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Tenemos en qué apoyarnos cuando necesitamos ampliar nuestra labor

Del número de febrero de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Mayoria De nosotros ya tiene la vida muy ocupada. "¿Cómo puedo hacer más de lo que estoy haciendo?", nos preguntamos por lo general cuando parece que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas. Podríamos pensar que parece insensato aceptar otra tarea o dedicar más tiempo para cuidar de los demás. Las personas que dedican gran parte de su tiempo y energía a causas nobles, y a las cuales se les pide que trabajen aún más, podrían pensar que esto es exigir demasiado de una sola persona.

Sin embargo, de vez en cuando conocemos a una persona fuera de lo común, alguien que da tanto de sí misma a los demás — que trabaja y ama más de lo que nosotros creíamos que alguien era capaz de realizar — que esto nos obliga a examinar nuevamente lo que con tanta seguridad creíamos que era el límite de nuestras fuerzas.

Florence Nightingale es una de esas personas. Cuando todos los demás habían terminado de atender a los soldados y se habían retirado a descansar por la noche, la Srta. Nightingale comenzaba sus rondas complementarias. Se dice que, lámpara en mano, recorría los corredores, inspeccionaba cada detalle y consolaba a los soldados; en ocasiones incluso escribía mensajes a sus hogares en nombre de ellos. Esto significaba que a veces estaba en pie las veinticuatro horas del día. Se destaca un comentario que habla de ella: "Ella hacía cosas que nadie más tenía tiempo de realizar: limpiaba los pisos, lavaba y cocinaba. En poco tiempo el índice de mortalidad bajó de sesenta por ciento a uno por ciento".Mary Baker Eddy Mentioned Them (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1961), pág. 160.

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