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Trabajemos por la paz

Del número de febrero de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"¡Yo Me Hice Científica Cristiana porque siempre había querido participar en un movimiento por la paz internacional!" dijo seriamente la joven hace poco en una reunión de testimonios de los miércoles en La Iglesia Madre en Boston.

La joven explicó que se había sentido muy feliz al descubrir que la Ciencia Cristiana también sana a la gente de enfermedades y otras dificultades. Dijo que ella había tenido curaciones. Pero lo más importante que la Ciencia Cristiana le había brindado era paz, una paz que nunca antes había imaginado.

Dijo que ahora ella ora para que todo el mundo pueda tener esta paz. Es por eso que invierte mucho de su tiempo y energías compartiendo la Ciencia del cristianismo — y la paz que brinda — con la gente que la necesita. Considera su trabajo, su vida social, todo, como una oportunidad para trabajar por la paz.

La familia mundial de Científicos Cristianos es un movimiento por la paz internacional. El Pastor de la Ciencia Cristiana — la Biblia y el libro de Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras — proclama la paz para ésta y para todas las épocas. Estos dos libros de texto proporcionan una especie de mapa de rutas hacia la paz de todo tipo: entre las naciones y los pueblos, dentro de las comunidades y los hogares, y aun dentro del propio corazón de una persona.

El tema de la paz ocupa en la Biblia un lugar predominante. En el Antiguo Testamento los hebreos anhelan una paz política que los elude continuamente y esperan un "Príncipe de Paz" que los libere para siempre de la opresión externa. No obstante, aun en medio de la tiranía y esclavitud más crueles, siempre encuentran cierto grado de paz al obedecer la ley de su Dios. Tal como lo describe uno de los grandes autores de himnos hebreos: "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo". Salmo 119:165.

Entonces, tal como lo relata el Nuevo Testamento, llega un hombre llamado Jesús que redefine totalmente la idea de la paz. Le habla a su gente de un reino celestial donde ellos pueden vivir en eterna paz, un reino dentro de sus propios corazones y pensamientos. No es un reino político. Es un reino espiritual, el reino de Dios.

Cristo Jesús enseña que la paz verdadera no puede lograrse mediante la guerra o el derramamiento de sangre. Se alcanza sólo por medio de individuos que, con mansedumbre, se ven a sí mismos como "hijos de Dios" en vez de hijos de una tribu o nación en particular. Es gente que desea trabajar por la paz, "hacer" la paz, desechar los elementos del pensamiento carnal que se esconde detrás de todo conflicto humano, y ocuparse del Espíritu. Y al hacer esto, gozan del nivel más elevado de felicidad. Como dijo Jesús: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Mateo 5:9.

Según la versión bíblica Today's English Version of the Bible, la palabra pacificador que menciona Jesús, significa "aquellos que trabajan por la paz". Y el libro The Hebrew Greek Key Study Bible traduce la palabra griega pacificador como "alguien que hace la paz a otros al haber recibido primero la paz de Dios en su propio corazón, y no meramente alguien que hace la paz entre dos partes antagónicas".

Y eso es todo. Ni usted ni yo podremos ser pacificadores eficaces en nuestra familia, en nuestra comunidad o en el mundo hasta que no hayamos dejado entrar la paz de Dios — el reino de Dios — dentro de nuestro propio corazón. Entonces, esa paz se esparcirá a todo nuestro alrededor.

Tal vez usted se esté preguntando cómo se podría hacer para que todo esto funcione en las zonas de guerra de nuestra vida diaria. ¿Cómo se podría aplicar ante una llamada telefónica amenazadora en medio de la noche? O, cuando nuestros niños se pelean a los gritos. O, ante una matanza en Africa y los ataques con morteros en Bosnia.

Permítanme relatarles de qué manera una joven amiga mía, profesora de enseñanza media, trabajó para lograr paz en su aula. Ella tenía un alumno muy brillante pero muy revoltoso. La interrumpía, la insultaba, se deleitaba en hacerle preguntas que ella no podía contestar. Mi amiga se desquitaba imponiéndole castigos, bajas calificaciones y reprimendas. Un día perdió los estribos con él frente a toda la clase.

Después de eso, la madre del muchacho llamó a mi amiga y estalló contra ella. Le dijo a mi amiga que era muy mala profesora. Mi amiga, a su vez, tuvo algunos comentarios que hacer. Sin embargo, mientras las acusaciones y contraacusaciones iban y venían, mi amiga comprendió que la discusión daba vueltas y vueltas como un tren que anda en círculos. Mi amiga vio que la única manera de salir de esa situación era abandonar ese carril. "Debo hacer las paces con esta mujer", pensó.

Entonces, por primera vez, comenzó a escuchar verdaderamente lo que le estaba diciendo la mamá, a tomar en cuenta que el muchacho se había sentido herido y humillado el día que ella se había puesto furiosa con él. De pronto se dio cuenta de que la actitud de "a mí no me importa nada" del muchacho, sólo era una máscara. En realidad, él estaba pidiendo ayuda.

Mi amiga, que es Científica Cristiana, mientras hablaba con la mujer, se puso a orar. Oró para ver al estudiante, a la madre y a sí misma, como hijos puros y perfectos de un Dios puro y perfecto, como hermanos y hermanas. Por lo tanto, el verdadero propósito de todos era trabajar para alcanzar el objetivo común de glorificar a su divino Padre-Madre.

¿Cómo resultaron las cosas? Finalmente, el muchacho comenzó a hacer progresos en su clase. Y todos, él, la mamá y la profesora, hicieron las paces.

El arte de pacificar debería ser algo natural para los cristianos. Pero sólo se logra cuando un corazón habla a otro corazón por medio del Amor, y no por medio del dominio que un individuo pueda ejercer sobre otro, ni por medio de tretas. Es un acontecimiento espiritual, no material. De modo que no depende de condiciones materiales, de instituciones ni de sociedades, sino que solo depende del reflejo del Amor celestial.

La Sra. Eddy lo aclara muy bien en el Manual de La Iglesia Madre, donde escribe: "Será deber de los miembros de La Iglesia Madre y de sus filiales promover paz en la tierra — y buena voluntad para con los hombres; pero los miembros de La Iglesia Madre no deberán en lo sucesivo afiliarse a otras sociedades excepto aquellas especificadas en el Manual de La Iglesia Madre, y deberán esforzarse por promover el bienestar de toda la humanidad demostrando las reglas del Amor divino".Manual, Art. VIII, Sec. 16.

Usted y yo no tenemos necesidad de viajar alrededor del mundo para participar en un movimiento por la paz internacional. El trabajo por la paz, lo hacemos en nuestros hogares, en nuestros empleos, en las carreteras, en la iglesia, en todas partes. Pero su significación es siempre universal. Cada pequeña acción en pro de la paz — por muy modesta que sea — prueba que el Principio de toda paz, está a nuestro alcance. Apresura el día en que todo el mundo estará lleno de pacificadores.

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