Un Atardecer, Cerca del crepúsculo, mientras mi esposa y yo paseábamos por el campo observando la fauna silvestre, nos apartamos del camino y estacionamos nuestra camioneta en un lugar donde las altas copas de varios árboles, al juntarse, ofrecían refugio. Desde nuestros asientos, estuvimos mirando a los venados, los zorros y otros animales, mientras deambulaban libremente por los campos, ante nuestra vista. De pronto, mi esposa miró por la ventanilla de su lado y vio un pavo salvaje completamente inmóvil, parado a tan solo tres metros de nuestra camioneta. Nos esforzamos por no asustarlo; nos sentíamos muy complacidos por tenerlo tan cerca. Estábamos fascinados viéndolo allí parado, sin siquiera pestañear.
Pero después de unos momentos, empezamos a pensar de qué manera había llegado hasta allí sin que lo hubiésemos visto; y si ya se encontraba allí, ¿cómo es que no había huído al vernos llegar? Yo sentía que había algo raro en todo esto y empecé a preocuparme. Pensaba que tal vez el pavo estaba enfermo o herido. A pesar de intentarlo, no podía encontrarle sentido a la situación. Pero después de volver a mirar en forma realmente detenida, me tranquilicé y me acomodé en mi asiento para reírme a gusto. Mi esposa pronto también hizo lo mismo. Ambos finalmente nos dimos cuenta de que del lugar donde deberían estar las patas, partía una vara que se hundía en la tierra. ¡Era un señuelo para atrapar y reubicar pavos salvajes! En medio de la escasa luz, nos había parecido tan real que jamás se nos hubiera ni siquiera ocurrido poner en duda su autenticidad. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Nuestros sentidos nos iban diciendo todo lo que necesitábamos saber para confirmar su realidad. ¿Era realmente así?
Probablemente la mayoría de nosotros ha pasado por una experiencia similar en algún momento. El hecho de que en estos casos los sentidos físicos tienden a ser engañosos, induce a formular una pregunta que va más al fondo del asunto. ¿Podemos confiar en esos sentidos cuando se trata de identificar la naturaleza de la realidad misma?
Hablando sobre este tema, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "El universo, lo mismo que el hombre, debe ser interpretado por la Ciencia desde su Principio divino, Dios, y entonces puede comprenderse; pero cuando se explica sobre la base del sentido físico y se representa como sujeto a desarrollo, madurez y decadencia, el universo, lo mismo que el hombre, es, y tiene que continuar siendo, un enigma".Ciencia y Salud, pág. 124. Ver al hombre y al universo como realmente son, es verlos creados por el Espíritu y reflejando el Espíritu y no la materia. Pero solo podemos identificar la realidad espiritual a través de los sentidos espirituales que Dios nos ha dado.
La Biblia nos da un claro ejemplo de esta necesidad de expresar el sentido espiritual, en la experiencia de Moisés. Dios le ordenó a Moisés que arrojara al suelo la vara que tenía en la mano. Aparentemente, se convirtió en una serpiente. Moisés, lleno de temor, huyó. Véase Ex. 4:1–4. Pero cuando Dios iluminó más su pensamiento, perdió el temor. Y al tomar lo que parecía ser una serpiente, vio que nuevamente era una vara. Su punto de vista había cambiado. Ciencia y Salud lo explica: "La ilusión de Moisés perdió el poder de alarmarle cuando descubrió que lo que aparentemente había visto no era realmente sino una fase de la creencia mortal".Ciencia y Salud, pág. 321. A pesar de lo real que a veces parece "una fase de la creencia mortal", continúa siendo tan solo una creencia y no una realidad. El año pasado, tuve la oportunidad de recordarlo.
