cuando los agresores comenzaron a hablar de rociar a mi amigo con gasolina y prenderle fuego, él se volvió a Dios con todo su corazón. Sabía que esta amenaza no era en broma.

Mi amigo había aprendido algo del poder y la omnipresencia de Dios por medio de la Ciencia Cristiana. En esta situación tan extrema recurrió a Dios como el poder supremo del bien, que estaba allí mismo y en ese preciso momento, y que nunca castiga a Su amado hijo, sino que lo rescata y protege. La paliza cesó y la policía liberó a mi amigo. Hoy, más de un año después, su familia siente gratitud al informar que los continuos esfuerzos y oraciones de muchos ciudadanos han traído progreso. Ha habido un cambio importante en la actitud de la policía de esa ciudad. Se han dado los primeros pasos para disminuir la corrupción, y la indiscriminada violencia de los funcionarios policiales ha disminuido.

Cada uno de nosotros tiene el derecho y la responsabilidad de combatir la corrupción. El mal nunca es la fuente del bien. Dios es supremo, el Principio divino que lo gobierna todo. A medida que reconozcamos con persistencia esta verdad, y nos esforcemos por vivirla consecuentemente, encontraremos tanto la oportunidad como la sabiduría espiritual necesarias para reducir, e incluso terminar, con la corrupción.

Por lo demás, hermanos,
todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre;
si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza,
en esto pensad.

Filipenses 4:8

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