Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La importancia de orar diariamente

Del número de enero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Alguien Nos pregunta "¿Por qué oras?", hay varias respuestas posibles. Muchos oran todas las mañanas para sentirse más cerca de Dios. Otros desean protegerse a sí mismos de gente que según ellos son malas personas. Algunos oran porque tienen temor de tener problemas en el colegio o en el trabajo.

Es bueno orar por las mañanas para afirmar conscientemente la presencia de Dios en nuestra vida, como preparación para el día que tenemos por delante. En la Biblia el salmista exclama: "Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario". Salmo 63:1, 2. En otro salmo encontramos lo siguiente: "Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma". Salmo 143:8. Estas declaraciones no impiden que nos detengamos a orar en cualquier momento del día. Los relatos bíblicos muestran que Cristo Jesús dejaba a sus discípulos y oraba cada vez que sentía la necesidad de hacerlo. Tal vez lo más importante es que nos tomemos el tiempo para orar.

Por medio de la oración, reconocemos que Dios es la Mente omnipresente, omnipotente y omnisciente, y que por ser hijos de Dios, somos las ideas de esta Mente. Puesto que Dios es la única Mente, los buenos pensamientos, la sabiduría y la inteligencia provienen de esta Mente, que incluye toda consciencia verdadera.

A veces, sin embargo, descubrimos que hemos tenido malos pensamientos durante todo el día. ¿Cómo podemos liberarnos de ellos? Necesitamos analizarnos a nosotros mismos y restablecer un claro sentido del gobierno y la presencia de Dios en nuestra vida. También necesitamos rechazar cualquier pensamiento falso o erróneo, y quedarnos con los que son buenos. Todo esto lo logramos por medio de la oración y con mucha humildad. El punto de partida de nuestra oración es la perfección divina, porque ésta es la manera de elevarnos por encima del mal. Cuando comprendemos que en realidad somos espirituales, y que estamos sujetos únicamente a la bondad omnipresente de Dios, perdemos todo temor al mal. El reconocer la presencia de Dios en nuestra vida a menudo requiere que oremos diligentemente, y por medio de la Ciencia Cristiana podemos cumplir con esta exigencia.

En otras ocasiones quizás tengamos temor de que otras personas deseen perjudicarnos o que tengan malas intenciones o pensamientos contra nosotros. Pero cuando obedecemos la ley espiritual, podemos defendernos a nosotros mismos eficazmente. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) escribe: "Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos". Ciencia y Salud, pág. 442.

Por lo tanto, nuestra oración diaria no es protegernos contra la gente que podríamos considerar nuestros enemigos, sino más bien defender nuestra consciencia de las sugestiones malévolas que nosotros erróneamente quizás atribuimos a otras personas. Los enemigos contra los cuales tenemos que defendernos son los celos, el odio, la animadversión, el temor, el egoísmo, el orgullo, la injusticia, la deshonestidad, la infidelidad, la lujuria, la creencia en la carencia, la limitación y la hechicería. Estos errores deben ser rechazados y expulsados de nuestra consciencia. Este tipo de oración sana.

Un practicista de la Ciencia Cristiana había atendido a una paciente que estaba padeciendo un intenso dolor e inflamación en la pierna derecha y en el brazo izquierdo. La paciente había consultado a un médico y seguido sus instrucciones, pero como no tuvo ninguna mejoría, dejó la medicina y recurrió a la oración.

Como se creía que esta condición física terminaría en parálisis, la paciente temía que su matrimonio fracasara y que tendría que abandonar su negocio porque ya no podría caminar grandes distancias. Mientras conversaban, el practicista supo que la señora atribuía esta enfermedad a la creencia de que la habían hechizado. Pidió al practicista que orara por ella.

Durante las conversaciones que la paciente mantuvo con el practicista, éste la alentó a que no tuviera temor, y que continuara confiando en Dios, el único Creador, porque Él es Vida y la fuente de todo movimiento. El practicista le aseguró que Dios podía sanarla y devolverle la salud.

Con la ayuda de la Biblia y Ciencia y Salud, el practicista y la paciente percibieron con claridad que el verdadero ser de la mujer, su vida y su sustancia, no dependía de las condiciones del cuerpo que están sujetas a la discordancia. Se sentía a salvo y amada en la Mente divina. Como era una idea en la Mente omnipresente, no podía estar sujeta a la violencia, ni a la mala práctica mental, la hechicería ni a ningún tipo de materialismo.

A los dos días, la paciente pudo realizar todas las tareas de la casa. El practicista de la Ciencia Cristiana le pidió que comenzara a estudiar la Lección Bíblica que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y que tratara de no abrigar resentimiento contra nadie. En todo momento tenía que reconocer que Dios es el que define y constituye nuestra verdadera identidad, y que esta identidad es totalmente espiritual; nunca es material. A medida que fue progresando descubrió que solo Dios lo puede todo, porque El tiene todo el poder. Sanó completamente.

En el Manual de La Iglesia Madre la Sra. Eddy nos da una guía clara para defendernos contra la supuesta actividad del mal: "Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad". Manual, Art. VIII, Sec. 6. Por medio del estudio diario de la Lección-Sermón, unimos nuestro pensamiento con nuestro Padre-Madre Dios y renovamos nuestra convicción de que nuestra vida está gobernada por Dios. Sentimos la presencia divina, un sentido de seguridad y protección espiritual. Esto es válido no solo para nosotros, sino para el ambiente donde vivimos y para toda la humanidad.

El mal no es real. Lo que no es real no puede dañar al hombre, la gloriosa y pura manifestación de Dios, la Mente perfecta. Allí mismo donde los sentidos materiales ven desdicha y desaliento, podemos llevar a cabo sin titubear nuestro deber para con Dios y para con nuestro prójimo. Esto se lleva a cabo por medio de nuestro trabajo diario de oración, que reconoce solo la totalidad y el Amor de Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1996

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.