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Algunas reflexiones sobre el prejuicio

Del número de junio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Cierta Columna de un diario, un humorista dio un serio giro a su artículo, cuando deploró lo que parece ser la tendencia actual hacia el prejuicio, el odio y la violencia. Se refirió a las páginas editoriales que tenían muchas cartas que expresaban enojo y descontento, y formuló la siguiente pregunta: “¿Es que no podemos unirnos en solidaridad, buena voluntad y respeto mutuos?” Continuó diciendo que cada uno de nosotros puede ser “más tolerante y menos hostil, más propenso a perdonar y juzgar menos”, que podemos tratar de considerar otros puntos de vista y encontrar algún valor en ellos. Doug Robarchek, “Join us in pledging..., The Charlotte Observer (North Carolina), 8 de marzo de 1993.

¿Qué es lo que impide que se establezca una afectuosa hermandad en el mundo? La Ciencia Cristiana enseña que es lo que la Biblia llama mente carnal, “enemistad contra Dios”, Rom. 8:7. lo que nos induciría a formar preconceptos acerca de los demás, clasificándolos de enemigos en vez de discernir su verdadera naturaleza como hijos de Dios. Es esta influencia lo que genera la envidia, el prejuicio y la violencia.

Podemos aprender de Pablo algunas importantes lecciones sobre cómo evitar que seamos manipulados por este falso sentido de la mente. Debido a su noción preconcebida acerca de una religión que él no comprendía, Pablo había perseguido a los cristianos. Y más tarde, cuando se convirtió y siguió el camino que Cristo Jesús le había enseñado, él mismo estuvo en prisión, fue golpeado, apedreado y abandonado como muerto por aquellos que estaban en contra del cristianismo.

Sabiendo que prejuzgar o tener prejuicio, es una forma de pensamiento “carnal”, Pablo amonestó a los cristianos en Corinto, a no ser parte de prejuicios y conflictos. Él dijo: “¿Quién te distingue?” 1 Cor. 4:7. En otras palabras: “¿Quién te hizo superior?” Sarcásticamente les señaló que según su propia estima, ya habían alcanzado la perfección y creían que no necesitaban aprender nada más. Se comportaban como cristianos muy inmaduros. A menos que estuviesen dispuestos a cambiar su manera de pensar, no estarían preparados para aceptar más del alimento espiritual de sus enseñanzas. Advirtió que en tanto que hubiera envidia y contienda entre ellos, eran carnales, y estaban muertos espiritualmente. Véase 1 Cor. 3:1–3.

En su Segunda Epístola a los Corintios, Pablo afirma que no luchamos contra enemigos carnales, sino que estamos “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios”. 2 Cor. 10:5. Este discernimiento de las Escrituras se relaciona con la declaración de Mary Baker Eddy de que en verdad no tenemos enemigos. Véase Escritos Misceláneos, pág. 10. Ella hace una pregunta que nos hace pensar: “¿Puedes ver a un enemigo, a menos que primero le hayas dado forma y luego contemples el objeto de tu propia concepción?”Ibid., pág. 8. Entonces, el enemigo está en nuestro propio pensamiento, es todo aquello que nos induciría a negar la omnipotencia del Amor divino. La solución al problema es, según lo señala la carta de Pablo: “[llevar] cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5.

Los pensamientos impulsados por Dios son buenos, promueven la acción armoniosa, expresan el afecto puro, la benignidad y la bondad.

Para subordinar todo pensamiento al modelo de Cristo, primero debemos aprender a distinguir entre las creencias carnales — imágenes mentales o ilusiones que nos engañan, induciéndonos a obrar mal cuando nuestra inclinación sería hacer el bien — y los verdaderos pensamientos, motivados por Dios. El ocuparse de la carne es dejarnos influenciar por la creencia de que los impulsos destructivos y violentos son reales, es pensar y actuar con maldad, intencional y horriblemente. Por otra parte, los pensamientos impulsados por Dios son buenos, promueven la acción armoniosa, expresan el afecto puro, la benignidad y la bondad; tales pensamientos revelan la natural semejanza del hombre con Dios. Llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” es alcanzar el entendimiento pleno de que “tenemos la mente de Cristo” 1 Cor. 2:16. y permitir que la inteligencia espiritual dirija todo pensamiento y acción.

La Ciencia Cristiana explica que los términos mente carnal o mente mortal describen algo falso: una mente que depende de la materia para la existencia y, por lo tanto, está sujeta a la muerte. Pero la Mente que hizo todo lo que es real y bueno es Espíritu, Dios. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Puesto que la Mente es inmortal, la frase mente mortal indica algo que es falso y por tanto irreal; y la frase se usa en la enseñanza de Ciencia Cristiana para designar lo que no tiene existencia real”. Ciencia y Salud, pág. 114.

Tal vez digamos: “Pero aunque puedo aceptar intelectualmente el hecho de que la lucha es con un enemigo irreal, la maldad aún parece muy real”. Ciertamente que sí. Y esto nos obliga a orar y a ceder al poder de Dios, la Mente, quien nos proporciona verdades espirituales, revelando el hecho de que toda la familia del hombre tiene un Padre, el Amor divino. Así vamos comprendiendo cada vez más que la verdadera hermandad del hombre ya ha sido establecida.

Puesto que somos responsables de nuestra propia salvación, es beneficioso para nosotros purificar y elevar nuestro pensamiento a fin de comprender que “ahora somos hijos de Dios”. 1 Juan 3:2. Realmente lo somos, !aunque esta verdad no siempre sea obvia! La pregunta más importante a considerar es honestamente qué percibimos que es el hombre: la imagen del Espíritu o de la materia, la imagen del Amor o del odio. Una vez que comprendamos que la facultad de percibir las cualidades semejantes a Dios en nosotros mismos y en los demás, es la evidencia de que la Mente divina está operando en la consciencia individual, modelando y purificando el carácter, apreciaremos más plenamente estas cualidades dondequiera que las veamos expresadas.

A medida que nos esforcemos por llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, al ideal del Cristo — es decir, por cultivar realmente la correcta visión del hombre creado por la Mente divina — veremos que las cualidades y argumentos desemejantes a Dios, que son variables y falsos, disminuirán proporcionalmente. Tendremos cuidado de no poner piedras en el camino mental de los demás, para que no tropiecen. Viviremos de acuerdo con nuestra idea más elevada del bien y no causaremos voluntariamente otro sufrimiento.

Esto no significa que nunca más ofenderemos a otros o que no nos sentiremos ofendidos. Pero en lugar de malgastar el tiempo en condenar, nos esforzaremos aún más por comprender y amar la identidad real y espiritual de todos, y tarde o temprano, probaremos que en realidad no tenemos enemigos.

...Dios no hace
acepción de personas,
sino que en toda nación
se agrada del que le teme
y hace justicia.

Hechos 10:34, 35

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