Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

No hay peticiones que no merezcan ser tenidas en cuenta

Del número de enero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pocas Cosas Unen tanto a la humanidad como el sincero deseo de saber cómo se debe orar. Pero muchos tal vez sientan que no merecen las tiernas bendiciones de Dios.

La Ciencia del Cristo disipa esta creencia errónea de que pueda haber alguien que no merezca ser tenido en cuenta. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy declara: "En la Ciencia divina, donde las oraciones son mentales, todos pueden contar con Dios como 'pronto auxilio en las tribulaciones'. El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas".Ciencia y Salud, pág. sss12–13.

Si estamos enfermos o desobedecemos las leyes de Dios, podemos llegar a sentir que no merecemos recibir ayuda de Dios. Asimismo, es posible que nuestros temores y la ignorancia de que el Amor divino está presente, sean la verdadera razón por la cual estamos luchando, debido a que estamos convencidos de que podemos estar separados del amor y la sabiduría de Dios.

Recuerdo que durante una primavera me sentí muy desalentada porque mi brazo derecho estaba casi paralizado. Cuando intentaba moverlo me dolía mucho. Mis oraciones se limitaban a informar a Dios acerca de cosas que yo pensaba que Él tenía que saber y a continuación, le pedía que hiciera desaparecer el dolor. Pasaron unos días y la condición empeoró.

Me desperté un domingo de Pascua, sintiendo que no tenía la capacidad para sentir la presencia de Dios. Cristo Jesús se levantó de la tumba al tercer día y yo ni siquiera podía levantar mi brazo. Pensé que era sabio solicitar tratamiento específico a un practicista de la Ciencia Cristiana, persona cuyo ministerio sanador consiste en orar teniendo como base la Ciencia divina. En una conversación telefónica con la practicista, le mencioné que gente amiga bien intencionada había expresado sus temores acerca de mi próxima mudanza a otro lugar del país. Me había sentido divinamente guiada a mudarme a otro estado y hacerlo parecía importante para mi progreso espiritual.

Esa tarde, me sentí inspirada a releer el primer capítulo de Ciencia y Salud, titulado "La oración". A pesar de que lo había leído muchas veces anteriormente, decidí estudiarlo para alcanzar nueva inspiración y me formulé la pregunta: ¿Cómo se ora realmente? Al llegar a la página 12 leí lo siguiente: "No es ni la Ciencia ni la Verdad lo que obra mediante la creencia ciega, ni es tampoco la comprensión humana del Principio divino sanador manifestado en Jesús, cuyas humildes oraciones eran profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad — de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor". Las palabras que más se destacaron para mí, fueron: "profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad".

Se hizo evidente que a menudo se necesita valor moral para dar testimonio del amor incondicional de Dios. Me di cuenta de que yo debía afirmar con valentía las verdades espirituales que gobiernan todo movimiento. La Mente divina controla armoniosamente toda acción y el hombre es la idea, la expresión de esta Mente única. Mi progreso no podía quedar paralizado porque el progreso es la ley de Vida que Dios estableció, la única ley que me estaba gobernando. La libertad de movimiento viene del Espíritu y no puede ser afectada por opiniones personales o supuestas leyes materiales. Podía negarme a que me infectara el contagio mental del temor y en cambio, confiar en que tenía asegurado el movimiento a través de las energías ilimitadas del Espíritu divino. Esa misma tarde, el dolor desapareció y pude utilizar el brazo con entera libertad. Unas semanas más tarde, me mudé como había planeado.

Cuando oramos, es tarde, importante no caer en la petición no científica, "no científica" porque su deseo se basa en la falsa premisa de que la ley de armonía de Dios no es omnipotente. Tal vez parezca más fácil pedir a Dios que cambie las cosas. Sin embargo, la oración que es eficaz entraña reconocer que solo Dios, el Amor divino gobierna al hombre. Con humildad, pero con absoluta confianza, estamos agradecidos por Su eterna presencia y Su gracia infinita. Comenzamos a ver que es inútil suplicar o aconsejar a Dios que cambie la creación. En realidad, Dios ya lo ha creado todo, espiritualmente y de manera perfecta.

El Padre Nuestro es divinamente afirmativo. Y es evidente que no hay nada exclusivo en orar a "nuestro Padre". Cristo Jesús no creía en un mundo dividido en "tengo" y "no tengo" espirituales.

En el capítulo "La oración" la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, presenta la interpretación espiritual del Padre Nuestro.lbid., pág. 16–17. Esta oración, tan breve y, no obstante, de un contenido tan amplio, puede elevarnos a todos del materialismo a la espiritualidad. Entre otras cosas, su sentido espiritual nos enseña a afirmar la naturaleza de Dios, incluyendo la paternidad y maternidad de la Vida, la Verdad y el Amor, el pedido de iluminación y crecimiento espiritual y la búsqueda de regeneración moral. Estos elementos de la oración nos ayudan a percibir la identidad real e elementos de la oración nos ayudan a percibir la identidad real e inalterable del hombre como hijo de Dios, que refleja su bondad.

Cuando oramos con un entendimiento iluminado de la realidad espiritual, sentimos el afectuoso amor de Dios. El nos da a cada uno la fortaleza y la sabiduría que necesitamos para abandonar las creencias falsas sobre la supuestamente, obstinada naturaleza de las diversas formas del mal. Es muy reconfortante percibir que no hay peticiones que no merezcan ser tenidas en cuenta. Con corazones honestos, dispuestos a trabajar y a velar por la santidad, todos podemos orar en forma eficaz, sanando tanto la enfermedad como el pecado.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1996

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.