Una mañana me desperté muy dolorido. Apenas si podía arrastrarme con lentitud por la casa. Intenté orar, afirmando la perfección del hombre como hijo de Dios y negando que fuese real lo que yo sentía; pero a lo largo del día, la dificultad se fue acentuando. Estuve gozosamente ocupado durante varias horas estudiando la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, y durante ese día y los siguientes, aprendí muchas lecciones maravillosas. Pero el dolor persistía, obligándome a faltar a mi trabajo durante una semana. Entonces, un practicista de la Ciencia Cristiana me hizo ver una nueva y maravillosa perspectiva. Me comentó que si alguien me pidiese ayuda por medio de la oración por hallarse confundido ante una información de que la tierra era plana, mi tarea no sería orar para saber que la tierra era redonda, porque ya es redonda, sino para saber que esa persona no podía ser mesmerizada al punto de creer que la tierra era plana.
¡Fue maravilloso pensar en ese nuevo enfoque! Lo que yo debía entender mejor, era que no podía ser mesmerizado por lo que parecía ser una enfermedad. En realidad, mi identidad era totalmente espiritual y completa. La ilusión de la mente mortal parecía muy real y hasta temible. Pero no era más que una ilusión, y yo podía encararla como una creencia errónea, como hizo Moisés con la serpiente.
Esa noche oré para comprender más claramente que, como expresión de Dios, yo reflejaba la inteligencia perfecta de la Mente omnipotente, Dios. Yo no podía ser decepcionado por ninguna ilusión material. Rechacé la sugestión de que el mesmerismo, o hipnotismo, tuviese algún poder para engañarme, haciéndome pensar que mi identidad se componía de órganos físicos u otros elementos materiales. Me mantuve persistentemente por algún tiempo en esta línea de pensamiento de la Verdad.
Aunque no hubo cambios inmediatos en la situación física, no me sentí desalentado. Ya no estaba pendiente de los cambios físicos, puesto que yo no podía confiar en que los sentidos físicos, que no hacían otra cosa que informar sobre discordancias, dijeran la verdad. La situación era similar a la confusión experimentada con el señuelo del pavo. Debido a que el "pavo" se comportaba de un modo muy peculiar, me sentí preocupado y hasta un poco alarmado por ese comportamiento. En cuanto descubrí lo que el "pavo" era realmente, o sea, que se trataba de un señuelo, dejé de tratar de encontrar sentido a la situación, y mi preocupación desapareció. Del mismo modo esa noche, yo tenía que dejar de prestar atención a los falsos sentidos materiales y escuchar sólo a Dios y a Su provisión infinita de ideas espirituales, a la Verdad y su armonía perfecta. Me negué terminantemente a ser mesmerizado.
Esa noche me moví de un lado al otro en la cama durante varias horas. Luego me levanté y comencé de inmediato a reafirmar las verdades que había estado estudiando por la tarde. Yo sabía que la oración que se basa en la Ciencia del Cristo es eficaz. Una vez más me negué rotundamente a ser mesmerizado. Pronto me dormí y desperté varias horas más tarde, reconociendo que había dormido tranquilamente durante el resto de la noche. No me había movido ni me había dado vuelta, ni una sola vez. Me levanté y caminé por toda la casa, sintiendo apenas un vestigio del dolor que antes me había mantenido casi inmovilizado. Ese mismo día, a la hora del almuerzo, estaba repuesto, y al atardecer estuve empujando la cortadora de césped por todo el jardín.
Tan real como parecía el señuelo del pavo y la serpiente que engañó a Moisés, parecía real a mi pensamiento la dolencia que debía tratar o encarar. Pero resultó claro que lo que necesitaba realmente comprender era que a pesar de lo que los sentidos materiales, que no eran dignos de fiar, me estaban diciendo, yo ya era espiritual, completo e intacto. Este nuevo enfoque cambió mi propósito de intentar desesperadamente de cambiar la materia o detener el dolor, a la percepción de que el mesmerismo no era real y no tenía ningún poder, debido a que Dios es todo el poder. Cristo Jesús proclamó: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8:32. La realidad es que el hombre siempre ha reflejado y siempre reflejará a Dios, el Alma. Cualquier otra supuesta evidencia en sentido contrario, es un señuelo que intenta distraernos para que no tratemos y derrotemos la mentira básica del mesmerismo.
