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¡Qué Bendición haber podido...

Del número de enero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Qué Bendición haber podido confiar en la Ciencia Cristiana ante cualquier necesidad durante toda mi vida!

Cuando esperaba el nacimiento de nuestro segundo hijo, repentinamente tuve algunos síntomas alarmantes, entre ellos pérdidas de sangre, los cuales indicaban la posibilidad de que se produjera un aborto. Antes de este embarazo había tenido un niño que nació muerto, y ahora sentía mucho temor. Me había estado reuniendo regularmente con una practicista de la Ciencia Cristiana, y juntas estábamos orando en relación con el tan esperado nacimiento. Pero en el momento en que se presentaron estos síntomas, ella se encontraba fuera de la ciudad. La situación parecía urgente, así que llamé a otro Científico Cristiano con experiencia quien estuvo de acuerdo en orar conmigo en este momento de particular necesidad. Inmediatamente afirmó esta frase escrita por la Sra. Eddy: “Ninguna evidencia de los sentidos materiales puede cerrarme los ojos ante la prueba científica de que Dios, el bien, es supremo” (Escritos Misceláneos, pág. 277). Al aferrarme a esta idea, y a la imposibilidad de que pudiera existir algo aparte de Dios, me sentí mejor, y la hemorragia cesó.

Más tarde comencé a orar nuevamente con la practicista que me había apoyado desde el principio. Aceptamos como una promesa el pasaje de Isaías: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” (66:9). Pasé gran parte del tiempo orando en silencio y estudiando, y me di cuenta de que ése era un buen momento para estar en comunión con Dios en lugar de contar a otras personas lo que estaba ocurriendo.

El bondadoso médico que había estado de acuerdo en atenderme en el parto sabía que yo deseaba tener el bebé en mi casa, pero él había decidido no satisfacer mis deseos debido a mi experiencia anterior. A pesar de todo, durante el nacimiento la atmósfera en el hospital era casi como la de un hogar. Cada detalle resultó normal y armonioso. Nuestra nueva hija estaba perfectamente bien, y el médico nos envió a casa temprano al día siguiente.

Hemos tenido el privilegio de confiar en la Ciencia Cristiana exclusivamente al criar a esta hija, quien ahora es una joven independiente. Ha sido una satisfacción poder comprender que, como la practicista me recordaba frecuentemente, nuestra hija en verdad ha “nacido libre”. (Pablo usó estas palabras en Hechos 22:28 para explicar que él no necesitaba comprar su libertad.)

Más recientemente, fui sanada de la pérdida de audición en un oído. Me desperté una mañana y sentí una obstrucción inusual en ese oído. Comencé a orar por mí misma. Pocos días después, dado que no había ningún progreso inmediato en la condición, pedí a una practicista que me ayudara. Oramos juntas varias semanas, durante las cuales ella me alentó a profundizar algunas ideas que habíamos encontrado en pasajes de la Lección Bíblica semanal, así como referencias a oídos, audición, y otras palabras relacionadas que encontramos en el diccionario y en los escritos de la Sra. Eddy. Durante este tiempo aprendí a no sentirme desalentada, a no rendirme. Gradualmente comencé a ver esta experiencia como una oportunidad para comprender mejor mi naturaleza como la hija amada de Dios. Dejé de preguntarme cuándo se efectuaría la curación, y me regocijé en lo que estaba aprendiendo y descubriendo. Después de orar con persistencia, no me sorprendí cuando me di cuenta de que la audición en ese oído era completamente normal. Y así ha permanecido.

Estoy especialmente agradecida por la lealtad de los practicistas de la Ciencia Cristiana, quienes me apoyaron en estas dos experiencias con su consuelo inmediato y su oración. La Ciencia Cristiana continúa siendo la única manera práctica de vivir que conozco. ¡No puedo imaginarme criando una familia sin ella!



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