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La única mentira es el mesmerismo

Del número de febrero de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Atardecer, Cerca del crepúsculo, mientras mi esposa y yo paseábamos por el campo observando la fauna silvestre, nos apartamos del camino y estacionamos nuestra camioneta en un lugar donde las altas copas de varios árboles, al juntarse, ofrecían refugio. Desde nuestros asientos, estuvimos mirando a los venados, los zorros y otros animales, mientras deambulaban libremente por los campos, ante nuestra vista. De pronto, mi esposa miró por la ventanilla de su lado y vio un pavo salvaje completamente inmóvil, parado a tan solo tres metros de nuestra camioneta. Nos esforzamos por no asustarlo; nos sentíamos muy complacidos por tenerlo tan cerca. Estábamos fascinados viéndolo allí parado, sin siquiera pestañear.

Pero después de unos momentos, empezamos a pensar de qué manera había llegado hasta allí sin que lo hubiésemos visto; y si ya se encontraba allí, ¿cómo es que no había huído al vernos llegar? Yo sentía que había algo raro en todo esto y empecé a preocuparme. Pensaba que tal vez el pavo estaba enfermo o herido. A pesar de intentarlo, no podía encontrarle sentido a la situación. Pero después de volver a mirar en forma realmente detenida, me tranquilicé y me acomodé en mi asiento para reírme a gusto. Mi esposa pronto también hizo lo mismo. Ambos finalmente nos dimos cuenta de que del lugar donde deberían estar las patas, partía una vara que se hundía en la tierra. ¡Era un señuelo para atrapar y reubicar pavos salvajes! En medio de la escasa luz, nos había parecido tan real que jamás se nos hubiera ni siquiera ocurrido poner en duda su autenticidad. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Nuestros sentidos nos iban diciendo todo lo que necesitábamos saber para confirmar su realidad. ¿Era realmente así?

Probablemente la mayoría de nosotros ha pasado por una experiencia similar en algún momento. El hecho de que en estos casos los sentidos físicos tienden a ser engañosos, induce a formular una pregunta que va más al fondo del asunto. ¿Podemos confiar en esos sentidos cuando se trata de identificar la naturaleza de la realidad misma?

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